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NEVERLAND.
OMNISCIENTE.
Los niños la miraron con curiosidad, no era común ver a mujeres en la isla, pero aún así no tenían que confiarse de ella. Pero los niños más pequeños estaban seguros que sería una buena mujer, o eso es lo que se ve en ella. «Es extraña» Pensó uno de los adolescentes observandola.
— ¿Tus cuentos son divertidos? —pregunto uno de los más pequeños.
— Así es, pero son pocos —respondió teniendo su mirada fija en el ojiverde confundida.
No sabía por qué Pan la había hecho decir que si iba a ser como su "mamá" cuando no sabía cómo tratar a niños de diferentes edades.
Pero si pequeños.
— ¿Como te llamas? —pregunto con curiosidad la pelinegra.
— Azael. —respondió con una sonrisa—.¿Y tú, m-mamá? —el apodo mamá la hizo tragar saliva.
«Tranquila, solo son niños» pensó al tragar saliva.
— Me llamó Atenea, Azael —le respondió con una sonrisa, un tanto... Forzada.
— ¡Que lindo nombre! —le dijo con una sonrisa.
— Muchas gracias, Az. Igual el tuyo es hermoso —le agradeció.
— Bueno, basta de hablar. Mañana empezaremos con tu entrenamiento, Atenea —volvió a aparecer Pan en frente de ella.
— ¿Entrenar? ¿Para qué? —pregunto confundida—. ¿Acaso nos enfrentaremos a una "bestia"? —río sarcásticamente.
— Que graciosa —la miro Pan con una sonrisa fingida—. Si no quieres morir en esta isla tienes que saber defenderte —levanto las cejas.
— Se cuidarme sola —se cruzó de brazos mientras lo miraba.
— ¿Segura? —pregunto después de acorralarla contra el arbol detrás de ella.
— Si —respondió mientras lo empujaba.
Este sonrió levantando una ceja.
— Creeme, Pan. Tengo más experiencia de lo que crees —confeso mientras se acomodaba su blusa.
— Mañana lo veremos, “princesita” —murmuro con burla.
