Capítulo 3

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¿Fue la lluvia de diamantes la responsable de sanar mis heridas o sería la causa de mi muerte?. Cada elección trae consigo sus propias repercusiones y contribuye a forjar un nuevo rumbo que se va formando a lo largo de la vida. Aquella noche en la que mi corazón dejó de latir marcó el comienzo en el que mi destino finalmente quedó establecido.

Mientras Chan pedaleaba hacia la casa de sus padres, compartía sus recuerdos nostálgicos sobre varios lugares de forma incesante. A medida que pasaba más tiempo con él, me daba cuenta de que intentaba comportarse como un adulto, cuando en realidad estaba lleno de sueños y sensibilidad hacia muchas cosas; seguía siendo un niño y el era consciente de ello. Por mi parte, comenzaba a sentirme ajeno a mí mismo. ¿Dónde estaba aquel chico que quería vivir cada día como si fuera el último y que arriesgaba todo por lo que deseaba? El mar se había llevado una parte de mí que apenas empezaba a descubrir, dejándome con un profundo vacío.

-Hemos llegado.- anunció Chan al descender de la bicicleta.— Yo hice lo mismo y me detuve para contemplar la casa que estaba frente a nosotros. Observé que todas las casas en ese vecindario eran igualmente espaciosas y cada una tenía su propio jardín. Nos dirigimos hacia la puerta, donde Chan la abrió y empezó a quitarse los zapatos.

Mi nariz captó el aroma a carne que provenía del interior. Al adentrarnos en el jardín, una señora salió apresurada hacia nosotros, confirmando así que era la madre de Chan, quien nos observaba con confusión, especialmente a mí.

-Mamá, él es Han Jisung, lo encontré en la playa y parecía estar muy mal, así que lo traje aquí para que descansara un rato.—Habló Chan antes de que su madre dijera algo.

El momento se tornó incómodo, yo permanecí inmóvil sin pronunciar palabra alguna. La mujer no apartaba la mirada de mí, pero poco a poco se fue suavizando. Se acercó lentamente y empezó a acomodarme el cabello.

—Puedo notarlo, tus ojos reflejan cansancio y pareces deshidratado, vamos adentro.– Me dirigió una mirada tierna. Cada vez más personas en esa isla llegaban a mi vida y me hacían sentir acompañado.

Al entrar, su expresión cambió al volver hacia Chris, quien se escondió detrás de mí como si supiera lo que vendría a continuación.

—Y tú, Christopher. ¿No podías avisar que llegarías tarde? ¡Tu padre y yo estábamos preocupados!
Ella intentaba alcanzarlo, pero Chris la esquivaba, haciendo que la situación desde mi perspectiva resultara divertida. En ese momento, un hombre con rasgos similares a los de Chan llegó con una mirada seria y los brazos cruzados.

—Chris, al fin llegaste.— Volteó para observarme detenidamente, provocándome escalofríos.—Y llegaste con alguien nuevo.—
Antes de que pudiera hablar, la señora me interrumpió.

—Se llama Han, cariño. Chan lo encontró en la playa y no parece estar en buenas condiciones.
Se acercaba lentamente hacia mí sin apartar su mirada.

—Niño, pareces asustado hasta el extremo, relájate, no muerdo. Comenzó a reírse, pero tenía razón, seguía paralizado y no sabía qué decir.

—Lo siento Han si él te causó una mala impresión, siempre es así, trata de aparentar ser serio y firme pero es todo lo contrario.
La madre de Chan desafiaba con la mirada a su esposo, quien aún seguía riendo.

--Disculpa por esta situación, Han. No te he presentado adecuadamente a mi familia—Chris se puso adelante mio— Mi madre, Jessica, es la persona más amable que existe, y mi padre Jack, es el más inmaduro.

Hice una reverencia a lo cual ellos respondieron con una sonrisa amplia.

—Mientras estés aquí, siéntete como en casa, cariño.—Jessica acarició mi mejilla y se adentró a la casa junto con su esposo.

Secretos entre las olasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora