Olympia tenía la vida que siempre soñó, pero no sabía que eso pronto acabaría.
Al tener el corazón destrozado ella decide ir a estudiar a Francia dándose una nueva oportunidad para empezar, donde conocerá a Jack Ross que también tenia el corazón rot...
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El sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitación. Ross abrió los ojos y parpadeó, tratando de despejar la neblina del sueño y la resaca. Por un momento, no estaba seguro de dónde se encontraba, pero el aroma familiar del shampoo de lavanda y la presencia de Olympia a su lado lo ubicaron rápidamente. Recordó la noche anterior, su comportamiento y la paciencia infinita de Lía.
Se giró lentamente, cuidando no despertarla. Olympia dormía profundamente, su rostro relajado y en paz. Ross se sintió abrumado por una mezcla de gratitud y vergüenza. Se preguntó cómo podía compensar todo lo que ella había hecho por él.
Sin hacer ruido, se levantó de la cama y se dirigió al baño. El espejo le devolvió la imagen de una persona cansada, con los ojos rojos y el cabello desordenado. Suspiró y abrió el grifo, dejando que el agua fría lo despertara por completo. Mientras se lavaba la cara, pensó en las películas, en lo rápido que todo estaba sucediendo, y en cómo había arrastrado a sus amigos a esto.
Después de lavarse y secarse la cara, salió del baño y se sentó en una silla cerca de la cama, observándola mientras dormía. Sabía que necesitaban hablar, que debía agradecerle y, sobre todo, disculparse. Pero por ahora, decidió dejarla descansar.
El teléfono de Ross vibró en la mesa de noche. Lo tomó rápidamente para que no despertara a Olympia y vio que tenía varios mensajes de Ethan y Viv, preguntando por él. Decidió contestarles más tarde, después de aclarar su mente.
Se dirigió a la pequeña cocina del hotel y comenzó a preparar café. El sonido y el aroma del café recién hecho llenaron la habitación, creando un ambiente cálido y acogedor. Se sentía bien hacer algo simple y mundano después del caos de los últimos días.
Olympia se despertó con el aroma del café, entreabriendo los ojos para ver a Ross ocupado en la cocina. Se incorporó lentamente, estirando los brazos y bostezando.
—Buenos días —dijo, su voz aún ronca por el sueño.
—Buenos días, Lía —respondió Ross con una sonrisa tímida. —Perdona por la noche de ayer. No debí haberte molestado así.
Olympia se levantó y caminó hacia él, aceptando la taza de café que le ofrecía.
—No te preocupes, Ross. Todos tenemos nuestros momentos. —Tomó un sorbo de café y lo miró con una mezcla de ternura y seriedad. —Pero quizás deberíamos hablar de eso, y de otras cosas.
Ross asintió, sabiendo que tenía razón. Se sentaron en la pequeña mesa de la cocina, cada uno con su taza de café.
—He estado pensando mucho —comenzó Ross—. Sobre todo lo que ha pasado, sobre las películas, y sobre como has soportado todas mis cagadas .
Olympia negó con la cabeza, colocando su mano sobre la de Ross.
—No lo veo como una carga, Ross. Esto es algo que decidí hacer porque quiero. Claro, hay momentos difíciles, pero eso no significa que me arrepienta. —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. —Pero creo que necesitamos encontrar un equilibrio. No podemos dejar que esto nos consuma.
Ross suspiró aliviado, apretando suavemente la mano de Olympia.
—Tienes razón. Necesitamos recordar los sueños que hemos tenido para hacer esto y no solo pensar en vengarnos de quienes nos lastimaron.
Olympia asintió, sonriendo levemente.
—Exactamente. Y creo que lo estamos logrando, pero también debemos cuidarnos a nosotros mismos en el proceso.
Después de desayunar y hablar un poco más sobre el plan de rodaje, decidieron salir a dar un paseo. Necesitaban despejar sus mentes y disfrutar de un poco de aire fresco. El día estaba soleado y agradable, perfecto para caminar y reflexionar.
Caminando por las calles, Ross no podía evitar pensar en lo mucho que habían cambiado las cosas desde que comenzaron este proyecto. Habían pasado por altos y bajos, pero siempre juntos. Y ahora, estaban en la recta final.
—¿Recuerdas la primera vez que hablamos sobre las películas? —preguntó Olympia de repente, rompiendo el silencio.
Ross sonrió.
—Claro que sí. Estábamos en mi habitación en la residencia, quejándonos de todo y de todos. Creo que fue la primera vez que nos dimos cuenta de cuánto queríamos transformar nuestras experiencias en algo creativo.
—Sí, y míranos ahora. Estamos a punto de terminar nuestras películas. Es increíble.
Continuaron caminando, perdiéndose en recuerdos y conversaciones. Ambos sabían que el futuro era incierto, pero también estaban seguros de que podían enfrentar cualquier cosa juntos.
Al regresar al hotel, encontraron a Ethan y Viv en el vestíbulo, discutiendo sobre los planes del día. Viv, siempre entusiasta, saludó con un grito de alegría.
—¡Finalmente! ¡Pensé que se habían escapado!
Ethan sonrió y les hizo un gesto para que se unieran.
—Tenemos que hablar sobre las próximas escenas. Hay algunos detalles que necesitamos ajustar antes de volver a España.
Ross asintió, tomando la iniciativa.
—Vamos a mi habitación. Podemos trabajar allí y asegurarnos de que todo esté listo.
Una vez en la habitación, se sentaron alrededor de la mesa y comenzaron a discutir los detalles. Había mucho por hacer, pero la energía y la determinación del grupo eran palpables. Trabajaron durante horas, revisando los guiones, ajustando diálogos y planificando cada toma con precisión.
Finalmente, después de una jornada agotadora, se recostaron en las sillas, satisfechos con el progreso.
—Esto va a ser genial —dijo Viv, sonriendo ampliamente. —Puedo sentirlo.
—Sí, va a ser increíble —agregó Ethan. —Pero también va a ser duro. Necesitamos estar preparados para cualquier cosa.
Ross miró a sus amigos, sintiéndose afortunado de tenerlos a su lado. Sabía que sin ellos, nada de esto sería posible.
—Gracias, chicos. No podría hacerlo sin ustedes.
Olympia asintió, apoyando una mano en el hombro de Ross.
—Estamos juntos en esto. Siempre.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, iluminando la habitación con un cálido resplandor, los cuatro amigos se dieron cuenta de lo lejos que habían llegado y de lo que todavía les quedaba por hacer. Pero en ese momento, sentados juntos, sintieron que podían enfrentar cualquier cosa. Porque al final del día, lo más importante no eran las películas, sino la amistad y el apoyo incondicional que se habían brindado mutuamente.
Y así, con una nueva determinación y un vínculo más fuerte que nunca, se prepararon para enfrentar los últimos desafíos que les esperaban. Sabían que no sería fácil, pero también sabían que, juntos, podían superar cualquier obstáculo.