16 | Echar de menos

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16 | Echar de menos

Koen:

Dos semanas después

Llevaba dos semanas viviendo en un dolor de cabeza constante.

Los cambios de la discográfica respecto a la continuidad de nuestros conciertos habían dificultado la tarea de volver a casa y siempre que intentaba buscar a Emma ella parecía estar ocupada. Como mis estancias por la gira no superaban los dos días, el jetlag estaba acabando conmigo y Emma parecía estar evitándome a toda costa, terminé aceptando los términos iniciales del contrato y dejándome llevar por la corriente de ciudad en ciudad y de concierto tras concierto.

Mis conversaciones con ella se habían reducido considerablemente. Nos escribíamos dos o tres veces en semana y en momentos puntuales del día, cuando estaba plenamente convencido de que no tenía nada que hacer y pudiera descubrir si usaba una excusa para no hablarme.

Me sorprendió descubrir que no fue así, que verdaderamente estaba consumida por los trabajos de la uni y que solo estaba intentando hacer las cosas más fáciles entre nosotros. Era consciente de que seguía enfadada conmigo y ambos sabíamos que no podíamos discutir sobre esto con miles de kilómetros de distancia entre nosotros. Así que, la última semana me había pedido que hablásemos cuando fuera necesario y yo se lo había concedido porque no me había quedado de otra.

Tras despertarme de aquella pesadilla viviente, la noche en la que discutí con ella, sentí mi cuerpo más pesado que nunca y un dolor de cabeza infernal que me mantuvo en reposo el resto del día y durante el viaje hacia nuestra próxima ciudad. Nicola se había quedado dormido en la silla, con una postura que terminó dándole dolor de espalda durante varios días y mi teléfono había quedado enterrado bajo mi cuerpo, completamente apagado y sin la voz de Emma sonando a través de él.

Con los dedos entumecidos y los ojos cerrados traté de escribirle el mensaje que me pidió que le escribiese una vez me hubiese despertado.

«Estoy desueeudto».

Lo revisé antes de entregarlo porque era consciente de mi mala caligrafía y del efecto negativo que tendría en ella y, una vez corregido, lo envié.

«Estoy despierto».

No me molesté en escribirle que lo sentía porque sabía que ella ya había tenido suficiente.

No me respondió. Leyó mi mensaje y me condenó a la espera constante de su respuesta, que no llegó hasta pasados dos días.

Emmy 🖤:

«No me escribas».

«Céntrate».

Sabía cuáles eran las palabras que le faltaban a su mensaje: que debía centrarme en mí mismo y darnos el espacio que ambos necesitábamos, ella para gestionar su enfado y yo para asimilar mis palabras de la noche. Tanto las que le dije antes de discutir como las que dije en presencia de Nicola.

Que me sentía solo, que nadie era compañía suficiente para mí salvo ella y que no sabía cómo gestionarlo.

Mi compañero de banda decidió que no era momento de contarle a Enzo lo que había sucedido. De hacerlo, me habría visto forzado a asimilar sentimientos que aún necesitaba procesar, por lo que no iba a terminar bien. Así que, se esforzó por hacerme compañía el resto de días que pasamos fuera de Australia y me ayudó a expresarme cuando me resultaba imposible hacerlo.

En realidad, no había nadie mejor que él para ello, porque había pasado años preso de su propio lenguaje y apartando las ganas relativas de expresar sus emociones y sentimientos.

El Caos de tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora