Capítulo 7 {Segunda Parte}

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-Vamos -dijo él-. Sigue, cómetelo todo. Quiero que estés sana y hermosa para cuando tenga que utilizarte en mi negociación con Jonas.

A Selena se le heló la sonrisa en la boca al escuchar esas palabras.

Negociación. Trato. Sí. Quería verla sana para tratar con ella como se hace con un caballo en una feria de ganado. Hermosa y con buenas carnes como una vaca de cría. Quizá encontrase incluso la manera de venderla al peso. Se mordió los labios y bajó la mirada hacia la bandeja.

-¿Cómo puede estar tan seguro de que yo pueda tener algún valor para él? Nick está casado. No puede sentir amor por mí. Cuando uno está casado, no puede amar a nadie más.

-¿De verdad crees eso? -exclamó Justin.

-¡Claro que sí! -respondió ella-. Él no me ama, y yo no... No puedo volver a amarlo nunca más.

-¿Por qué no? Jonas sigue siendo un barón. Una vez que se divorcie, quedará libre y podrá casarse legalmente contigo. Pero ya no tendrá la fortuna de Miley. ¿Es ese el problema?

Selena soltó una carcajada.

-No me importa el dinero. Nunca lo he tenido y estoy acostumbrada a vivir sólo con lo necesario.

-¿Y?

-Él me mintió. Y eso es algo muy grave. El matrimonio es para toda la vida. Las promesas no son simplemente palabras. Cuando me case, será con un hombre que sepa lo que vale una promesa.

-Me sorprende -dijo él-. Nunca pensé que una mujer como tú fuera...

-¿Fuera qué? -preguntó ella.

-Tan... anticuada -respondió él muy sereno-. ¿Una mujer que cree en el honor y el compromiso? ¿Una mujer que no se puede comprar? No sabía que quedara aún alguien así.

Selena se ruborizó al oír esas palabras. ¿Se estaba riendo de ella, tomándola por una ingenua?

-No es tan raro -dijo en ella en su defensa-. En la ciudad donde nací, hay muchas personas que piensan como yo. Sobre todo en mi familia -se mordió los labios recordando que su familia estaría preocupada por ella y que Nick probablemente no les hubiera informado de dónde estaba-. ¿Me dejará que llame a mi madre y le diga lo que me ha pasado?

-Lo siento -replicó él moviendo la cabeza con gesto negativo-. Sería asumir demasiados riesgos. Tu madre podría avisar a la policía. Cosa que sé con toda seguridad que Nick no hará.

-Está bien -susurró ella, mirando para otra parte-. La verdad es que aún no acierto a comprender cómo Nick fue capaz de algo tan horrible como organizar una boda falsa conmigo.

Justin le tomó la barbilla, obligándola a mirarlo a la cara. Luego se acercó a ella, hasta que Selena sintió sus ojos cafés despidiendo un fuego que pareció consumirla por dentro.

-Quería asegurarse de que ningún otro hombre pudiera poseerte.

-Me siento patética -exclamó tapándose la cara con las manos.

-Selena... Lo siento. No tenía derecho a llamarte ingenua ni anticuada. Simplemente confías en la bondad y en la buena voluntad de la gente y eso es una buena cualidad muy poco común.

Ella sintió entonces el calor de sus brazos alrededor del cuerpo.

¡No! No podía dejar que la tocara. Si lo dejaba, se derretiría en sus brazos. Se echó hacia atrás, apartándose, y lo miró a los ojos indignada.

-Si de verdad piensas eso de mí, déjame llamar a mi familia y decirles que estoy bien -dijo tuteándolo.

-Estoy seguro de que Nick ya les habrá informado -replicó él.

-No. Necesito hablar con ellos ahora.

-Ya sabes mi respuesta. No -dijo él, levantándose de la cama-. Hay una buena colección de vestidos en el armario. Elige el que más te guste y disfruta de tu desayuno.

Justin salió del dormitorio y antes de desaparecer de la vista de Selena, volteó a mirarla por unos segundos, luego se fue. Ella se quedó mirando por unos instantes la puerta.

Con un suspiro de cansancio, se levantó de la cama y se dirigió al armario. Tal como él le había indicado, había una buena colección de vestidos nuevos, perfectamente planchados, y en una amplia variedad de tallas.

Pasó las manos por aquellos vestidos, colgados de las perchas, acariciando sus finas telas. Luego miró en la parte baja, donde había un buen número de zapatos muy bien ordenados. Había trajes de todos los estilos posibles que una mujer pudiera desear, desde bikinis y vestidos de noche hasta pantalones deportivos y camisetas. Desde ropa de andar por casa hasta modelos exclusivos.

Todo lo contrario que con Nick, que había tenido siempre una idea preconcebida de cómo le gustaba que fuese vestida. No le había permitido siquiera que se quitara el traje de novia y se pusiera otro más indicado para la fiesta. «Tú estás espléndida te pongas lo que te pongas, cariño», le había dicho. «Pero prefiero que lleves las joyas y las pieles que te mereces».

Ella había tratado de decirle más de una vez que no se sentía cómoda con esas cosas, pero él nunca la escuchaba.

Llena de tristeza, se volvió a la cama y se sirvió un poco de café caliente en la taza de porcelana que había en la bandeja. Bebió un sorbo y se miró en el espejo del tocador.

Tenía un aspecto horrible. Las ojeras la hacían parecer un fantasma de Halloween. Estaba pálida y delgada. Y además el maquillaje y el rímel se le habían corrido por toda la cara.

Bebió otro sorbo de café. Se fijó entonces en el vestido de novia, arrugado y medio roto, tirado en el mismo sitio en que lo había dejado Justin la noche anterior. Cruzó la habitación descalza, recogió aquel vestido de alta costura con dos dedos y lo arrojó a la basura.

Se sintió mejor. Incluso tenía hambre.

Volvió a tomar la bandeja de desayuno y se echó tres cucharadas colmadas de azúcar en el café y un buen chorro de leche. El café adquirió una fragancia dulce y cremosa. Lo bebió con gusto. Estaba delicioso. Luego, dio buena cuenta del resto de los cruasanes, untados con mantequilla.

Dejó a un lado la bandeja, se quitó el sostén y las braguitas que Nick le había comprado y los tiró al suelo. Miró durante unos segundos aquellas delicadas prendas de lencería fina. Luego, les dio una patada y las echó también a la basura.

El Secuestro {Jelena}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora