17 | Lo sé

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Piero.

—¿Paracetamol?

—Sí. 

—¿Vaporub? 

—Sí. 

—¿Termómetro?

—También. 

—¿Toallas femeninas?

—No sé de cuales usa…

Mariana y Jesús estaban ayudándome  a preparar las maletas, sólo que ahora estábamos en farmacia por si nos llega a doler algo o pasa algún malestar.

—¿Cómo que cuáles? Sólo llevale unas y ya— se expresó el pelinegro con confusión total.

—Ay Chuy, cuando tengas novia quizás podrías llegar a entenderlo algún día. 

La pelirroja se rió por debajo.

—¡Oye!

—Mira hermano, las mujeres no suelen usar cualquier toalla femenina…

—¿Por qué?

—Porque las puede llegar a rozar, el olor que desprenden no es agradable para ellas o usan con o sin alas… entonces no es cualquiera y ya. La comodidad está sobre todo.

Le di leves palmaditas en su espalda y llamé a mi abuela para no llevar las incorrectas.

Durante toda la llamada Jesús estuvo analizando las cosas.

—¿Por qué debes llevarlas tú?¿Por qué no lo hace ella?

—Es por precaución, si se le llega a terminar yo tengo más, si se le ha olvidado yo tengo y si se les ha perdido… espero a mí no se me pierdan.

Nos reímos los tres.

—Vale, creo que ya entendí. 

La mañana se fue volando y con ella llegó la hora de pasar por Ximena para nuestro primer destino…

Estaba fuera de su casa, recargado en la puerta de mí auto y Jesús estaba a mí lado. Claro que estaba nervioso, Ximena era diferente a las demás, por eso merecía saber la verdad. Estaba seguro que en este viaje le diría todo mi verdad.

De pronto apareció con mi abuela a su lado. Ellas se despidieron y luego mi abuela se acercó a mí, me dio su bendición, como siempre lo hacía.

Te amo abuela— besé su frente.

Ella era todo lo bien que estaba en este mundo, era todo lo que me quedaba y me aterroriza la idea de que algún día la perdería.

La abracé una vez más y la apreté con demasiado amor, no quería soltarla. Tenía una sensación desconocida, no sabía lo que estaba pasando pero todo se borró cuando ella dijo a susurros un “Te amo Piero” e intentó abrazarme más fuerte. Me sentí pequeño, como un niño que sólo necesita un abrazo de amor genuino, alguien inofensivo que esperaba tanto este momento después de haber perdido a su hermano. Ella me envolvió entre sus brazos y me arrebató todo lo malo que tenía…

—También te amo…

Apreté mis ojos  al escuchar la voz de Santiago… estaba aquí, ahora y a través de mí abuela. No quería soltarlo nunca más… pero debía hacerlo para poder avanzar.

Poco a poco desvanecí ese abrazo…

Apreté mis labios y abrí la puerta para que la chica subiera al auto.

—Nos vemos pronto…

Ella sólo sonrió y asentó pero nunca respondió.

Prendí el coche y nos fuimos directo al aeropuerto. Estando ahí me despedí del ojiverde y le di las llaves del carro. Él se despidió de Ximena y ambos sonrieron. 

ℒ𝒶𝒹𝓇ℴ́𝓃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora