15. Matt

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Mis padres, como no, habían puesto a punto toda la casa. La habían limpiado tanto que hasta habría podido verme reflejado en el suelo de tanto brillo.

Acompañé a los cuatro al piso superior con mi hermanito Mason de mi mano libre, ya que con la otra me apoyaba en la muleta para subir cuidadosamente los escalones.

Lo advertí para que esperase en su habitación y evitar que atiborrase de preguntas a las nuevas inquilinas y, aunque al principio se resistió, finalmente cedió y esperó pacientemente jugando con sus juguetes.

La habitación de Mason era la primera a la izquierda, seguida del cuarto de baño y a continuación la de Evie, que estaba cerrada y seguía tal cual la había dejado ella en su día.
En el lado derecho se encontraba mi habitación, y junto a ella la que a partir de ahora sería de Billie, ya que su hermana dormiría con Mason. Estaba seguro de que serían buenos amigos.
Mis padres dormían en la última planta y, en la habitación contigua a la suya, la última libre, Clarabell.

Mi padre subió al tercer piso junto a esta y yo acompañé a Billie a su nuevo cuarto seguida de Ema, que la timidez se había apoderado de ella y se había quedado muda.

— ¿Qué te parece? —le pregunté a Billie tratando de romper el hielo.

Esta habitación, junto a la mía, era la más grande de la casa. La cama era muy amplia, cabían dos personas, y frente a ella un armario con espejos. El ventanal sobre el escritorio convertía esta estancia en la más iluminada de todas, por eso me gustaba.

—Es preciosa—inquirió emocionada—, muchísimas gracias.

—No tienes que darlas. —aclaré.

Billie sonrió y a continuación se dirigió a su hermana, que nos observaba aferrada a Winnie, su oso amarillo.

—Ven cariño—le acarició el pelo rojo a su hermanita y tomó su mano— ¿Quieres ver tu habitación?

La pequeña asintió y yo acompañé a las dos a la habitación de mi hermano. Lo llamé y rápidamente dejó sus juguetes a un lado y se plantó delante de la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Di paso a Ema, que poco a poco iba dejando a un lado la timidez que hacía un rato le había impedido hablar, y saludó feliz a mi hermano.

A Mason, al contrario que a cualquier niño de su edad, no le costaba nada hacer amigos. Sólo tenía tres años, pero le encantaba conocer gente y era el primero que, cuando teníamos visita, estaba encantado de hablar con todo el mundo. Por eso sabía que no les constaría nada ser amigos.
Ema era un poco mayor que él, tenía 6 años, aunque parecía un poco más pequeña, era una niña bastante pequeñita.

Los pequeños jugaban juntos en su cuarto y yo regresé al mío. Había pensado en ir a hablar con Billie, pero después de lo que había pasado en el taxi, sentía que necesitaba espacio.

No paraba de darle vueltas al tema y no entendía cómo nadie se había dado cuenta antes, ni siquiera su abuela.

Me acosté sobre mi cama e intenté descansar un rato, pero me fue imposible.
Sus movimientos, sus expresiones, su forma de mirarme, sus reacciones cada vez que me acercaba a ella... Todas esas cosas se aparecían una y otra vez en mi cabeza. No sabía nada de su vida, pero sólo eso bastaba para preocuparme por ella.

Me recordaba a mí cuando había muerto mi hermana. Me lo había callado todo para hacer sentir bien al resto sin darme cuenta de que me había estado matando a mí mismo en el camino. Si no llega a ser por Devon, no sé qué habría hecho.
Estaba casi seguro de que ella había estado haciendo lo mismo.

«¿Tendría amigos que la escuchasen?»

No sabía por qué me hacía esa pregunta. Claro que tenía amigos ¿No?
Esta situación me estaba afectando demasiado. Ni siquiera sabía quién era Billie realmente.

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