Ximena.
—Murió la noche en la que desapareciste…
—¿Qué noche?¡No!
Esta vez mis ojos derramaron agua al instante.
—La noche en la que supiste la verdad de mi nombre…
—¿Qué?
Ya ni siquiera estaba segura de que lo que estaba diciendo era verdad.
—Lo siento.
—¡Mentira! ¿¡Por qué no me llamaste!?
—Porque no sabía nada de ti, intenté encontrarte pero no pude— su voz se quebró— Perdón…
—No es cierto…
—Lo es… Jesús me había llamado para decirme pero con lo idiota que soy toqué el tema de mi nombre y…
—¿Qué llamada? ¿De qué hablas?
Su rostro cambió a preocupación total.
—¿Cómo?
—¡Dime dónde está mi mamá Alma!— me abrazó.
—Yo te llevaré pero debes calmarte un poco.
Recordaba sus brazos sin duda alguna, su perfume y su piel.
—¿Cómo pasó?¿Por qué?
Se quedó en silencio.
—Antes de irnos al viaje ella estaba enferma y creí que sólo iba a pasar y ya pero no— guardó otro silencio— Te llamé todos los días pero no respondías…
—Esque yo…
—No te preocupes.
—¿Cómo no? Si ni siquiera recuerdo mi boda, ni la llamada que dices— sollocé— Ya ni sé si todo lo que recuerdo es verdad o no.
Sus manos acariciando mi cabello hicieron que me tranquilizara.
Ahí estaba su tumba, estaba bien cuidada y en cada punta había claveles, sus favoritas.
—Mamita Alma…
Me arrodillé y lloré lo que pude. Ahora entendía el ¿por qué? nadie atendía en su casa.
Una punzada en el pecho fue lo que ocasionó lo siguiente…
Comenzó a faltarme el aire.
—¡Ey!
—¡Oye!
Escuchaba a lo lejos.
—¡Llama una ambulancia!
Todo se volvió negro y no supe más hasta que desperté un el hospital.
A mi lado estaban dos chicos y una chica recostada en el regazo de uno de ellos.
Era ella en el regazo de Piero y Jesús estaba del otro lado.
—Iré a llamar al doctor.
Asentí, mi cabeza daba vueltas.
Con demasiado cuidado se deshizo del contacto entre él y ella.
Me quedé observando la. Se notaba que los tres pasaron un largo rato aquí.
¿Y si estuve inconsciente por días una vez más?
—¡Hola!¿Cómo te sientes?— era el doctor.
—Bien, un poco mariada.
—Normal…
—Sí, normal después de pasar días ahí — habló Jesús, colocándose a un lado de Piero.
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ℒ𝒶𝒹𝓇ℴ́𝓃
Dla nastolatków¿Quién diría que el regreso a casa iba a cambiar muchas cosas? Ximena y Piero eran chicos muy diferentes pero la vida los hizo iguales. Ella con 17 y él con 18 cuando llegaron a la misma ciudad, ambos tuvieron que cambiar para finalmente encontrarse...