BACK TO YOU//The Walking Dead

8.

El ballestero se mostró confundido ante la acción del líder en problemas, divisó a su esposa apuntó de llegar a este último, sintiendo un ligero alivio, el cual se desvaneció por completo en un instante.

— ¡No! — su voz se desgarró en ese simple grito.

Sintió su corazón romperse en ese instante al presenciar tal escena, aquel puente había estallado, junto a su hermano, y junto a su amada esposa, con la cual no tuvo tiempo de reconciliarse después de su discusión de esa mañana, y es que cuando se reunió con ella después de eso, no se había atrevido a dirigirle la palabra, y todo eso se lo estaba lamentando en ese preciso momento, el hombre había perdido a las dos personas más importantes de su vida,  no podía sentirse más miserable.

Las lágrimas brotaron, mientras miraba aquel puente destrozado y en llamas, no había nada que pudiera hacer más que eso.

Ahora con que cara vería a sus hijos, que les diría al tenerlos frente a él, la pequeña Olivia crecería sin su madre, probablemente ni siquiera recuerde su rostro cuando crezca, olvidará el sonido de su voz, temía que no recordara cada momento con ella, y es que la niña seguía siendo una bebé, probablemente aún no era capaz de guardar esas imágenes en su cabeza.

Su vida se había ido al carajo, Emily había sido la mujer que más lo había entendido, la única que amo en toda su vida y la única que amaría por el resto de ella, no podía imaginarse una vida sin ella, estaría perdido sin esa mujer a su lado, ya no la tendría nunca más, no la besaría más, su lindo rostro ya no sería lo primero que viera al levantarse por la mañana, cómo continuaría su vida después de esto.

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El ballestero regresó a aquella cabaña en donde fue el más feliz sólo unos cuantos meses, se arrepentía el haber dejado ese lugar, nunca debieron abandonarlo, ella seguiría viva si no hubieran salido de esa cabaña con sus maletas hechas. Emily había sido quien quiso volver, y él no se atrevió a llevarle la contraria, y se maldecía internamente por eso, debió negarse sin importar qué tanto se enojara ella, si lo hubiera hecho, sólo si lo hubiera hecho.

Apenas un par de horas de su gran pérdida, no estaba preparado para enfrentar a sus hijos, sabía que debía ser él quien se los dijera, debía estar junto a ellos y consolarlos por haber perdido a su madre, nuevamente, pero no podía, se sentía destrozado, se sentía culpable. Al final sabía que Maggie se encargaría de decírselos, probablemente para ese momento ya lo sabían, probablemente en ese instante estarían llorando por su madre, y preocupados por su padre.

Había caído la noche, y el ballestero tomó la decisión de pasarla en la cabaña, se sentó frente a la chimenea con la mirada perdida en ella.

— Mierda. — soltó el hombre cubriendo su rostro con ambas manos y volviendo a llorar.

La imagen de la primera vez que la vio llegó a su mente, cuando ambos se intimidaron, en ese instante fue que el ballestero se interesó por ella, en ese simple encuentro sin saber porque.

Todos los recuerdos a su lado, lo que tuvieron que pasar para llegar a estar juntos, y todo lo que vino después de eso, no se había sentido tan feliz en la vida hasta que conoció a esa mujer de la cual no quería despegarse y se preocupaba por ella cada vez que se encontraban alejados uno del otro.

Toda esa noche no hizo más que lamentarse, maldecirse, sentirse culpable, y llorar.

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Los gemelos se acercaron al ver a la gente llegar, buscaban a sus padres entre ellos, pero no lograban divisar a ninguno de los dos. La mirada de la líder del lugar se fijó en ambos niños, tuvo que tragar fuerte para poder acercarse a ellos, Daryl le había dado la responsabilidad de decírselos.