38 | Ladrón

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Ximena.

Atri se fue de nuestras vidas después del juicio. Habían pasado dos semanas desde que no miraba a Piero. Su mirada el día del juicio me destrozó, estoy segura que él pensaba que defendería a Adrien o Adrián, como le dice él. 

Ahora mismo iba de camino hacía el bar, el cielo estaba gris, como si quisiera llover… ayer vine a buscarlo pero Jesús me dijo que estaba durmiendo y era milagro que lo hiciera, también agregó que no estaba disponible para nadie, a excepción de mí así que hoy hablaría con él de una vez.

Al cruzar la puerta una vez más vi a los chicos ensayar. Justamente el pelinegro venía saliendo de la oficina, se veía apurado.

—¿Han visto a Piero?— los chicos negaron.

Lo seguí. 

—¿Todo bien?

—No, nada está bien.

Volvió a la oficina, al mirar todo; se giró hacia mí con los ojos llorosos.

—Piero se ha ido…— dijo con la voz quebrada.

—¿Qué?— algo dentro de mí dolió.  

—Lo siento… —el pelinegro me abrazó— Él dejó una estúpida nota de voz…

Yisus colocó su celular en altavoz y reprodujo el dichoso audio.

“Hermano, sé que esto es algo estúpido, que debería enfrentar las cosas pero ya estoy harto de todo, arto de mí vida… así que voy a huir, dejaré todo en tus manos, el bar, mi casa que ahora es tuya, los negocios… todo, te dejo todo Jesús, tú fuiste tan dueño como mi hermano y yo del bar; así que te pertenece ¿Y qué mejores manos que las tuyas?... a lo mejor me arrepienta pero a esas alturas ya estaré lejos de ahí, aprendiendo a vivir con el recuerdo de mí hermano y de nuestra abuela…”

¿Se fue?

Un gran silencio reinó entre nosotros. Se podía escuchar a la perfección los pasos de alguien que venía hacía nosotros pero nuestro dolor de saber que Piero se había ido nos dejó inmóviles. 

Abrieron la puerta.

—A lo mejor aprenda a vivir sin ti pero sin mi fresita nunca… —Ahí estaba, parado, debajo del marco de la puerta. Se encontraba todo mojado.

—¿Qué haces tonto?

—Huir… pero con el amor de mi vida— Piero se acercó tanto— Así que vine por ti.

Sonreí…

Lo vi por unos segundos y luego lo besé. 

—¿A dónde nos vamos?

—No sé, lejos de aquí — me dió un beso más—Al pueblo de Atri, al de Bella, no lo sé pero vámonos. 

Al salir pude darme cuenta de que había comenzado a llover y esa fue la razón por la vi al ladrón que estaba empapado. 

Jesús nos acompañó hasta mí casa para empacar ropa e irnos, solamente los dos, Yisus sólo quería despedirse “bien”.



























Piero.

Iba a irme sólo pero no podía. Amaba, amo y amaré a Ximena así que volví por ella y por la familia que haríamos juntos.

Ahora mismo estábamos de camino en el auto hacia un pueblo, estaba lejos de todo sin embargo era ideal para desaparecer.

Miré a Ximena, era mi dueña sin que ella lo supiera. 

ℒ𝒶𝒹𝓇ℴ́𝓃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora