Capítulo 18

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Como el drogadicto con síntomas de incontinencia necesitando de una dosis de su adicción, Jay solo pudo saciar su malestar en los labios de Asher. Su boca presionó la contraria, reclamando la tierna piel con sus dientes, lamiendo por encima, los últimos rastros de su herida.

Ash se derritió en sus brazos, encontrando aquel soplo que le devolvió a la vida. Sus manos pasaron por sus hombros, hallando su destino al sujetarse a su espalda, tironeando con sus dedos de su camisa, estirando la tela.

La desesperación era la traducción de ese voraz beso.

Huxley sintió la debilidad del pequeño cuerpo entre sus brazos, aferrado a él con sus pocas fuerzas, ni su tiritar le hizo parar, esos años guardando el secreto, terminaron por liberarse sin segunda oportunidad de contención.

Asher se alejó, tomando una ahogada respiración, su pecho ardía por la falta de aire, sin embargo, sus necesidades no calzaban con las de Jayce, quien solo le permitió un segundo, antes de volver a unir sus bocas en un frenético, húmedo y ruidoso vaivén.

El tiempo pareció detenerse durante el encuentro de sus placeres. Las manos de Jay recorrieron el contorno de su espalda, hasta llegar a apretar con descaro sus nalgas, provocándole un respingo antes de acostumbrarse a su falta de pudor.

Asher creó su propio camino al sujetarlo con los brazos alrededor de sus hombros, una de sus manos se enterró en sus cabellos, enredándose entre las hebras. La otra, se mantuvo tanteando su espalda, jalando hacia arriba, queriendo un soporte al ponerse de puntillas, entregándose a su corazón.

La cuenta de los besos se perdió, en medio de esa férrea guerra por conquistar al contrario. Tras una larga lucha de minutos, no había un claro vencedor.

Ash entrecerró los ojos por un segundo, al sentir la firme caricia sobre su mejilla, Jay presionó con su pulgar el labio inferior del hombre, sonriendo ladinamente por esa dolorosa inflamación provocada del roce brutal de sus bocas.

— Entonces... — Su tono rasposo hizo estremecer a Asher, en sus ojos solo pudo admirar su propio reflejo — ¿Cuál es tu respuesta? Me ames o me odies, no iré a ningún lado. Tus sentimientos son eternamente míos —

La dolorosa verdad solo le hizo esconderse en una fachada de altanería — Ser un ególatra narcisista es de lo que más odio de ti —

Acunó su moflete en la palma, rozando las yemas de sus dedos, su oreja — No desvíes el tema, Ash — inclinado, entreabrió los labios, tentando al otro de seguirle el beso. Su errática respiración se complementaba con la de su amante, entrelazándose debido a su confusa cercanía.

Asher ni siquiera dudó, esperó ansioso volver a tenerlo, sin embargo, solo fue un ligero toque, buscando provocarlo, arrancándole desde lo profundo de su garganta, un gemido de enojo.

— Responde, Ash — Aunque quisiera aparentar tranquilidad, era el más exasperado de los dos, recorriendo con su mirada, la expresión en su rostro.

Ash aprovechó esos segundos en los que su boca estuvo libre de la presión a la que anhelaba regresar — ¿No respondió mi cuerpo por mí? — su pecho subía y bajaba, sonando tan cansado por la escasez de aire.

— Quiero la respuesta de tu boca — tironeó con gusto del labio inferior, al atraparlo entre sus dientes. Adormecido por el calor de Asher pegado a él, la indecencia de sus manos no se detuvo, buscando aliviar el frío de su piel.

Ash solo pudo suspirar ahogadamente, rezando para que bajase más, no solo contemplase el límite entre su dermis y la ropa. Apoyó su frente contra su pecho, sintiendo el retumbar de las agitadas palpitaciones de Jayce, solo entonces se permitió pensar con calma sus propios sentimientos. Descargó toda su frustración en ese abrazo, cada latido del otro, le contaba un nuevo secreto.

Desde tu partidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora