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Omnisciente
La pelinegra se quedó mirando el libro atentamente mientras Pan los miraba. El pequeño Azael la miraba extrañado, pero ella le dio el libro y se fue de ahí sin despedirse de nadie.
Su mirada estaba pérdida, algo en ella estaba raro y Pan lo notaba, pero quiso ignorar esa sensación pero por más que quería, no podía.
Camino entre arbustos para poder llegar a un acantilado, se quedó sentada a la orilla de el, Pan apareció detrás de ella pero no ella no lo notaba aún.
— Eres muy escurridiza ¿lo sabias? —se acercó a ella asustandola.
— ¡Idiota, me asustaste! —puso su mano en su pecho.
El ojiverde la miro burlón y luego miro hacia donde estaba mirando la pelinegra anteriormente.
— ¿Por qué vienés a acá? —pregunto confunso.
— Me da paz —le contesto mirando el mar.
— ¿Por qué paz? —volvió a preguntar—. La isla es muy peligrosa, sobre todo el mar —aviso.
— Haces muchas preguntas lo miro.
——Y ninguna contestas —se encogió de hombros.
— Claro que sí —se volteo a verlo—. Pero haces muchas preguntas a la vez —se quedó viéndolo.
— Y no me respondiste la última —aviso mientras la miraba.
— ¿Cual era? —pregunto—. Ya ni lo recuerdo —murmuro sin importancia.
— Que por que te da paz este lugar —le recordó.
— Mmm —alzó las cejas sin saber que contestar—. No se como explicarlo — confesó.
— Que rara eres sabes —la apuntó.
— Es de mala educación eso ¿lo sabías? —lo miro.
— Si, pero no me interesa —sonrió.
La pelinegra alzó las cejas.
— Deja de mirarme así —ordenó al ver cómo la miraba.
— ¿Asi como? —se quedó viéndola atentamente con una sonrisa.
La pelinegra esquivo la mirada y volvió hacia donde estaba mirando anteriormente.
