Disponer de un auto era genial, lo odiaba.
Recostado contra la puerta del vehículo, el viento enredaba sus azabaches hebras, mientras el polvo se levantaba tras las llantas. Su cuerpo se mecía erráticamente de lado a lado por el tumultuoso camino hacia el centro del pueblo.
— ¿Qué te dije? — Replicó por décima ocasión aquella semana — Este bebé nos llevará a donde queramos — sus manos acariciaron con parsimonia el volante, actuaba como si su sola respiración pudiese romperlo.
Asher rodó los ojos, ofuscado por la euforia de Jayce. Sostuvo con fiereza a Leopoldo, quien descansaba en su regazo, zarandeando la cola con alegría por solo escuchar sus voces.
— ¿Te llevará a dónde yo quiero que vayas? — Le cuestionó.
— ¿A casa? — Jay regresó la pregunta, sus ojos le buscaron por un segundo, lo suficiente para no ser demasiado imprudente.
Asher no replicó, quizá por cansancio o por el ladrido de Leo pidiendo ver a través de la ventana cuando llegaron al asfalto. Por la radio se escuchaba en medio de una pequeña interferencia, una canción melosa de amor trágico, cuyo mensaje se perdía por el ruido del motor y el viento.
— ¿No dijiste que llevarías chicas aquí? ¿Dónde están? Te haces más viejo, ninguna te hará caso — Asher quiso retomar su encrucijada, para romper aquel ambiente agotadoramente silencioso.
Jay frenó, haciendo al menor deslizarse por el asiento, mientras lo sostenía a él y a Leo al atravesar su brazo. Esbozó una sonrisa ladina, de pura satisfacción por el ceño fruncido de Asher.
— ¿A qué chicas voy a ver, si me las espantas con esa cara de amargado? — con su dedo índice sobre su barbilla, empujó hacia él, el rostro del contrario — Solo tengo veinticinco, Ash. Tú solo eres dos años menor que yo —
De un manotazo apartó sus dedos de su rostro, renegó entre dientes al aferrarse al can. Maldecirlo y fulminarlo con la mirada no era suficiente.
— Eres un dolor en el culo, Jay —
— Bueno, los del pueblo creen que te parto el culo todas las noches, Ash... Así que sí, lo soy — respondió al arrancar el motor para tener una excusa contra la expresión de horror en el semblante de su copiloto. Picarle hasta hacerle explotar era su mayor placer.
— Voy a vomitar — Un escalofrío erizó su piel, haciéndole retorcerse en el asiento — Voy a vomitar. Que asco... — Se cubrió la boca, sin dejar de renegar. El malestar en su cuerpo le hizo sentirse frío.
— Solo te advertía, por si llegas a escuchar algún comentario — Apoyó su brazo izquierdo encima de la puerta, su codo se salía por la ventana, sus ojos no se apartaron de la calle — No intentes replicar, que crean lo que quieran —
Asher negó enfadado — ¡Yo no quiero que crean que fornicamos! — Chilló exaltado, sintiendo los latidos de su corazón rebotando en su garganta — Solo le pertenezco a Dante. Jamás le engañaría, menos contigo —
— Solo es una advertencia. No es mi culpa, no te desquites conmigo — Gruñó al cubrirse el oído, dejándose caer hacia la puerta como si pudiera distanciarse de él.
Asher se mordió el interior de la boca, consciente de malgastar sus energías en la persona equivocada. El resto del camino se mantuvo en un silencio sepulcral, tan quedito, que solo parecía vivo al agitar su mano para acariciar al perrito en su regazo.
Jayce se detuvo junto a la estación de gas al lado del parque central, esperó sin atisbo de dirigirle la palabra, viéndole por el rabillo del ojo, agarrar las bolsas en los asientos y sobre la alfombra.
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Desde tu partida
Roman d'amourDesde la partida del amor de su vida a una muerte asegurada en el campo de batalla, Asher jamás esperó encontrar consuelo en los brazos del mejor amigo de su ex prometido, a quien tanto odiaba