CAPITULO 13

30 4 0
                                    

Amelia

La noche es gélida en este lado de Europa, el lugar donde se acordó la reunión con la sociedad de asesinos es un hotel bastante elegante de Dinamarca, "un lugar público para que nadie sospeche", sonrío ladinamente viendo a cada persona en la recepción, cada una más excéntrica que otra, resaltando vestidos, joyas o sus tarjetas al momento de pagar —a la derecha, hombre de saco café con camisa blanca —al enfocar a la persona con la descripción que me da Joseph, puedo ver que el hombre no es alguien con quien deba confiarme.

Camino erguida y sin cohibirme de tanto lujo a mi alrededor, al estar a pocos metros él se levanta sacándose los lentes mostrándome unos ojos lo bastante inusuales como para llamar la atención de varios a nuestro alrededor —señor Kingston —extiendo mi mano a modo de saludo, cosa que el recibe y deposita un beso en mi dorso.

—Porque no me sorprende que los últimos acontecimientos de muertes hayan sido provocados por una mujer —ve detrás de mí —gusto de vernos de nuevo, Parca.

—Lo mismo digo —Joseph no se mueve de mi espalda cosa que el jefe de asesinos se da cuenta y su vista se dirige a mi mientras me suelta la mano.

—Me pregunto con qué sorpresa vendrá usted —entrecierro un poco mis ojos —desde que mi gente se ha dado a conocer, he captado la atención de mujeres poderosas; la primera me amenazó de jamás ir contra ella, matando a uno de mis hombres y lastimando a otro en mi delante—cuenta— la segunda contrató mis servicios para un trabajo que debo decir —sonríe un poco —fue lo bastante entretenido. Lástima que haya fallecido en esa pelea hace un año atrás —su mención es un trago amargo que disimulo —ahora usted —me detalla barriendo la mirada desde mis pies en tacones negros, pasando por mi traje del mismo color hasta volver a mi rostro —dígame —se vuelve a sentar —¿Qué desea de mí el tan temido, ángel de la muerte? —me siento y apoyo ambos brazos en el sillón sin quitar la mirada de su rostro.

—Vengo a ofrecerle un trato, más que nada una especie de convenio—digo— en donde yo le ofrezco un lugar específico en donde usted pueda hacer sus negocios a cambio de servirme —un camarero deja dos vasos de licor y se retira sin siquiera levantar la mirada.

—¿Y para que yo necesitaría un lugar fijo? —suelta —mis clientes siempre van a donde los cito —toma el vaso —no veo el sentido de su oferta.

—Porque sé que su objetivo para darse a conocer es entrar en las grandes esferas del mundo criminal —puedo notar la pequeña vacilación que hay en su mano cuando acerca el vaso a sus labios —tengo entendido que ustedes han existido desde hace muchos años, pero jamás hicieron algo para darse a conocer —tomo el vaso —ya que su gente no era libre en su totalidad hasta hace unos años —mis palabras logran captar toda su atención —claro que antes no eran una sociedad ni nada parecido, sino más bien esclavos, ¿no es así? —veo como el agarre en el vaso se tensa y yo sonrío —la Triada es considerada una de las mafias más crueles, hasta se puede decir que llega al nivel de la Bratva —dejo el vaso en la mesa que nos separa —por eso no se negó cuando la Zarina lo solicitó y aceptó la orden de Parca para así tener un favor que cobrar —apoyo la espalda en mi asiento —¿me he equivocado en algo, señor Kingston?

El silencio que nos envuelve es tan frio y tenso que alguien que nos preste más que segundos de atención se daría cuenta que el hombre que tengo en mi delante, tiene unas ganas de matarme porque he descubierto cosas que nadie más sabe —al parecer no es solo buena despedazando personas —miro hacia abajo juntando los labios a lo que Joseph me extiende la carpeta.

—Aquí está todo lo que le ofrezco y lo que puede conseguir si acepta este convenio —dejo la carpeta en la mesa y me levanto —tiene 24 horas a partir de ahora para decidir, hasta entonces señor Kingston —me giro dejándolo. Al ya estar dentro del auto que alquilamos es que Joseph pregunta.

ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora