Olympia tenía la vida que siempre soñó, pero no sabía que eso pronto acabaría.
Al tener el corazón destrozado ella decide ir a estudiar a Francia dándose una nueva oportunidad para empezar, donde conocerá a Jack Ross que también tenia el corazón rot...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ya he perdido la cuenta de todas las veces que Ross, Viv, Ethan y yo nos hemos emborrachado y a medida que los días pasaban, Ross y yo nos sumergíamos cada vez más en una espiral autodestructiva de fiestas y alcohol en un esfuerzo por ahogar nuestras penas. Las noches se habían vuelto interminables, llenas de música estruendosa y luces parpadeantes que se convirtieron en nuestra nueva forma de vida nocturna. Cada trago me recordaba nuestro intento desesperado por borrar los recuerdos y sentimientos dolorosos, tratando de encontrar un poco de alivio en la embriaguez, fingiendo algo que no éramos, escondiéndonos detrás de una máscara de mentiras, intentando protegernos de cualquier persona o situación que pudiera dañarnos.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La azotea de la residencia se había vuelto mi lugar. Un lugar donde podía hablar sin sentirme juzgada, sin recibir miradas de lástima, era simplemente mi lugar seguro. Pero a pesar de eso, nada cambiaba el hecho de que tenía miedo. Miedo de todas las veces que mi celular recibía una notificación de mensajes y llamadas que, en su mayoría, eran para insultarme y amenazarme. Odiaba sentirme así. Tal vez debía cambiar mi número y cerrar mis redes, pero esa historia sería para otro día. Ya se había vuelto una costumbre que cada vez que necesitaba estar sola venía a la azotea a ver el atardecer. Y aunque había muchos edificios, la vista era simplemente hermosa. Esos eran mis motivos para seguir regresando a este lugar.
Aunque esta vez no estaba aquí solo por eso. Estaba aquí porque me estaba ahogando. Ya no podía seguir de esta manera, ahogándome en alcohol solo para tratar de olvidar lo que me estaba pasando. No quería seguir así. Ya no reconocía quién era. Cada vez que me veía al espejo, no me reconocía. No reconocía a la chica del reflejo. ¿Cómo es que permití que me quitaran mi luz y me sumieran en un pozo de oscuridad?
- La vida es una mierda a veces ¿No?
Solté un pequeño grito. Después de todo, no había escuchado cuándo se abrió la puerta.
- Mierda, Ross, no hagas eso, casi me da un infarto. Pero sí, la vida es una mierda a veces.
Él solo caminó hacia mí y me extendió un vaso con alguna clase de alcohol. Acepté el vaso. Ninguno de los dos dijo nada, cosa común entre nosotros dos. O eso fue hasta que él decidió romper el silencio.
- ¿Por qué estás aquí?
- Me cansé.
- ¿De qué?
- De todo esto, de tratar de ahogarme en alcohol buscando olvidar algo que es indeleble.
Y esta vez el silencio fue algo incómodo.
- Ross, ¿qué estamos haciendo con nuestras vidas?
Ross me miró con algo de tristeza. Él había notado cómo había dudado en hacer esa pregunta. Él regresó su mirada hacia la ciudad.
- No lo sé.
- Nos estamos hundiendo.
- Lo sé, Lía. Estamos hundiéndonos más y más.
- Ya no quiero seguir con esto, Ross. Ya no quiero sentirme de esta manera.
Y sin esperarlo, en mi propia desesperación por sacarme de esto, también quería traer a Ross conmigo.
- Deberíamos dejar de hacer esto.
- No puedo.
- ¿Por qué?
- Porque esta es la única manera en la que puedo dejar de pensar en Jen.
- Tal vez ese es tu problema, Jack. Aún sigues enamorado de Jen.
- No me digas así.
- Ese es tu nombre.
- No me importa, la única persona que me llamaba así era ella.
Ignoré lo último que dijo.
- Tal vez ese es nuestro problema, Jack. Idealizamos demasiado a las personas equivocadas y dejamos que nuestra cabeza nos culpe de ello.
- ¿Y tú qué demonios sabes de mí?
- Tienes razón, no sé casi nada de ti. Pero lo que sí sé es que estás tan jodidamente roto como yo, y ninguno de los dos es capas de aceptar que bajamos la guardia y resultamos heridos.
Ross no dijo nada.
Yo no dije nada.
La tensión que había entre nosotros seguramente podía cortarse con un cuchillo. Y no me arrepentía de lo que le dije, aunque sí reconocía que eso sí estuvo fuera de lugar.
- Tienes razón, ese es nuestro problema - él soltó un suspiro antes de continuar hablando - idealizamos demasiado a alguien que le daba completamente igual si recibía un mensaje o una llamada nuestra, si estaba con nosotros o no.
Ross se fue y cuando regresó traía consigo una botella de alcohol. Y aunque al principio me negué, terminé aceptando. No me gustaba esto, pero él tenía razón. Esta era la única manera de olvidar que encontramos.
Nos quedamos juntos, parados en la azotea, enfrentando nuestros miedos y luchas internas mientras la ciudad brillaba bajo nosotros. Aunque habíamos encontrado un consuelo temporal en la embriaguez, sabía que esa era una solución destructiva a largo plazo. Sin embargo, la fuerza de nuestra adicción y dolor emocional nos mantenía atrapados en este ciclo autodestructivo, incapaces de romper el ciclo nosotros solos, así que me quedaría con él y él se quedaría conmigo.
Con el corazón lleno de desesperación, los dos nos quedamos mirándonos el uno al otro, sabiendo que estábamos atrapados en una espiral descendente de autodestrucción. Y a pesar de nuestros esfuerzos por encontrar una salida, sabíamos que necesitaríamos ayuda externa si queríamos tener alguna posibilidad de recuperarnos y encontrar la paz interior.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Así, con una mezcla de desesperanza y resignación, se alejaron juntos del borde de la azotea, sabiendo que su camino hacia la recuperación sería largo y difícil. Sin embargo, mientras se tuvieran el uno al otro, tendrían una pequeña chispa de esperanza de que algún día encontrarían la fuerza para superar sus adicciones y encontrar la salida de la oscuridad que tanto anhelaban.