capítulo 17

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MARTIN:

Tal vez fue pura casualidad o suerte, pero me gusta pensar en la fuerza del destino. Estaba en ese preciso momento, sentado justo en frente del niño que cambió mi forma de ver la vida con tan solo 5 años. Me miraba con ternura directamente a los ojos mientras acariciaba su mano con el dedo índice debajo de la mesa con tanta delicadeza que podría jurar que se rompería en cualquier instante. No recuerdo cuanto tiempo llevaba esperando esas palabras que dijo con tanta facilidad Juanjo hace escasas horas, que aún creía que de un producto de mi imaginación se tratase, le gustaba, y no solo lo soltó, le dio un valor que me hizo creerlo que de verdad lo sentía. No tenía muy claro que sería lo siguiente, tal vez no llegaríamos a nada serio, tal vez sería una cosa de dos meses y un doloroso final, tal vez seríamos felices para el resto de nuestras vidas. Sea lo que sea que nos esperase, prometía sanar a ese niño interior. Nos inundó un silencio no incómodo, podría considerarse hasta reconfortante, pensé que no podría enamorarme más hasta que tuve la oportunidad de admirar su rostro más de cerca. Sus mejillas levemente rojizas, sus carnosos labios que tanto ansiaba en probar otra vez, sus largas pestañas que podrían derrumbarme de un solo pestañeo y un iris de un color verde acaramelado decorado con suaves motas marrones. No quería que este momento acabase nunca, hasta que interrumpió la joven camarera para darnos la cuenta, del susto, salí del trance que me hipnotizó la mirada del moreno.

—"Buenas noches, chicos. Os traigo la cuenta"

—"Muchas gracias"—Mencionó la ronca y grave voz de Juanjo que tanto admiraba, juré que si decía una palabra más, acabaría cayéndome al suelo.

Cuando la chica se fue, su profunda mirada cayó de nuevo en la mía, agarrando por sorpresa mi mano esta vez encima de la mesa, noté la sangre subir a mis mejillas.

—Si te pones rojo por que te toque la mano en público, no me imagino cuando te bese.—Soltó una risa burlona, no me esperaba su reacción, por lo que me puse más rojo aún y fruncí el ceño, intentando mostrar un enfado inexistente. «A quien quiero engañar, me vuelve loco.»

—Cállate, se que no eres capaz.—Lo dije en tono de broma, pero su expresión no lo recibió de esa manera, cambié mi humor a uno más serio y preocupado.

—No te voy a engañar, estoy cagado de miedo, Martin.—Bajó la mirada y se rascó la nuca en gesto de desesperación y cansancio. —He estado pensando últimamente, sabes?

—Wow, Juanjo usando su cabeza por primera vez, ¿Lo celebramos?—Reí.

—Eres estúpido. —Me siguió la broma. —En serio, —Carraspeó y adoptó una pose mas seria. —he estado pensando en la vez que nos pegaron después de la fiesta. Siempre me he considerado un cobarde, y nunca me he metido en peleas, y menos aquellas que acaban con sangre y puñetazos. —Soltó un suspiro mientras yo intentaba averiguar a qué quería llegar.-A lo que me refiero, es a ese impulso que me llevó a... pues a protegerte y tirar a esos cobardes al suelo. Muchas veces yo soy el que ignora a ese tipo de gente, doy media vuelta y me voy. Pero hubo algo...algo que me hizo plantar cara. -Su mano temblaba, por lo que la agarré con firmeza.

—Te llamaron puto maricón, Martin. —Ladeé la cabeza encogiendo los hombros. —No sabes la impotencia que me da esa palabra, esa puta palabra que me ha estado atormentando durante tantos años. Sin pensarlo simplemente me tiré, no podía ni imaginar lo que podría afectarte ese comentario como me lo hace a mi. Entonces te vi a ti, tirado en el suelo, te estaban machacando, y fue cuando fui consciente de...de todo. —hizo una breve pausa.—Si hubiese sido otro amigo hubiese huido, porque soy un estúpido, pero solo te quería proteger a ti, me podría enfrentar hasta a, no sé, un maldito dragón, si es que existiesen, para protegerte. —Dibujé una sonrisa sincera en mi cara y reí en un suspiro. —Y siento que la manera que he estado actuando desde que nos reencontramos nos lleva a un mismo punto siempre. No sé que pasará ahora entre nosotros, sinceramente. Pero...Me gustaría descubrirlo.
—Notaba que mi corazón iba a escaparse de mi pecho en cualquier segundo, cada palabra que soltaba me hacía más sensible y vulnerable, las comisuras de mi labio subieron involuntariamente, por fin, por fin sucede lo que tantos años llevaba añorando, subí la mirada tímidamente y acaricié su palma con mi pulgar. No respondí, no era capaz de formular una mísera palabra, la expresión de Juanjo comenzó a tensarse, mostrando preocupación.

Hasta las estrellas- juantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora