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El reloj del comedor apuntaba las 8:30p.m.

Estar sentada otra vez en el amplio comedor, se siente raro y más por las personas a mi alrededor.

— Lamento la tardanza, pueden comer.- habló el señor Dupoint.

Las chicas de la cocina no tardaron en entrar con bandejas y dejar la comida frente a nosotros, observé mi plato.

La tensión que había desde que llegué, me hacia sentir abrumada.

— Y señorita Adams, ¿Qué tal su estadía en la nueva residencia?- preguntó el señor Dupoint, sin apartar la mirada de su plato.

— Es una posada, está muy bien para nosotras.- lo vi asentir.

Decidí probar un poco de la cocina, como si eso calmara el raro ambiente.

Observé al otro lado del comedor, Jhon comía pacíficamente su comida.

Quizá sintió mi mirada en él, ya que me observó.

— ¿Tengo algo en la cara?- inquirió con molestia y fruncí el ceño.

— Solo me parece curioso que estés aquí, pensé que saldrías hoy con Amy.- dije y él soltó sus cubiertos.

— ¿Quién es Amy Jhonathan?- inquirió su padre.

— Nada importante papá, es solo una amiga del grupo.- dijo y quedé boquiabierta.

— Está bien, no quiero que lleguen malas palabras a la familia de Lucía.- él señor continuó comiendo pero su hijo no, solo me dedico una mirada de odio.

Sentí un agarré en mi pierna, observé a Alex a mi lado su mirada me dió a entender que dejara esas preguntas.

No termine mi comida, así que cuando llegó el postre fue difícil comerlo ya no tenía hambre.

Así que espere a que terminaran de comer.

— ¿Qué tal si vamos por un trago?

— Después de una cena así, sería lo mejor señor Dupoint.- los dos adultos salieron seguidos por sus hijos y caminé detrás de Alex.

Antes de que cruzarán al despacho, jalé a Alex y caminamos hacia la piscina interior.

— Necesito hablar contigo.

— Vamos a mi habitación, no te cambiaste la ropa húmeda.- subimos y al llegar el busco algunas prendas suyas.

Entre a su baño y me cambié, la ropa como siempre me quedaba gigante.

— ¿Ya te había dicho que me gusta verte con mi ropa?- negué.- Pues ya lo dije.

— Perdón.

— ¿Por qué?- él se sentó en su cama y caminé hasta quedar frente a él.

— Por no haberte respondido antes, por haber arruinado nuestra cita.- observé mis pies.

— Ya no importa.- dijo tomando mis manos.

— ¡Claro que importa! Te lastimé y yo no quería hacerlo.- él tiro de mí y terminé ahorcadas sobre él.- Perdón.

— No es necesario decirlo, ¿Por qué no volviste a casa?- dijo pasando un mechón de cabello por detrás de mí oreja.

— Alguien me dejó tirada y no quería caminar.- dije haciéndolo reír.

— No debiste volver aquí es muy peligroso, más para ti.- dijo abrazándome.

Acaricié su cabello hasta llegar a sus mejillas.

— Gracias por preocuparte, pero no haría una estupidez si no fuera necesario.- sonrió y nuestros rostros estaban muy cerca.

[Verano]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora