16 | Lindo nombre

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Ximena.

Esos ojos verdes que estaban frente a mi buscaban entre ellos el lugar perfecto en donde esconderse, lo malo para ellos era que los de su mejor amigo no los perdía de vista.

—Estoy esperando que salgan las palabras de tu boca, Jesús.

Eros dijo el nombre de su mejor amigo de una manera dura y demandante.

—Cuando dices mi nombre de esa manera no quiero estar un segundo más frente a ti.

Mi pie siguió de vuelta con el leve movimiento que estaba acostumbrado hacer cuando algo rondaba en mi mente por mucho tiempo.

—¿Qué ganas con esto? ¿El dinero?¿Quieres dinero?

Vi a los dos que compartían miradas con sorpresa y admiración, aunque el ojiverde mezclaba dos más, ofensa y enojo.

—¿¡Piensas que necesito dinero!?

—¡Sí! ¡Pero yo no tengo todo ese dinero, Jesús!

—¡Pues yo tengo más que eso!— lo vi, esperando algo más— ¿En verdad crees que necesito ese dinero? ¡Ay por favor!

Jesús se separó de Eros y se levantó del sillón.

—¡No haré nada de lo que dicen esos papeles!

—Ya te dije… ya les dije a los dos lo que quiero.

Procedió a caminar pero la conversación no había terminado, me levanté y fui detrás de él.

—¡No haré ese viaje con Eros!

—Entonces tendré el triple de dinero en el banco, de lo que tengo ahora.

—¡No entiendo!¿Por qué lo haces? ¡Allá está Alicia, ella con gusto va al viaje!

—Pero nosotros no queremos a Alicia.

—¿Nosotros?— vi al castaño que estaba a mi lado y él solo negó.

—Estoy seguro que no es Alicia la que debe ir con Eros, Santiago te puso frente a él el día que fa…

Se calló de golpe, cerró sus ojos y comenzó a lamentarse para luego irse.

Santiago te puso frente a él

Todo se quedó en silencio, entonces voltee a ver a la única persona que estaba cerca… Eros.

—¿Quién es Santiago? El único con ese nombre es tu sobrino…

Él endureció su mandíbula.

—Es otro Santiago.

—¿Tu sabes lo que iba a decir?

—No.

—Pero… entonces ¿Conoces al Santiago del que hablaba?

—Sí.

—¿Quién es? A lo mejor sí habló con él, haga que Jesús se deshaga de lo que ha hecho.

—No puede.

—¿Por qué?

—Tengo que irme.

¿Qué?¿Qué fue ese cambio? El chico emprendió su camino hacia la puerta. La manera en la que caminaba era peculiar, bueno a lo mejor para mi era peculiar.

—¿Y qué haremos?

—Yo pagaré mi parte.

—Pero yo no puedo…

Se detuvo, no respondió. Se dio la vuelta y me vio.

—Puedo prestarte el dinero.

—¿En serio?

ℒ𝒶𝒹𝓇ℴ́𝓃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora