Capítulo 20

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— ¿Alguna vez has pensado en casarte? —

Jayce no pudo esconder su sorpresa por aquella duda, jugó con la pajilla entre sus labios, moviéndola de lado a lado con su lengua. El sabor ácido de la limonada, empapaba sus labios. El hombre más hermoso a sus ojos, yacía frente a él, tomando una soda, mientras devoraba pedazo a pedazo un poco de pastel.

— ¿Es una pregunta capciosa? —

Asher solo llegó a sonreír, sus hombros cayeron hacia adelante, acorde a su pausado resoplo. Admiró tras la ventana, la vida afuera de la pequeña cafetería. Las tardes de domingo solían ser bastante animadas, personas caminando por las aceras, chicos jugando a la pelota en medio de la calle, familias pasando el rato junto a la orilla del mar y el ruido de felicidad por la cotidianidad revoloteando en el aire.

— Es solo una pregunta — recordó la sensación del anillo en su dedo anular. Aspirar a las mismas metas que su relación anterior no se sentía correcto. Leopoldo terminó por darle un latigazo con la cola, impaciente por recibir un poco más de aquel gustoso pedazo de pastel — ¿Algún día te quieres casar? —

— El Padre Thomas no puede casarnos — Jay fue el único en gozar del pastel, se relamió hasta los dedos, degustando su sabor.

La dulce expresión de Asher se llenó de desilusión, se posó sobre sus ojos, sin querer marcharse — No... No hay matrimonios homosexuales en la iglesia, o en lo civil, en realidad ni siquiera podemos casarnos — sus dedos se enredaron entre las orejas de Leopoldo, intentando olvidar la sensación amarga en su paladar.

— Ibas a casarte, ¿por qué dices que no se puede? —

— Queríamos fingir, pretender que podíamos tener una ceremonia — sonrió por ese preciado recuerdo de su anterior amor, sus memorias habían dejado de doler. Ahora, mirando al pasado, solo existía felicidad con una pizca de melancolía — Una gran ceremonia, aunque sólo estuvieran tres personas —

Jayce se removió, incómodo, quizá celoso de las vivencias de una historia a la que él no pertenecía.

— ¿Sigue siendo tu sueño? —

— Es un sueño de dos, no puedo soñar yo solo... — Succionó el último trago de su soda, provocando un nefasto ruido al terminar — para ti parece una pesadilla —

El ladrido de Leopoldo queriendo marcharse porque la comida se había acabado, dio por finalizada la inconclusa charla.

Aquellos días estaba ido, adentrándose tan profundo en sus pensamientos, que estar ausente de la realidad trajo sus propias consecuencias

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Aquellos días estaba ido, adentrándose tan profundo en sus pensamientos, que estar ausente de la realidad trajo sus propias consecuencias. El corte en su brazo por perderse durante sus horas de trabajo, era un doloroso recordatorio.

Bajo la sombra de un frondoso árbol junto a la casa, arreglaba un par de desperfectos de vehículo. Por una de las ventanas, viendo de reojo, podía captar la figura de Asher en su máquina de coser, peleando con una prenda y charlando con Leopoldo a su lado, agitándole la cola a su humano.

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