—¿Quién es usted? —acertó a decir.
El hombre no contestó y avanzó hacia ella.
Había algo en aquel rostro sombrío y en aquella mirada malévola que despertó sus temores.
Comprendió de repente que se había alejado demasiado del castillo y se hallaba sola en aquel paraje. En el salón de baile, repleto de invitados bebiendo champán, estaría tocando en ese momento la orquesta. Nadie la oiría gritar.
¡Qué tontería! Estaba en Suecia. El lugar más seguro del mundo.
Sin hacer caso a su instinto, que le decía que se diera la vuelta y echase a correr, Selena se quedó en el sitio, se cruzó de brazos y alzó la barbilla desafiante esperando la respuesta del desconocido.
El hombre se detuvo a escasos centímetros de ella. Era alto, musculoso y tenía unos hombros anchos.
—¿Estás aquí sola, pequeña? —dijo al fin, con un diabólico brillo en sus ojos.
Selena sintió un escalofrío por todo el cuerpo, pero se armó de valor y movió la cabeza con gesto negativo.
—Hay cientos de personas en el salón.
—Sí, pero tú no estás en el salón. Estás aquí, sola. No sabes lo fría que puede resultar aquí una noche de invierno.
Volvió a sentir un escalofrío, pero ahora de forma más intensa.
A pesar del calor tan agradable que había en el salón del castillo, de los jerséis que se había llevado, de los halagos de Nick diciéndole que era la mujer perfecta y de la belleza de los paisajes que rodeaban el castillo, no se había sentido a gusto una sola vez en aquel lugar casi polar, rodeado de hielo y nieve. Pero no iba a decirle eso a aquel extraño.
—No me asusto fácilmente por un poco de nieve.
—¡Qué valiente! —exclamó el hombre, recorriéndola de arriba a abajo con su ardiente mirada—. Pero sabes a lo que he venido, ¿verdad?
—Sí, claro que sí —respondió ella, desconcertada.
—¿Y a pesar de todo no sales corriendo?
—¿Por qué iba a hacerlo?
—¿Asumes entonces toda la responsabilidad por su delito? —preguntó el hombre, mirándola como si intentara penetrar en el fondo de su alma.
A Selena le resultaba difícil ver su rostro. En medio de las sombras de la noche tenuemente iluminada por la luna, parecía un vampiro absorbiendo cada rayo de luz reflejado por la nieve. Todo en él, desde el color de su pelo y de sus ojos hasta su chaquetón, se veían tan negros como la noche. Había algo en él que daba miedo.
Sin embargo, Selena no se movió del sitio, permaneció inmóvil. Miró de reojo hacia el castillo para tranquilizarse. Su esposo y su familia se encontraban allí. No había ninguna razón para asustarse.
¡Todo eran imaginaciones suyas!
—¿Llama usted delito a mi boda? Admito que, tal vez, haya sido excesivamente suntuosa, pero no creo eso sea un delito —dijo muy serena, y añadió luego al ver que el hombre permanecía impasible—. Lo siento. No debería decir bromas. Debe haber hecho un largo viaje para asistir a nuestra boda, y todo para llegar con una hora de retraso. No me extraña que esté molesto.
—¿Molesto?
—Venga conmigo al salón a tomar una copa de champán —le propuso ella mientras comenzaba a retroceder instintivamente unos pasos hacia el castillo—. Nick se alegrará de verle.
—¿Eso es otra broma? —dijo el hombre, soltando una carcajada.
—¿No es usted amigo suyo?
—No. No soy su amigo —respondió él, acercándose a ella.
Selena sintió su cuerpo muy cerca del suyo, como una amenaza. Tenía que salir huyendo de allí sin perder un instante. Estaba en juego su seguridad.
—Disculpe —dijo ella con la voz entrecortada, tropezándose con el vestido mientras trataba de retroceder de nuevo—. Mi marido me está esperando. Cientos de personas, incluidos guardias de seguridad y policías, están esperando a que abramos el baile de recién casados...
No pudo continuar. El hombre la agarró por el brazo con fuerza para evitar que escapase.
—¿Casados? —repitió él mirándola como si quisiera matarla por haber dicho esa palabra.
—Sí... ¡Déjeme por favor, me está haciendo daño!
El hombre de negro la sujetó con más fuerza mientras recorría su cuerpo de forma insolente con la mirada, desde sus pechos hasta el anillo de brillantes que llevaba en la mano izquierda. Finalmente la miró a los ojos con una expresión diabólica.
—Los dos merecen arder en el infierno por lo que han hecho.
—¿Qué dice? ¿De qué está hablando?
—Lo sabes de sobra —contestó él con voz desolada—. Igual que también sabes por qué he venido.
—¡No! —exclamó ella, forcejeando para tratar de soltarse—. ¿Está loco? ¡Suélteme! ¡Déjeme!
Un soplo de aire le levantó el velo, dejando al descubierto su maravilloso cabello castaño que llevaba recogido en un moño. Selena percibió el peligro que emanaba del cuerpo de aquel hombre extraño, y por un momento, se sintió inmersa en una pesadilla. ¡Pero aquello no era un sueño! Él la agarraba con fuerza, haciendo inútiles sus forcejeos.
—Tal como me imaginaba, eres una embustera. Lo que no me esperaba era que fueras tan hermosa.
—Creo que usted se equivoca. Debe estar confundiéndome...
Selena se humedeció los labios resecos, mientras el hombre seguía atentamente cada uno de los movimientos de su lengua.
El fuego que veía en su mirada provocaba en ella un ardiente calor que se extendía por todo su cuerpo, desde la boca y los pechos hasta el vientre y el centro mismo de su feminidad.
—No, no hay ninguna equivocación —dijo él fuera de sí, agarrándola ahora por los hombros—. Haz cometido un delito y ya es hora de que pagues.
—¡Usted debe de estar borracho... o loco!
Le propinó un par de patadas en las espinillas, consiguió soltarse y salió corriendo desesperada hacia el castillo.
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El Secuestro {Jelena}
FanfictionSi alguno de los presentes conoce alguna razón por la que este matrimonio no deba seguir adelante, que hable ahora o... Justin Bieber no se iba a limitar a protestar por la boda de Selena Gomez. Iba a secuestrar a la hermosa novia para llevarla a su...