CAPITULO 10

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Una vez arreglado el asunto de los goblins, Yren se vio obligada a enfrentarse con una dura realidad; no sabía qué hacer de aquí en adelante.

Uno podría llegar a pensar que, basándonos en sus circunstancias, la semi bestia tendría como prioridad ir en busca de Marva para confrontarlo, pedir compensación o simplemente impartir justicia contra aquellos que la habían traicionado. 

Sin embargo, a Yren la traición le tenía sin cuidado, pues esto le había permitido renacer y experimentar muchas cosas que jamás habría podido imaginar en su existencia anterior.   

Yren quería honrar la voluntad de su dios. Esa voluntad que le había sido impuesta cuando su nueva vida floreció. "Vive como te plazca."

De esta forma, Yren decidió abandonar la colonia. Y ya que conocía la ubicación aproximada de la trayectoria que llevaría su antiguo grupo para volver al gremio de mercenarios, decidió partir en dirección completamente opuesta, hacia el sur. 

Y como un último acto de afecto hacia el semi orco, dejó su antiguo equipo en el pueblo. Así, si alguien del gremio pasaba a buscar corroborar la veracidad de su muerte, el jefe de la colonia solo tendría que hacer entrega de esto como prueba.

Ya nadie la iba a buscar. Además, el rey goblin, como "regalo de bodas" le hizo entrega de una armadura dorada mucho mejor que la basura de cuero que tenía antes, por lo que realmente no iba a extrañar nada de lo que dejó atrás. 

La verdad era, que despedirse de sus pequeños amantes verdes fue de las cosas más difíciles que tuvo que llevar a cabo en su vida. Pero era consciente de que llevar a una tropa de ese tamaño consigo solo causaría problemas. 

Así, con su corazón lleno de dolor, Yren procedió a cogerse a todos en el pueblo, una última vez, antes de partir sin decir nada más. 

Para cuando la gente se percató de que la semi bestia no estaba, ya se encontraba demasiado lejos como para poder ser alcanzada. 

Durante varios días, Yren caminó sin un plan concreto, cosa que para cualquier persona en sus cabales sería una completa estupidez, pues los caminos eran largos, y no había seguridad alguna de encontrar asentamientos o pueblos antes de que las raciones se agotaran.

Hace años, la gente simplemente recurría a cazar animales salvajes para sustentar el consumo de alimentos en sus viajes, pero pronto los animales aprendieron a evitar los caminos hechos por el hombre, por lo que no era una opción viable ahora mismo. Más esto no era problema para la semi bestia, pues ya desde su encontronazo con los goblins, se había dado cuenta de que su cuerpo podía pasar una cantidad indefinida de días sin comer o beber nada, esto en conjunto al hecho de que había descubierto que la simple acción de trotar la hacía ir tan rápido como un caballo galopante, el atravesar los caminos probó ser algo más bien trivial. 

En su camino hacia el sur, la mujer se encontró con un número variado de personajes poco remarcables, en su gran mayoría, mercaderes. 

Al parecer, un grupo enorme de soldados se estaba movilizando por las tierras bajas. Estos perros de guerra, como eran llamados, dejaban en paz a la población civil, pero los mercaderes tenían que ceder parte de sus bienes y ganancias o ser ejecutados. Esto podía variar dependiendo del tipo de comerciante, sin embargo, para esta gente resultaba más barato pagar una carreta para moverse a otro sitio, en lo que las cosas se calmaban que quedarse y pagar los exagerados tributos. 

En un principio, las historias no hicieron más que alarmar un poco a Yren, incluso se planteó el desviar su ruta, pues lo último que quería era meterse en problemas con algún señor de la guerra loco. Más, al comprobar que todos los comerciantes contaban la misma historia, se tranquilizó un poco, pues ¿qué más daba? Ella no era ningún comerciante, así que no tenía de que preocuparse. 

La diosa de la lujuria me dio un pitote.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora