Capítulo 7 {Tercera Parte}

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Entró en el cuarto de baño, que estaba dentro del propio dormitorio, y abrió el grifo de la ducha. Se puso debajo del chorro de agua caliente y se lavó la cara hasta borrar todos los restos del maquillaje.

Salió y se secó con una toalla. Luego tomó mecánicamente el secador del pelo, pero se detuvo antes de ponerlo en marcha.

No. No más secadores. No más pinzas, ni rizadores, ni... Volvió desnuda al tocador, abrió un cajón y encontró un sostén normal y unas bragas blancas de algodón muy cómodas. Echó una ojeada luego al armario. Pasó por alto los lujosos vestidos de noche de satén y escogió una sencilla falda de algodón y un suéter de punto. Después de vestirse, se volvió a mirar en el espejo y respiró profundamente.

Había vuelto a recobrar su aspecto de siempre. Volvía a ser Selena Gomez, la chica que trabajaba de camarera para conseguir graduarse en la universidad y la hija cariñosa que llevaba pasteles a sus padres los fines de semana. Sin joyas, ni pieles, ni diademas.

Sólo ella misma.

Sus ojos sí parecían diferentes. Estaban hinchados por las lágrimas derramadas, pero había realmente algo más. Aunque ya no era una novia, seguía siendo virgen, pero sabía que ya no volvería a ser nunca más la chica idealista y romántica de antes.

Con aquella ropa informal, sin ningún tipo de maquillaje, y dejando que se le secase el pelo al aire, se sintió más libre. Se dirigió a la mesa que había junto a la terraza. Descorrió las puertas de cristal y se asomó para ver el mar mientras terminaba lo que le quedaba del desayuno, la fruta fresca, las patatas fritas y las pastas.

Se sintió bien. Una oleada de libertad corría por su cuerpo, fresca y refrescante como la suave brisa marina que se filtraba por la ventana. Dejó la taza de café y los platos vacíos en la bandeja y salió a la terraza a contemplar el azul del mar. El aire era cálido y olía a sal y al aroma de flores exóticas venidas de tierras lejanas.

La noche anterior había sentido miedo. La villa le había parecido poblada de sombras y oscuridades. Pero aquel día, a la luz del sol, la encontraba hermosa, con sus parterres de flores de color rosa al borde de aquel mar tan azul y luminoso.

Cerró los ojos para disfrutar mejor del placer de sentir en su cuerpo la brisa de la mañana, y se puso de cara al sol para recibir el calor de sus rayos como una flor que se hubiese visto privada de él durante años. Por primera vez en tres meses, no se sentía nerviosa ni estresada. Se sentía feliz.

-¡Compra! -dijo la voz de Justin llegando desde abajo-. Pero espera a que el precio baje a cuarenta. Para entonces habrá cundido el pánico entre los accionistas y no les quedará más remedio que vender.

Selena miró hacia abajo y lo vio paseando por la arboleda que había junto a la piscina mientras hablaba por su teléfono móvil.

Ofrecía un aspecto impresionante con aquella camiseta sin mangas y aquellos pantalones cortos que dejaban al descubierto la musculatura de sus brazos y sus piernas.

Le pareció un hombre diferente. La luz del sol, matizada a través de la masa de nubes grises, contribuía a suavizar la dureza de sus facciones. No le pareció ya tan terrible como el día anterior, sino un hombre apuesto de facciones muy varoniles.

¿Es que ya no le tenía miedo? En realidad, no tenía derecho a hacerlo. Si Justin no la hubiese raptado, ella se habría entregado esa noche a Nick, creyendo que era su esposa. Y habría cometido el mayor error de su vida.

-Bien -oyó decir a Justin por teléfono.

Él alzó de improviso la cabeza y miró en dirección a la terraza donde ella estaba.

Conteniendo la respiración, ella dio un paso atrás tratando de ocultarse en las sombras.

Un instante después, oyó su voz.

-Selena -la llamó él desde abajo, con una media sonrisa-. Te estoy viendo.

Ella dio un paso adelante, roja de vergüenza.

-¡Ah! ¡Hola! -dijo ella, esforzándose por aparentar normalidad-. No te había visto.

-Vamos, baja -replicó él con una sonrisa-. Quiero enseñarte algo.

El Secuestro {Jelena}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora