27 | Harrison

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Atri.

Jesús había vuelto con mi ropa y ahora mismo estaba preparando la cena para los tres, el pelinegro estaba mirando el televisor mientras comía los chocolates que le había dado en la mañana.

Por otro lado, el castaño venía saliendo del baño luego de darse una ducha y haber tardado una hora debajo del agua fría. 

—Huele rico— estaba secando su cabello con la toalla.

—Todo lo que prepara Atri aparte de oler rico, sabe rico— agregó su amigo.

—Mmm puede que sí— aceptó, yendo a ver que preparaba.

—Se nota que sólo le bastó dos meses a mí abuela para decirte todo.

Asentí.

—Hasta me sé la hora en la que nacieron— vacilé.

—¿En serio?— habló ingenuo desde el sofá aquel ojiverde.

Piero y yo nos reímos. 

—Espera— dijo este, apagando esa risa.

—¿Qué?

—Yo conozco ese suéter— observó la prenda que llevaba puesta.

—El pantalón es mío— dijo Jesús, sin mirar hacia nosotros.

—Y el Suéter ERA mío— en broma hizo un gesto desagradable.











[Minutos después]

—¿Café?— ofreció el ojiverde.

—No, gracias…

La mirada de Piero se posicionó en mí. 

—¿No te gusta?— volvió a preguntar.

—Mm, sólo bebo café cuando se me antoja…— respondí. 

El chico dejó una taza a lado de Piero y otra en su lugar.

—¿Qué? ¿Acaso te gusto o por qué me ves así?— observé a Piero con una sonrisa burlona.

En sus labios apareció “otra” sonrisa burlona. En la de Jesús fue una juguetona.

—¿Me perdí de algo?— preguntó  este último. 

—¡No!— dije fingiendo asco. 

Me gustaban sus cejas… pero por más guapo que estuviera Piero no me gustaba, él amaba a una chica y supongo que ella a él. 

¿Y Yo?  Yo sólo amaré a una sola persona aunque pasen los años, por más que sea su último partido y así él tenga cuarenta años… 

—¿Seguros?

—Sí — Está vez respondió su amigo, dándole una mirada que sólo ellos entendían.

Al terminar de cenar lleno de algunas anécdotas me fui de ahí y los dejé que descansarán.

De camino a mí casa… ¡los animales!

Aproveché que se aproximaba un semáforo para llamar a Jesús. A comparación de su amigo él sí respondió a la primera. 

—¿Qué pasó? ¿Estás bien Olitas?

—No te preocupes, yo estoy bien lo que pasa es que en el bar quedó suelta Chuletita y en la barra quedó la pecera de Ximena…

—Ah, no te preocupes, los llevé a casa cuando ambos estaban en la oficina…

Suspiré aliviada.

—¿Mañana puedo pasar por ellos? 

ℒ𝒶𝒹𝓇ℴ́𝓃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora