Capítulo 3 {Tercera Parte}

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El avión aceleró por la pista iniciando el despegue y él se sentó a su lado. Ella se agarró a los brazos del asiento mientras él sacaba tranquilamente su ordenador portátil.

Una vez en el aire, Selena miró por la ventanilla. Todo lo que se podía ver era un cielo oscuro y pequeños puntos lejanos de luz.

Nadie podía ayudarla. Estaba sola. Respiró hondamente tratando de controlar el pánico.

—¿Dónde me lleva?

Justin no respondió. Se quedó mirando la pantalla de su ordenador y escribió después algo muy de prisa. La azafata llegó con su whisky en una bandeja. Él echó un trago.

—¿Dónde me lleva? —repitió ella en cuanto la azafata se dio la vuelta.

—Eso es algo irrelevante.

—Le exijo que me diga a dónde me lleva.

—Creo que no estás en condiciones de exigir nada.

—¿Es esto un secuestro?

—Esa es una palabra muy melodramática.

—¿Y qué palabra usaría usted?

—Justicia —replicó él fríamente.

—No tiene mi pasaporte.

—Eso es algo que podemos arreglar.

—¿Cómo?

—Ya te lo he dicho —respondió él—. No hay nada imposible. Todo tiene un precio.

—Dígame ahora mismo dónde vamos o si no...

—O si no, ¿qué? —dijo él con una sonrisa burlona.

¡Oh! ¡Cuánto le habría gustado a ella tener en ese instante un bate de béisbol! ¡O al menos un buen bolso!

Pero, como no tenía ni una cosa ni otra, trató de poner la expresión más dura que pudo.

—¡Ya puede ir diciéndome a dónde nos dirigimos o haré que este vuelo se convierta para usted en un auténtico infierno!

—Te creo —replicó él, mirándola fijamente con una amarga sonrisa, y añadió después tras concluir lo que estaba escribiendo en la pantalla de su ordenador—: Vamos a Grecia.

—¡¿Qué?! ¿Para qué?

—Para obligar a Jonas a que me dé lo que quiero.

—¿Y qué es lo que quiere?

—Si él te ama tanto como crees —dijo él con tono despectivo—, aceptará el trato.

—¿Un trato? ¿Qué trato?

—Tú —respondió él, echando otro trago de whisky—. Te utilizaré para obligarlo a divorciarse de su esposa. De su verdadera esposa.

—Yo soy su única y verdadera esposa. Y nada de lo que usted diga podrá convencerme de lo contrario.

—¿De verdad es posible que tú no lo supieras? —dijo él con el ceño fruncido.

—¿Saber qué? Todo esto es un gran error.

—No acertaba a comprender por qué Nick había montado todo este espectáculo. Pero, si tú no sabías que ya estaba casado... —dijo Justin mirándola fijamente—. ¿Le planteaste algún ultimátum? ¿Algo que le hiciera pensar que la única forma que tenía de seguir acostándose contigo era fingiendo una boda?

«¡Seguir acostándose!», se dijo Selena para sí, mirándolo indignada. Ella no se había acostado con él. ¡Ni con él ni con ningún otro hombre! ¡Había guardado su virginidad para la noche de bodas!

No tenía ningún sentido que Nick se hubiera tomado tantas molestias y hubiera montado toda aquella ceremonia sólo para acostarse con ella.

—Haré cualquier cosa por ti, cariño —le había dicho Nick una semana antes—. Mi vida sería un infierno sin ti. Tienes que ser mía.

Selena tomó aliento y trató de dejar a un lado sus recuerdos y volver al presente.

—Nuestro matrimonio fue auténtico. No hay ninguna otra mujer.

Justin se giró en el asiento para acercarse a ella.

—Te estoy diciendo la verdad, Selena —le dijo muy sereno.

Ella lo miró durante un buen rato. Su rostro era demasiado enérgico, demasiado viril. Un perfil perfecto.

Se inclinó hacia ella y la miró a los ojos. Ella sintió la calidez y la fuerza de su cuerpo. En contra de su voluntad, se embriagó de su perfume, una mezcla de masculinidad y de alguna exótica fragancia. Estaba tan cerca de ella. Tan cerca...

—¿Y quién es esa mujer que según usted es su verdadera esposa? —preguntó ella en un hilo de voz.

—Miley Ray Cyrus.

—¿Ray Cyrus?

—¿La conoces? —preguntó él.

—Hay una familia acomodada de San Francisco, que aparece a menudo en los periódicos...

—Sí, ella es.

—Pero según creo haber leído, sus padres han muerto y ella, su única hija, acaba de terminar el instituto y ha empezado la universidad.

—Ahora está en coma —dijo él con toda crudeza—. Necesita ayuda y yo no puedo localizarla para llevarla a un hospital. Pero tú me servirás para negociar con Jonas. Eres su punto débil. Eres la mujer más bella que he visto en mi vida. Si no fuera por... eso... —murmuró frunciendo el ceño—. Quítatelo.

—¿Qué?

—El vestido. Quítatelo.

—¿De qué está hablando?

—El vestido de novia. Es un insulto. Para ella y para mí. Quítatelo. Tú no eres una novia.

—Yo soy...

—Quítatelo ahora mismo o te lo quitaré yo —dijo él muy enfadado.

—¡No tengo otra cosa que ponerme!

—Ese no es mi problema —replicó él con indiferencia.

Ella se levantó furiosa del asiento y alzó la cabeza desafiante.

—Tengo todo el derecho a llevar este vestido. Soy una novia. ¡Y usted, un mentiroso!

Él se puso en pie rápidamente, como un depredador a punto de saltar sobre su presa.

—Dime eso otra vez, princesa —dijo él en tono de amenaza.

—Soy baronesa —lo corrigió ella con arrogancia—. ¡Y usted, Justin Bieber, es un mentiroso!

El Secuestro {Jelena}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora