RICITOS DE ORO

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CASSIDY

La reunión empezó y el ambiente era mucho mejor que la del día anterior, o al menos lo parecía. Miró de soslayo a Cassius y no lo vio para nada nervioso o incómodo como lo vio ayer, no, ahora estaba más contento, más relajado...

Le daba asco verlo tan feliz.

Dos horas de reunión más tarde, cada uno asentó su base de la programación y lo dejaron ahí. Decidieron que era buena hora para hacer un descanso. Fue entonces cuando Cassidy aprovechó para acercarse a él.

—Hola —le saludó y éste se sorprendió—¿Vas a bajar a la cafetería?

Vio que Cassius desvió la mirada y aclaró su garganta.

—Em, quizá.

—Entonces... ¿Tomamos algo juntos?

El chico se ruborizó y eso causó cierta ternura en Cassidy, pero seguía odiándole, una cosa no quitaba la otra y lo odiaría hasta su muerte.

—Creía que no querías que me acercara a ti jamás. —enfatizó esta última palabra ya que Cassidy se lo dejó bastante claro en el encuentro anterior.

—Es que... me pillaste en un mal momento. Estaba con los nervios del primer día y frustrada...—«Y te odio»—, pero... Ya estoy bastante mejor, y ahora te estoy invitando, ¿no?

Cassius asintió.

—Está bien.

Ambos bajaron juntos en el ascensor, en silencio. Cassidy ya estaba maldiciendolo en diez idiomas distintos en su mente al verlo sonreír de ese modo. Bajaron del ascensor y se dirigieron a la cafetería, ambos pidieron un capuchino y tomaron asiento en una mesa junto al enorme ventanal.

Cassidy escudriñaba a Cassius, sentía que no podía quitarle la vista de encima. ¿Por atractivo? Quizá. Pero no podía dejar de sospechar de él; cosa que no tiene mucho sentido, es decir ¿Cuántos perfiles más vas a encontrar que se parezcan a él, a su Cassius? Lo cual recordaba a Cassidy que tenía una charla pendiente con él...

—Y dime... ¿Cómo te llamas? —se atrevió al fin a preguntar.

Cassius dejó el café a un lado y miró a Cassidy.

—Cassius —apoyó los codos sobre la mesa.

«Hijo de puta, lo sabía».

—¿Por qué de todas las empresas en las que puedes trabajar vienes a este humilde pueblo? —insistió Cassidy.

Cassidy ya sabía la verdad, sabía la respuesta (a medias), pero quería oírla de su propia boca. Quería que le contase la verdad, aunque... También existía una pequeña y diminuta parte de Cassidy que ansiaba en que la respuesta fuera: «He vuelto por ti, Cassidy». Pero era muy consciente de que eso no iba a pasar, así que tendría que conformarse con escuchar, al menos, la verdad.

Sin embargo, Cassius se encogió de hombros.

—Simplemente me gustaba el perfil de la empresa. —se limitó a responder.

Cassidy mordió su labio inferior, impaciente. Apoyó los codos sobre la mesa, acercándose más a Cassius.

—¿De verdad? ¿De TOOODAS las empresas existentes te llamó la atención ésta? —siguió insistiendo.

—Me parece que intentas decirme algo con tu insistencia, Whailfolt, pero no logro entenderte. —éste también se inclinó hasta que quedaron apenas un par de centímetros de distancia.

Cassidy no se detuvo a pensar si alguien más los estaba mirando o escuchando, pero a esa distancia sería complicado que alguien más la oyera decir...

—Sabes perfectamente de qué te estoy hablando, Cassius —susurró en un tono de voz que solamente él pudiera escuchar.

—¿Podrías ser algo más específica, Whailfolt? —le susurró éste.

A esta distancia de escasos centímetros, Cassidy podía sentir hasta el aliento de Cassius. «A esta distancia podría darle rápidamente un puñetazo» pensó.

—Ya sabes cómo me llamo —susurró Cassidy.

—No, dímelo tú, Ricitos de oro.

Cassidy se inclinó más hasta que prácticamente pegó sus labios a la oreja de éste.

—Vete a la mierda, Cassius.

Cassidy se levantó de la silla, recogió sus cosas y se marchó a paso ligero de la cafetería. No se molestó en mirar si Cassius la seguía, no le importaba, solo quería irse de allí.

La había cagado, había arruinado su plan, se había dejado llevar por sus emociones y lo que empezó siendo un intento de sacar información, se convirtió en una batalla...

Él sabía perfectamente quién era ella, ¿Por qué demonios quiso sumergirse en este juego estúpido? Era más que obvio que él solo estaba intentando darle esquinazos a Cassidy y evitar darle las respuestas que ella quería.

Puede que Cassidy haya perdido la batalla, pero de seguro no iba a perder la guerra...

No. Ni de coña.

Se adentró en el aseo de las mujeres y fue directa al lavabo y echarse un poco de agua fresca en la cara para intentar calmar su ira homicida y recomponerse. Hizo los ejercicios de respiración que le mandó su terapeuta y salió afuera del edificio, tomando asiento en un banco que había junto a la entrada.

Se quedó mirando al cielo, pensativa (más bien embobada) y cerró los ojos. ¿Podría haber sido directa en ese momento y explotar todo contra Cassius? Por supuesto, pero no era tan buen plan estando en la cafetería de la empresa. También podría haber dejado de insistir y seguirle el juego a Cassius, pero eso para ella era caer muy bajo. Sus opciones se limitaron a asumir y aceptar lo que le había tocado de compañero.

—¿Ricitos de oro? —murmuró para sí misma.

Vaya nombre más ridículo. Ciertamente, de pequeña, en el colegio, sí le llamaban algunos así puesto que su melena escandalosamente rizada era increíblemente rubia. Así fue cómo la apodaron como la niña del cuento. Quizá en su momento era gracioso, pero que ahora Cassius usara ese apodo contra ella sabiendo quién era... Perdía todo el encanto.

Miró la hora en su móvil y vio que su descanso estaba por terminar, así que se preparó de nuevo para entrar y acabar con su jornada.

Porque era Cassidy Whailfolt, y no iba a dejar que nada ni nadie interfiriese en su futuro... Ni siquiera Cassius Gaidhen.

I d̶o̶n̶'t̶ want youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora