XII. Siempre

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La habitación estaba envuelta en una oscuridad suave, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba por la ventana entreabierta

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La habitación estaba envuelta en una oscuridad suave, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba por la ventana entreabierta.

Ross estaba en la cama, con la mirada perdida en el techo, mientras Lía se sentaba en el borde de la cama (Después de que se despertara por el constante movimiento de Ross), observándolo con preocupación. Habían pasado varias horas desde que Lía lo rescató de su noche de borrachera, y aunque Ross parecía más tranquilo ahora, Lía podía percibir la tensión que lo embargaba.

-¿Estás bien, Ross? -preguntó Lía en un susurro, rompiendo el silencio de la habitación.

Ross suspiró y se giró hacia ella, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y anhelo.

-No puedo dejar de pensar en ella, Lía -admitió en voz baja-. Jen... la extraño.

La confesión de Ross tomó a Lía por sorpresa, pero decidió abordar el tema con sensibilidad.

-Lo entiendo, Ross. Es natural extrañar a alguien que fue importante para ti -respondió con calma.

-Pero ¿por qué me dejó, Lía? ¿Qué hice mal? -preguntó Ross, buscando respuestas en los ojos de su amiga.

Lía se tomó un momento para elegir sus palabras con cuidado antes de responder.

-Ross, a veces las cosas simplemente no funcionan, y no siempre es culpa de alguien. Las relaciones son complicadas, y a veces la gente simplemente toma direcciones diferentes -explicó con comprensión.

Ross asintió lentamente, absorbiendo las palabras de Lía.

-Supongo que tienes razón. Pero aún así, no puedo evitar preguntarme si podría haber hecho algo para evitar que se fuera -murmuró con pesar.

-Jack, escúchame -dijo Lía con firmeza, colocando una mano reconfortante sobre su hombro-. Si ella te hubiera amado o querido de verdad, jamás se habría ido. Jamás te habría dejado ir, porque solo los cobardes dejan ir lo que aman.

Las palabras de Lía resonaron en la habitación, llenándola con un sentido de verdad y claridad. Ross la miró con gratitud, sintiendo un peso levantarse de sus hombros.

-Gracias, Lía. Eres increíble -dijo con una sonrisa sincera.

Lía devolvió la sonrisa, sintiéndose reconfortada por haber podido ayudar a su amigo en su momento de necesidad.

-Estoy aquí para ti, Ross. Siempre -aseguró con sinceridad.

Con esa promesa silenciosa entre ellos, la tranquilidad volvió a la habitación, envolviéndolos en un aura de amistad y complicidad. Y mientras la noche se desvanecía lentamente, Lía y Ross se encontraron agradecidos el uno por el otro, sabiendo que juntos podrían superar cualquier desafío que la vida les presentara.

 Y mientras la noche se desvanecía lentamente, Lía y Ross se encontraron agradecidos el uno por el otro, sabiendo que juntos podrían superar cualquier desafío que la vida les presentara

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Después de la noche con Ross, el amanecer trajo consigo un aire de calma y renovación. Mientras la luz del sol comenzaba a filtrarse por las cortinas de la habitación, Olympia se encontraba sentada en el borde de la cama observando a Ross dormir pacíficamente.

El rostro de Ross, ahora sereno en el sueño, contrastaba con la imagen de la noche anterior, cuando lo había encontrado en estado de embriaguez fuera del bar. Aunque su aspecto físico mostraba signos de la pelea, su expresión tranquila mientras dormía sugería un respiro momentáneo de sus preocupaciones.

Olympia se levantó con cuidado para no despertarlo. Le preocupaba la situación de Ross y qué podría hacer para ayudarlo a superar sus problemas.

Después de unos minutos, escuchó pasos detrás de ella y se dio la vuelta para encontrarse con Ross, quien se había despertado y se acercaba lentamente, aún adormilado.

-Buenos días -dijo Ross, frotándose los ojos con las manos.

-Buenos días, ¿cómo te sientes? -preguntó Olympia con preocupación.

Ross se encogió de hombros, tratando de restar importancia a la situación.

-Estoy bien, gracias a ti -respondió con una sonrisa débil.

Aunque Olympia sabía cuál era el motivo de esa noche de borrachera, aún había muchas preguntas en su mente. Decidió esperar el momento adecuado para abordarlas.

Después del desayuno, Ross se ofreció a ayudar a Olympia con sus tareas de clase y, durante ese tiempo, hablaron de algunas cosas triviales, tratando de dejar de lado las preocupaciones por un momento

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Después del desayuno, Ross se ofreció a ayudar a Olympia con sus tareas de clase y, durante ese tiempo, hablaron de algunas cosas triviales, tratando de dejar de lado las preocupaciones por un momento.

Mientras practicaba una escena de "La La Land", Ross le hizo una pregunta que ella había estado esperando.

-Lía, ¿podemos hablar?

Olympia asintió con la cabeza, sabiendo que era hora de abordar lo que había sucedido la noche anterior.

-Por supuesto, ¿qué pasa? -preguntó, mirándolo con atención.

Ross tomó aire antes de hablar, como si estuviera tratando de encontrar las palabras adecuadas.

-Quiero disculparme por lo que pasó anoche. Sé que fui irresponsable y te puse en una situación difícil. No deberías haber tenido que venir a recogerme, y mucho menos cuidarme y escucharme después.

Olympia lo miró con compasión, sintiendo la sinceridad en sus palabras.

-Ross, no tienes que disculparte. Los amigos están ahí para ayudarse mutuamente en los momentos difíciles. Estoy aquí para ti, siempre.

Ross la miró con gratitud, y por un momento, Olympia vio una chispa de determinación en sus ojos.

-Gracias, Lía. Significa mucho para mí tener a alguien en quien confiar.

Se quedaron en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asentaran entre ellos. Aunque sabían que aún había desafíos por delante, Olympia sintió una sensación de esperanza mientras miraba a su amigo frente a ella.

-Estoy aquí para ti, Ross. Siempre lo estaré -dijo con firmeza, prometiéndole su apoyo incondicional.

Con esa promesa, se abrazaron, reconociendo el vínculo especial que compartían como amigos. Aunque el camino por delante sería difícil, sabían que juntos podrían superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.

Con eso en mente, Olympia se preparó para enfrentar lo que fuera que el futuro les deparara, sabiendo que no estaría sola en este viaje.

Y así, mientras el sol brillaba en el cielo y un nuevo día comenzaba, se sintió llena de determinación y esperanza, lista para enfrentar lo que el destino tenía reservado para ellos.

Una nueva oportunidad de amar |Jack RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora