Capítulo 18

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La luz del sol lo despertó. Se encontraban en un lugar sombrío y frío. Himerish miró a su alrededor buscando algún indicio de dónde se hallaba. El suelo de la jaula era tierra húmeda, sabía que era una jaula por los barrotes que se alzaban ante él cerrando la única salida de la vasta cueva. Las paredes eran de una roca rojiza que le costó identificar, pero finalmente susurró ¨Cofina¨.

-Así es.- Giró para encontrarme con el rostro de I-Shui, el cual estaba tumbado en el suelo buscando una postura más cómoda.- Me percaté al despertar. Roca magenta. Solo se encuentra en Cofina. ¿Por qué aquí, maestro? ¿Qué tiene este lugar de particular?

No me vi con capacidad de responderle. Me limité a negar, explorando todavía con mi mirada todo lo que podía abarcar. No había mucho que ver. Las chicas nos observaban en la zona más alejada de nosotros, pero no me sentí con fuerzas para interrogarlas respecto a lo que había pasado en el bosque. Me permití unos minutos de paz antes de inundarme en ese peligroso mundo del que ellas provenían. Porque me hacía una pequeña idea de lo que eran. No me atrevía a pronunciar tal locura en voz alta, pero las palabras de los libros que leí en mi juventud resonaron en mi mente. ¨Seres místicos invariables en el tiempo¨, ¨Gobernantes de este mundo y de todos los siguientes¨, ¨ Carne que representa todos los elementos: Agua, aire, fuego, tierra, flora, fauna y luz¨.

Cerré los ojos aturdido. Me levanté con esfuerzo. Los golpes de la pasada batalla hacían mella en mí ahora. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde entonces? ¿Unas horas? ¿Un día? ¿Dos? No podía aproximarme con seguridad. Agarré los barrotes dejando mi cabeza reposar en ellos. Al otro lado podía observar un pasillo escavado en la roca. Supuse que nos encontrábamos en una de las montañas de la pequeña cordillera. Enfrente de nuestra celda había una mesa de madera oscura con centenares de pergaminos, un mapa y un objeto sobre él que no pude identificar. Pero ningún manojo de llaves que supusiera nuestra salvación.

-¿No podéis sacarnos de aquí?- Despegué mi rostro de los barrotes para mirar a I-Shui, que se hallaba ya sentado y enfrentándose a nuestras compañeras con un deje de súplica en su voz.

-No.- Susurró Bella en respuesta.- La magia que recorre estos barrotes es anterior a nosotras. No podemos destruirlos. Y será más fuerte conforme pase el tiempo.

-¿Por qué?- Pregunté apartándome completamente de la salida.

-Porque se alimenta de nosotras.- Observé el rostro de Yua y la fuerza que siempre poseía. ¿Cómo no me había percatado de ella antes?

-Tal vez alguna de las vuestras venga a rescataros.- Aventuré.

-¿Alguna de las nuestras?- Repitió Yua con una sonrisa ladina.- ¿Acaso sabes qué somos?

-Creo saberlo.

-Entonces te diré que ninguna de las nuestras vendrá a socorrernos. Hemos quebrantado leyes y ya estábamos sobre aviso. Segundo aviso Himerish, esta vez no nos salvarán.

-¿Esta vez?- La voz de I-Shui volvió a sonar a mi lado.

-Es una historia larga y triste.- Advirtió Bella. El mensaje está claro ¨No preguntéis¨. Pero no pensaba quedarme en la ignorancia. Iba a saber que estaba ocurriendo desde que llegaron a nuestras vidas, iba a saber todo de esas criaturas tan fascinantes e iba a saber cómo nos podían ayudar a rescatar Norland de la devastación.

-Tenemos tiempo, más del que querríamos incluso. Y me he podido percatar de que las historias tristes son las más motivadoras.

Bella suspiró al oír mis palabras. Querían decirlo, pero no podían. Si necesitaban una excusa les daría todas las que quisiesen. Vi a Yua animar a Bella a hablar. ¿Qué les quedaba ya por perder? Por esta vez serían sinceras, aunque la historia que se disponían a  contar era una herida en el alma de las ninfas. Una herida que no había cerrado aún.

 

  

Los siete templosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora