Capítulo 3

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Las horas extras de trabajo le tenían agotado, sus músculos tensos, producían un molesto dolor. Lo único realmente brillante en esa noche de un cielo sin luna plagado de estrellas, era la punta de su cigarrillo consumiéndose por el fuego. Recostado en la pared adyacente a la puerta principal de la familia Thatcher, Jayce esperaba por Dante, quien empacaba los pescados que su abuela había comprado.

Fue seguir el movimiento de las hojas en las copas de los árboles, lo que le hizo dirigir su mirada a la iglesia, allá en la distancia. El recuerdo de la mañana le hizo reír, una carcajada apagada al inhalar las toxinas del cigarro golpeando sus labios.

— Pescado fres... — La sonrisa de Dante pasó a una mueca de confusión — ¿de qué te ríes, Jay? — Dejó la hielera a los pies del mayor, curioso por el motivo de su risa.

Jayce recogió la pequeña hielera, atravesando la larga asa de tela a través de su torso — Recordé algo sin importancia — respondió al encogerse de hombros, sostuvo el cigarrillo con sus labios, ignorando la mirada acusadora de su mejor amigo.

— Ese algo sin importancia, ¿tiene qué ver con el rasguño en tu mejilla? — Dante señaló su propio pómulo. Había querido mantenerse callado de la herida, sin embargo, la curiosidad y preocupación acabó rebasando su fingido desinterés.

Jayden expulsó el humo al lado contrario, evitando molestar demasiado al menor. Solo un año de diferencia y sus caminos se habían descarriado por completo. Él había abandonado la escuela, tomaba y fumaba. A meses de siquiera cumplir los dieciocho y lucía como un gran desinteresado en progresar... Y aunque Dante era su antítesis, su relación era buena.

— Quizá — murmuró, entrar en detalles conllevaría a ser regañado por horas.

Dante sostuvo al chico por el asa de la hielera, evitando que se marchara repentinamente sin siquiera explicarle. Odiaba quedarse con las dudas — Escupe, ¿es sobre esa chica a la que estás viendo? Marina, ¿no? — Tiró de Jayce, le recriminó sin necesidad de palabras. Él era consciente de la falta de interés de su amigo por establecer relaciones formales.

Jayce alzó una de sus manos pidiendo clemencia de las exigencias de su amigo — Oh, ¿y tú cómo sabes que me veo con Marina? — En tono jocoso, arqueando una ceja, desperdiciando el cigarrillo al mantenerlo lejos de su boca, cuestionó a Dante. Su no relación era un secreto. Aprovechando el par de centímetros con los que le superaba, hizo al contrario retroceder.

— Ustedes, tú — carraspeó, notándose expuesto. Dante dirigió su mirada lejos de la de Jayden, escapando de sus mofas — Amigo, no son muy discretos — confesó, derrumbándose en un profundo suspiro — hace tres semanas, fui a dejarte el almuerzo, ¿lo recuerdas? —

Jayden asintió, mintiendo, porque no recordaba exactamente la fecha, pues Dante solía cuidar de él con bastante frecuencia.

— Ella llegó primero ese día, por accidente los vi besarse detrás del taller. ¡Accidente! — Repitió queriendo limpiarse de culpas por el bochornoso recuerdo, revivirlo pintó levemente sus mejillas de rubor.

El nerviosismo de Dante le hizo reír a carcajadas — Soy culpable, me gustan las mujeres, arréstame — rebuscó en sus bolsillos un nuevo cigarrillo, porque el que estaba en su boca tenía poco tiempo de vida. Desilusionado, no encontró ninguno más — Pero no, lamento arruinarlo, Marina y yo estamos bien —

— Entonces, ¿me contarás lo de tu mejilla? Estoy seguro, se ve inflamada —

— Mejor dime — Jay arrojó la colilla fuera de la propiedad, esperando que la tierra apagara la llama — ¿Qué le ves al chico de la iglesia? — Relamió sus labios resecos con el paso de su lengua, expectante de la contestación de su amigo.

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