Capítulo 26

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Himerish se esforzaba por mantener el rostro serio. Sabía perfectamente la complejidad de su misión y lo importante que era mantener la compostura teniendo en cuenta su papel de líder, pero era imposible no reír ante la escena que se representaba a sus espaldas. I-shui y Saiko ¨discutían¨ igual que cuando eran niños. Quizás incluso era más divertido, porque I-Shui exageraba más que en el pasado en cuanto a la protección de Saiko, mientras que ella alegaba que había pasado demasiados momentos peligrosos como para no saber actuar ante ellos.

-Precisamente porque has pasado momentos de riesgo tengo que protegerte, para que no vuelvan a ocurrir. Intenta entenderlo Saiko, aún eres una niña.- Razonaba I-Shui intentando abrazarla, pero ella le dio un manotazo espantado su mano.

-¿Una niña? ¡Me han considerado uno de los jefes de la organización que atemoriza el país aún siendo el último en llegar! ¿Eso lo hace una niña?- Se exaltó ella aligerando el paso y dejando atrás a su hermano.

-Pero... ¿Por qué sigues refiriéndote a ti en masculino?-Preguntó confuso.

Saiko paró de golpe como analizando lo que había dicho, y yo no pude más que soltar una carcajada. Era revitalizante que se volvieran a comportar como hace años, de alguna forma hacía que la situación en la que me encontraba me provocase menos miedo. También me recordaba por qué luchaba. Lo hacía porque quería asegurarme de un futuro en el que estuvieran ellos, y en el que fueran lo suficientemente felices como para sacarme una sonrisa a diario.

Ambos me observaron, confusos por mi repentina risa. Y eso me provocó aún más ganas de reír. Sé que para ellos soy como un hermano mayor, estricto y severo, pero llega un punto en el que la máscara se cae y por más que intente comportarme conforme a mi posición, ahora que siento el peligro persiguiéndome solo quiero reír con ellos. Pero esperaría a que todo hubiese terminado para permitirme ser un poco más flexible, un poco más como soy cuando nadie mira.

-Chicos vamos a tener que aligerar el paso si queremos cumplir nuestra misión.- Les grité volviendo a mi actitud rígida.

Habíamos acordado pasar por todos los pueblos de Norland. Hiraky nos había dejado en Aubolto al ser el pueblo más cercano a Cofina, pero el resto del viaje debíamos de hacerlo solos. Planificamos una ruta, en primer lugar iríamos a Ande y atravesaríamos la explanada evitando el bosque de Setalia para llegar a Archeland, de esta forma no molestaríamos a las ninfas de la fauna en su labor de ¨restauración¨. Una vez en el pueblo alquilaríamos un carro para cruzar rápidamente Minea y llegar a Ashelville. Seguramente eso servirá para que corra la voz, pero si terminamos nuestra misión antes de que la batalla comience visitaremos todas las colonias aisladas.

Sin embargo, lo que más me preocupaba no era la ruta, si no que la misión fuera en vano. En Aubolto apenas un cuarto de la población prestó atención a nuestras palabras, y de ellos no sabíamos cuantos nos apoyarán. Era decisivo para poder cumplir con nuestro deber encontrar otra forma de transmitir el mensaje. Informar solamente no es suficiente. La gente estaba acostumbrada a las historias de los viajeros y a los romances de los juglares, es normal que no creyeran las palabras de unos desconocidos, y más cuando decían algo tan inverosímil como que las ninfas existían y estaban a punto de ser forzadas a una batalla.

Suspiró muy cansado de repente. No sabía cómo lidiar con este tipo de problemas. Al ser de la nobleza siempre le habían escuchado, su palabra se tomaba como cierta. Nunca pensó que tendría que hallar la forma de llegar a la gente, pues esta siempre iba voluntariamente a su lado. Aunque la misión pareciera sencilla, Himerish habría preferido con creces una labor que le permitiera tener la espada en el puño.

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Gin ascendía con rapidez convirtiéndose en una ráfaga de aire para después bajar en espiral. Repitió este ritual varias veces, manifestando su felicidad. A Yua le irritaba este comportamiento, pero lo dejaba estar con la intención de evitar discusiones inútiles. Además podía llegar a entenderla. También ella esperaba algo más de resistencia por parte de sus hermanas, pero la habían sorprendido por completo. Por donde quiera que pasaran, las ninfas veían respuesta a las preguntas que venían haciéndose y se enfurecían por el trato que habían recibido las ninfas de la fauna, encerradas sin respeto.

Las ninfas estaban cansadas de estar escondidas. Cansadas de esta situación. Ansiaban terminar con el lamento en el que se habían convertido sus vidas. Querían volver a los tiempos en los que recorrían todo el mundo de ancho a largo. Se escondieron para evitar una batalla con las ninfas de la fauna que no iban a permitir ver sufrir a sus hijos. Se escondieron porque pelear entre ellas no era una opción. Pero en este momento se habían vueltos irritables entre ellas y las peleas eran diarias. Era necesaria una batalla. Tenían que zanjar cuanto antes el problema de los humanos. Ya no valían parches. Ahora acabarían de raíz con esta molestia.

No hubo nadie en desacuerdo esta vez. Todas coincidieron. Saldrían a la luz de nuevo y harían ver a los humanos que había límites. Era el momento de volver a educar a sus hijos.

Los siete templosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora