CAPITULO 8 FINAL DEL PRIMER ARCO

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— ¡N-Ngh! —

El rey se encontraba conflictuado. Había pasado toda su existencia creyendo en su superioridad sobre los demás.

— ¡Ah! —

Desde el momento que salió del útero de su madre, ningún tipo de criatura o circunstancia le habían podido doblegar.

— ¡Mm! —

Ya fuera, haciendo uso de su fuerza o de su astucia, el goblin siempre se había salido con la suya sin tener que comprometer jamás la visión que tenía ni de sí mismo, ni del mundo que le rodeaba.

— ¡MMMMMierda! — 

Y mientras que, por un lado, su ego le empujaba a contenerse, a hacer cualquier cosa para evitar que su contrincante obtuviera ningún tipo de satisfacción del asunto, aun si esto lo mataba.

Por el otro lado, no podía evitar pensar que el ser violado de manera tan agresiva se sentía...

— ¡TAN RICO! —

Como ser golpeado por una tormenta.

Durante los últimos 2 meses del año, el mar de Ur, en el este, es imposible de navegar. Se dice, que durante esta temporada, las olas son tan altas y de una fuerza tan terrible, qué navíos imperiales capaces de albergar miles de pasajeros, resguardados por hechizos para aguantar todos los elementos, son levantados cuál rama, y forzados a chocar contra los escarpados acantilados de las islas circundantes. Dependiendo del capricho de las olas, esto puede incluso llegar a destruir por completo el navío.

Uno solo puede imaginar, lo que un barco de esas magnitudes sentiría en esa situación, o que diría de poder hacerlo.

O bueno, el rey realmente puede hacer más que imaginarlo, pues en comparativa, lo que le estaba pasando era mucho peor. 

— ¡Ughooo! ¡Lo siento! ¡Me equivoqué! ¡Amo tu verga! ¡La amo! —

La forma en la que la invasora lo estaba cogiendo era totalmente unilateral. No tenía escapatoria. Y lo peor de todo el asunto era que ya no sabía si decía aquellas palabras porque quería calmar la ira de la mujer, o porque realmente era lo que su corazón deseaba.

— D-Deja que me case con él, seré una buena esposa. ¡Lo juro! —

Cada palabra que salía de la boca del goblin, llevaba un esfuerzo enorme detrás. Ser penetrado por esa cosa era como cabalgar un caballo desbocado, y cada que hablaba debía cuidar no morderse la lengua.

— Ah~ no, esa oferta ya fue. Ahora solo eres carne, ¿entendiste? —

¿Cómo se atrevía a hablarle así? No era nada más que una mujer bestia, mientras él era un rey. ¿Carne? La única que era carne aquí era ella. Carne para alimentar a sus tropas o para generar más soldados. La osadía de la mujer era increíble. Por eso, el rey decidió dedicarle un par de palabras ante tan escandalosa declaración.

— ¡Ah! ¡Sí! Soy carne para tu verga. Solo sirvo para darle placer a tu majestuoso miembro. Usa mi coño como te plazca.~ —

El goblin entonces sintió como su cabeza era presionada con aún más fuerza contra el respaldo de su trono. Esto dolía, pero al mismo tiempo no podía evitar querer más.

— No me digas qué hacer. Además, es grosero que mi trozo de carne me hable sin honoríficos, ¿o es que ya lo olvidaste? —

La boca del pequeño goblin se abrió por completo. Al parecer sus palabras habían conseguido el efecto deseado. Ese enorme trozo de carne se estaba emocionando dentro de su culito.

— N-No lo olvidé, pa-! Papi...~ —

Las palabras del goblin dibujaron una sonrisa siniestra en los gruesos labios de la mujer.

La diosa de la lujuria me dio un pitote.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora