MARTIN:
El estrés se apoderaba de cada centímetro de mi cuerpo, odiaba discutir con Juanjo, pero más odiaba oír su bonita voz rompiéndose por cada insulto que salía por su boca, por cada palabra que me culpaba de algo de lo que me sentía culpable. Esta pelea era mi culpa, todo lo era.
Estábamos tan cerca que podía ver hasta las manchas marrones en su verde iris, podía contar las pestañas que tenía y noté su pequeña peca cerca del ojo izquierdo. Mi agitada respiración removía levemente sus cabellos, lo que hizo agobiarme más, por qué hasta enfadado era perfecto?.
Solté toda mi rabia a rasgados y ahogados gritos a escasos centímetros de su rostro.
—Cual es la diferencia, Juanjo? Por qué te pones así?
Se formaron los segundos mas largos que he pasado en toda mi vida. Solo se oían nuestras respiraciones, el latido de su acelerado corazón y la brisa que chocaba en nuestros desnudos brazos, aunque no lo noté, estaba demasiado ocupado desviando la mirada a los labios del aragonés. Eran como un imán, no me permitían mirar a otra cosa que no fuesen ellos. Fue entonces cuando observé que se abrían levemente. Mi corazón se paró repentinamente y me faltaba la respiración. Cuando quise ser consciente, Juanjo por fin lo dijo.
—"Porque me gustas, Martin"
—¿Que...? —Lo dije tan bajo, en un suspiro casi imperceptible debido a la falta de aire.
— Joder, luego soy yo el gilipollas. —Se empezó a desesperar. —Yo no bebo porque me guste, no salgo de fiesta porque me guste trasnochar, y no me lío con tías porque me gusten las mujeres. No, no es así, joder. —Noté en su voz como se reprimía sus lágrimas y se le formaba un nudo en la garganta. Ahora era él el que me señalaba a mí el pecho. —He intentado. —Pausó para tragar saliva. —de todas las putas maneras reprimir mis sentimientos, ahogándolos con el alcohol, para que no me comiese la cabeza. No, tampoco me gusta Sofía, la odio de hecho. Intentaba ocultar quien soy realmente, y estaba siendo muy difícil, Martin. Pero me has abierto los ojos, por fin alguien lo hace. —Paró para respirar.
—Lo que te quiero decir, es que no me puedo imaginar ni un solo día sin tu presencia a mi lado, no puedo ni quiero. Odio hacerte sufrir por mi mierda de comportamiento, y me odio a mi mismo por hacerlo. Quiero protegerte de todo lo malo, de todos los hijos de puta que te discriminan —resopló y se corrigió a si mismo. —que nos discriminan, y que si hay alguna razón por la que te pedí solo ser amigos es para no hacerte daño, porque sé perfectamente lo mala persona que puedo llegar a ser. Y me duele verte con Hugo, me mata. Él es popular y es guapo pero es un cabrón, su presencia me hierve la sangre, y verte con él es como veneno para mis ojos. Se supone que el que debe de alegrarse de tus logros soy yo, el que debe comerte a besos mientras te agarra de la cintura soy yo. Aunque me muera de miedo de hacerlo.
—Juanjo...
—No he terminado. Te quiero contar la verdad, toda la historia. Sí, te reconocí desde el primer día, recuerdo nuestra promesa desde el día que la creamos, tengo todas tus cartas, las leo todas las noches desde que me las enviaste como si fuesen una oración. Y sí, desde que nos conocemos he estado enamorado de ti, idiota.
—Juanjo.
Acaricié su pómulo con mi dedo pulgar, su cara estaba helada y húmeda por las lágrimas que había derramado. Lágrimas que nunca debieron ser desperdiciadas. Cada vez estábamos más cerca del otro, casi podía notar su corazón latiendo en mi pecho.
—Siempre serás tú, y nadie más. —Me veía incapaz de elevar más la voz, se formó un momento tan íntimo que me daba miedo destruir. No pude evitar elevar las comisuras de mis labios.
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Hasta las estrellas- juantin
أدب الهواةDespués de 13 años sin verse tras su mudanza, Martin y Juanjo, dos mejores amigo de la infancia, coinciden en la misma residencia. Lo que no sabían es que este reencuentro a ciegas les iba a cambiar la vida por completo.