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La noticia llegó a el tarde.

Demasiado tarde.

Las agencias y la policía tenían prohibido contactarlos mientras ellos, el séptimo equipo, intentaban obtener alguna nueva información siguiendo una pista que como siempre no les entregaba nada en absoluto más que una efímera sensación de que esto se trataba de alguna clase de juego malicioso. Pero al día siguiente o esa misma noche eran llamados y volvían a salir en persecución de alguien que si el no hubiese sido testigo podría dudar de su existencia.

No conocía a ninguno de sus compañeros, la mayoría eran estadounidenses o de algún otro país que como el se sentían demasiado ajenos al grupo como para poder sentir alguna sensación de compañerismo entre ellos. Apenas y era capaz de recordar los nombres de los que el resto de su equipo eran dueños.
Acababan de llegar completamente exhaustos al edificio y nuevamente con las manos vacías se dispersaron por los pasillos apenas y diciendo algo más que para despedirse del resto.  Fué entonces que notó la cara de preocupación que eran dirigidas hacia el, su corazón comenzó a latir fuertemente, preparándose para toda clase de situaciones antes de que siquiera le avisarán de que era que se trataba.

Al momento en que se enteró de lo que había sucedido fué como si toda su sangre se halase dentro de sus venas.
Un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo pero por más que solo quiso correr en busca de aquel muchacho sus músculos se tensaron y pudo oler el peligro en el aire. Era casi como si sintiese una conexión perdida, como si intentará hallar una moneda dorada dentro de un estanque se agua turbia. Palpando a ciegas en busca de algo que perdió y no lo había notado.

El viaje de regreso le fué eterno.

Su mente se imaginaba el viejo edificio casi en ruinas y a su joven omega sepultado entre los escombros, gritando por la ayuda que no llegaría a tiempo.

Nadie sabía de dónde había salido el vehículo y mucho menos el conductor pues aún no conseguían saber de quién se trataba. Lo atraparon saliendo del lugar, confundido por una contusión y apenas capaz de mantenerse en pie y  fué trasladado a un hospital de inmediato, en este momento se encontraba inconsciente por lo que ni una palabra respecto a lo sucedido había podido ser arrancada de sus labios.

No se había mandado ningún equipo de rescate por temor a llamar la atención, pero el lugar estaba perfectamente asegurado, nadie debía poder entrar o salir sin que se enterasen. Pero nada de eso lo había evitado.

Nadie se había tomado la molestia de averiguar si el joven se encontraba con vida.

Los ladrillos aún continuaban desmoronandose poco a poco. Juraría que encontró el edificio un poco inclinado y gran parte de las ventanas rotas, incluidas aquellas con las cortinas blancas y lisas.
Demasiado simples.
Ahora estaban destrozadas por la lluvia de vidrios que había caído en todas direcciones, este detalle fué el primero que le puso nervioso. Se abalanzó al edificio,saltando sobre montones destruidos y aferrándose a la pared desigual hasta alcanzar aquella ventana. Todo estaba a obscuras.

Los vidrios crujieron bajo su peso. Haciendo sonar sus pasos a medida que se acercaba a a la gran mancha en el suelo. Parecía ya tener un rato, bajo la poca luz de la luna carecía de aquel color rojo tan característico pero Aizawa sabía a la perfección de que se trataba.
Su corazón latía fuertemente contra su pecho. No había más sonido que su propia sangre martilleandole en los oídos y el vidrio crujir bajo sus zapatos. El frío aire nocturno que entraba desde las ventanas rotas acariciaba su rostro con un dulce murmullo, acompañándolo en su absorbente preocupación.

Notó el rastro de sangre en el pasillo.

Se deslizó en total silencio pegando su espalda a la pared y abrió de un empujón la puerta. Con un agonizante chirrido esta abrió revelando únicamente oscuridad en el interior de aquella habitación.

Entró con cuidado, sin atreverse a encender la luz. Observó todo el desastre detenidamente pero no encontró ningún rastro que seguir. No había nada en aquel lugar.

Registró la casa cada vez con menos cuidado, rompiendo y desgarrando todo en su desesperación. Volcó mesas y azotó puertas pero en ningún lugar se encontraba aquel Omega.

Lo había perdido.

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Continúo saltando de techo en techo. Ya había recorrido gran parte de la ciudad y sabía que no debía faltar mucho para que empezara a salir el sol pero el continuaba buscando.
Su corazón latía con fuerza, su respiración estaba agitada y los oidos le pitaban. Llevaba ya varias horas moviéndose sin descanso, sin dejar un solo callejón, una sola esquina o cualquier agujero. Había revisado todo y no había encontrado nada.

Se dejó caer en un pequeño callejón. No había notado lo mucho que había disminuido la luz en las calles desde hace algunas cuadras atrás. El silencio era absorbente, lo único que lograba escuchar era aquella dolorosa estática que solo se hace presente cuando no hay más que escuchar.
Se recargó en la pared, uniéndose a esta y pasando como una sombra hacia el interior del pasadizo.

No avanzó mucho para llegar a una ligera curva que reveló ante sus ojos una pequeña grieta en la pared y a través de esta un par de ojos brillantes que le observaron por menos de un segundo.

Su cuerpo rodó por el suelo, alguien se movió con ligereza sobre el para colocarlo tumbado en el suelo, con la espalda presionado dolorosamente contra el suelo lleno de porquerías.
Se liberó con destreza y empujó el cuerpo hacia una pared, aprisionandolo con ambos brazos a sus costados. Entonces observó a la chica frente a el, riéndose entre dientes y peligrosamente cerca de su rostro y de su cuerpo.
Se retiró rápidamente apenas dedicándole otra mirada, en silencio volvió a acercarse a la curva echó un vistazo a la pared. No había grieta. Parecía una pared normal, los ladrillos antes anaranjados estaban manchados y sucios, algunos desgastados y con marcas de golpes pero no había ninguna grieta.

-¿Buscas algo?

No respondió a su pregunta, ni siquiera volteó a verla. Continuó absorto en observar aquella pared.
Estiró el brazo con intención de tocarla, de sentir el frio y la superficie rugosa con las llenas de su mano. Pero se mantuvo inmovil. Con la mano flotando antes de siquiera rozar los ladrillos.
Era estúpido.
Debía encontrar a Katsuki.
Estaba perdiendo el tiempo.
No estaba consiguiendo nada y lo necesitaba.

-No sabía que habías venido.

Por fin dió la vuelta. Sabía que se encontraba aún ahí pues podía sentir su presencia. Ella no era de las que se quedan calladas y pasan inadvertidas.

-Pedi el cambio, no me gusta quedarme fuera de la diversión.

-Muy propio de ti, Emi.

De un salto salió del callejón, alejándose de su antigua amiga sin despedirse.

No te alejes de mí  >AizaBaku<Donde viven las historias. Descúbrelo ahora