21 Cosas nuevas llegan

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Los seis meses de mi contrato se cumplieron y otra vez fui citada en un museo, esta vez llevo un cuadro mío que le pido a la recepcionista que por favor me guarde un momento y ella accede. Me dirijo al anciano que ahora camina con la ayuda de un bastón y que al verme llegar sonríe, esta vez está con un traje azul oscuro.

—Buenos días.

—Griselda que alegría verte de nuevo ¿Gustas de que demos una vuelta? —asiento y me toma del brazo, yo llevo el bastón en la otra mano—. Nuestras clientas han quedado encantadas contigo, tenía un buen presentimiento sobre ti. Pero dime algo —frena y me mira— ¿Freya te pidió dinero a cambio de meterte en la empresa? —abro los ojos grandes.

—No, ella es mi amiga y yo le pedí entrar —no voy a perjudicarla yendome y menos aún seré una soplona.

—¿Segura? Porque ya sabemos lo que hacía.

—Segurisima —seguimos caminando.

—Me alegra que mientas tan mal —sonríe— y que no la delataras. Toma —me da un sobre— es el cheque por todo el dinero que le has estado pasando a Freya, ella trabaja para nosotros y no delatarla, nos da la pauta de que tampoco lo hagas con la empresa o con los nombres de nuestras clientas, más allá del contrato que firmaste. Quizás hay un poco más —me guiña un ojo—, te lo mereces —lo tomo— ¿Gustas de ir a cenar? Hay un restaurante al que he querido ir y no encontraba buena compañía.

—Claro que sí, vamos.

Llegamos al dichoso restaurant y es el mismo dónde mi vida una noche se vino abajo. Suspiro y él me mira.

—¿Todo bien?

—Sí, te encantará la comida de aquí, es deliciosa.

—Eso me han dicho.

Caminamos hasta la parte vieja que se encuentra atrás, me corre la silla y me siento, el toma su lugar frente a mí. Hablamos de mi tesis que rendiré en unos días, me contó sobre su esposa, sus hijos, yo hablé sobre mi madre, mi hermana y Nina.

—Creo que la pregunta está demás pero tengo que hacerla ¿Quieres seguir trabajando con nosotros? —sonrío.

—No.

—Me alegra mucho oir eso —chocamos nuestras copas de vino.

—¿Volveremos a vernos? Podemos disfrutar de estas charlas y paseos.

—Estoy demasiado viejo para tener citas de amigos Griselda —yo me río— y demasiado adolorido. Pero puedes ir a visitarme por mi casa cuándo quieras, mis hijos y nietos tienen vidas demasiado ocupadas para ir a ver a un viejo, que solo habla de arte.

—Bueno yo no tengo abuelos, solo una abuela en Argentina, así que te aprovecharé al máximo entonces.

—Entonces dime Nono —asiento— aquí vivo y este es mi número de teléfono —lo anota en una servilleta.

—La primera vez que conocí este restaurant maravilloso, me encontré a mi ex y a su novio haciéndole la propuesta de casamiento —miro a la pared llena de manos y los nombres de quiénes ayudaron a la re apertura de este lugar para distraerme—, ella estaba con ambos y él me ganó de mano porque yo iba a proponerle casamiento. Pero ahora contigo, este lugar ya no está ligado a un mal recuerdo, gracias por cambiar eso Nono.

—¿Y qué tal te va con Nina? Es de quién menos has hablado.

—Bien vamos bien.

—Griselda —toma mi mano— la vida aunque no lo parezca es demasiado corta, si ella no es la indicada habrá alguien que sí lo sea.

Un oscuro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora