capítulo 13

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JUANJO:

Estaba impaciente por ver a mi padre de nuevo. Aunque no lo demuestre, soy sumamente familiar y me preocupo profundamente por mis seres queridos. La idea de volver a abrazar a mi padre, de escuchar su voz y verlo recuperarse era todo lo que ocupaba mis pensamientos. La espera al permiso de la doctora de entrar a la sala se me hizo eterna, pero la esperanza seguía viva en mi corazón.

-Familia Bona? Podéis pasar, se acaba de despertar de la operación. -Dijo la doctora con una dulce sonrisa.

Me levanté corriendo, agarrando de la mano a Martin y a mi madre. Entramos en silencio, intentando no molestar a mi padre. Mi madre se nos adelantó y se sentó a su vera, por lo que quedamos el vasco y yo al otro lado, aún con nuestras manos entrelazadas, las cuales cada vez apretaba más por la alegría y los nervios. Cuando mi padre se giró a vernos, las sonrisa más sincera que pude percibir se dibujó en su rostro, mi padre estaba bien, estaba a salvo.

Cuando pudimos charlar con él, un gran peso se esfumó de mi cuerpo, supongo que el se todos igual, fue un día muy duro. Mi padre por fin se dio cuenta de la presencia de Martin, con las lágrimas a punto de desbordar de sus ojos, le dijo:

-Ay, hijo mío. Cuánto tiempo, que mayor estás, te he echado de menos. -A ninguno de mis padres les costó reconocer al menor, éramos lo suficientemente cercanos como para olvidarse de él. Martin le cedió la mano, se formó un bonito recuerdo nostálgico.

Después de una larga conversación, mi madre me apartó un segundo para decirme algo al oído.

-Juanjo, cariño, podéis salir Martin y tú unos minutos fuera? Tengo que hablar con papá y la doctora, no tardo.

-De acuerdo. -Dije asintiendo. -Martin, vamos a pillar algo de comer, tengo hambre.

-Tu siempre tienes hambre. -Dijo entre risas. Aún así accedió, dimos la vuelta al hospital y nos sentamos en un bar.

-Bueno, ya estás mejor? He visto a tu padre muy bien, seguro que vuelve pronto a casa. -Dijo, sin apartar su mirada de la mía, sus ojos llenos de ternura a veces me podían.

-Si, estoy mejor porque sin ti me hubiese dado un ataque de nervios. Gracias, vasquito. -Dije entre una suave risa, bajamos la mirada y reímos tiernamente. Un momento después noté un hombro en mi mano, era mi madre.

-Ya os podéis ir a casa, cariño. Esta noche tu hermano y yo nos quedamos con tu padre.

-También me puedo quedar yo. -Dije con el ceño fruncido.

-Tus ojeras no dicen lo mismo. -Decía mi madre señalando las grandes manchas oscuras que se me formaron en el rostro debido a la falta de sueño por estrés esta semana, últimamente era incapaz de dormir más de 4 horas. -Esta noche te duermes temprano. Martin, amor, quédate tu también y descansáis, mañana es festivo por lo que no te tienes que apresurar por las clases, quédate cuanto necesites.

-No te preocupes Nieves, no hace falta, no quiero molestar. -Dijo Martin mientras se rascaba la nuca.

-No molestas, al contrario, estás ayudando mucho a mi hijo. Quédate anda.

El vasco sonrió y asintió con la cabeza, dando a entender que pasaría la noche en mi casa. Noté como la sangre subía a sus mejillas de la vergüenza y se puso rojo levemente rojo.

MARTIN:

Eran las 20:13 de la tarde, seguíamos en el hospital, hablando con los médicos y pasando la tarde con Juanjo padre, rememorando momentos de nuestra infancia cada vez más nostálgicos.

-Cuando llegaban los domingos, Martin lloraba a cántaros porque iba a estar un día sin ver a Juanjo, hasta que llegasen al cole. Montaban un espectáculo siempre que les intentábamos separar del abrazo. Pasaban prácticamente todo el día juntos. -Decía el padre Bona.

Hasta las estrellas- juantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora