12 | Descanso de sentimientos

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12 | Descanso de sentimientos

Emma:

Para cuando llegué a casa después del trabajo y pude leer los mensajes que se habían acumulado en mi teléfono después de lo sucedido, sentí que mi cuerpo entero estaba hecho gelatina.

Me sorprendió el hecho de que la casa estuviera completamente vacía.

No había ni rastro de mi madre ni de mi padre y ninguno había dejado alguna nota que me indicase los motivos de su ausencia.

Fue leyendo los mensajes de mi hermano cuando me enteré de lo que estaba sucediendo: habían abandonado la casa tan pronto como los periodistas se dieron cuenta de que no iba a pasar la noche en ella y los dejaron en paz. Mi hermano los había acogido en la suya durante todo el fin de semana por si la situación volvía a repetirse y yo, más que sentirme culpable por lo sucedido, me sentí aliviada.

Que estuvieran seguros y lejos del ojo público era lo mejor para ellos y también lo mejor que podría habernos pasado. Ellos necesitaban continuar con su vida, mi padre descansar y yo quedarme sola con mis problemas, no tener que seguir disculpándome con ellos.

A pesar de haberme preguntado cómo me encontraba, opté por no responderle. Ellos tenían infinitamente más problemas de los que tenía yo y no me parecía justo decirle que me sentía fatal.

Después de abandonar la clínica de la doctora Fisher aquella mañana y de pasarme la mañana atendiendo a clientes y reflexionando sobre lo ocurrido, había llegado a la conclusión de que seguir pensando en los acontecimientos de anoche iba a terminar interfiriendo en mi rendimiento académico y que podía terminar de reflexionar durante la noche.

Al llegar a casa me decidí a dejar de pensar en el tema durante algunas horas. Era consciente de que evadir mis problemas era todo lo contrario a lo que la doctora Fisher me había recomendado, pero estaba agotada de discutir con mi mente y de tratar de definir lo que era ridículo o estúpido y lo que verdaderamente era importante. Necesitaba unas horas lejos de mi mente y lo único que podía garantizármelo era mantenerla ocupada. Así, pasé la tarde cosiéndome el uniforme de trabajo, lavándolo y releyendo apuntes de la universidad mientras almorzaba. Todavía tenía que hacer dos exámenes más y no podía relajarme si quería aprobarlos.

En algún momento de la tarde, me quedé dormida en el sofá y me desperté cuando mi mejor amiga comenzó a llamarme. No le descolgué, dar explicaciones de lo sucedido significaría volver a centrarme en el tema y quería que no fuera una preocupación para mí hasta entrada la noche.

«Necesito descansar, t llamo cuando esté preparada».

Lenita 🌺:

«Vale, amor. Pero si necesitas algo ya sabes dónde estoy».

«Gracias Len».

Lenita 🌺:

«Por nada, Emmy».

Tras espabilarme un poco, me levanté del sofá y me encaminé a mi habitación, lista para darme una ducha. La ropa que Koen me había prestado todavía olía a él y no era más que otro aliciente para sentirme mal por la manera en la que lo había tratado aquella mañana.

Seguía enfadada cuando me despertó porque la gentileza con la que lo hizo solo me recordaba la hostilidad con la que lo había tratado después de haberme ofrecido la alternativa de haberme llevado a su casa, al igual que su ropa y su cama. Me había abierto las puertas de su vida un poco más al ver que estaba en problemas y lo había hecho sin pensarlo siquiera.

El Caos de tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora