Día 4: En una Cita

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Una aburrida tarde de domingo estaba terminando con su paciencia, no es que no disfrutara de un buen día de relajo, pero en esta ocasión no se sentía de humor ni para soportarse a sí mismo. Recostado en el sofá de su sala, le daba vueltas a los actos de cierta persona que, en estas últimas semanas, no quiso dejar en paz su cabeza. Definitivamente algo le ocurría con ese sujeto, pero el no poder coordinar bien sus ideas ya comenzaba a desesperarle. Una notificación en su celular lo distrajo de su conflicto interno, se trataba de un número desconocido.

"Ey, ¿estás libre hoy?", leyó extrañado y procedió a contestar con desgano.

"¿Quién eres?, ¿cómo obtuviste mi número?"

"Bull, Primo me dio tu contacto, ahora responde", abrió sus ojos y frunció el ceño estupefacto, de todas las personas posibles, justo tenía que ser la que más estrés le venía causando.

"¿Por qué quieres saber? No planeo salir de mi departamento hoy".

"Bien, cámbiate y espérame en la entrada, iré por ti", se incorporó del sofá bruscamente, su expresión era todo un poema, ¿a qué venía todo eso?, ¿cómo que iría a por él?, mientras más pensaba en ello, más perdido se sentía, era inútil preguntar porque el contrario ya se había desconectado, maldijo en voz baja y se levantó yendo directo a vestirse para salir.

—¡Jodido idiota! —Gritó exasperado a la nada, enfadado por no saber por qué siquiera estaba haciéndole caso.

Una vez se hubo arreglado, bajó por el ascensor y desde allí pudo ver como un hombre alto lo esperaba recargado en su moto justo a la salida del edificio. Fue directo hacia él aún molesto, a pesar de que no era lo único que sentía al verle.

—Aquí estoy, ¿para qué me necesitabas con tanta urgencia? —Lo enfrentó, imitando su pose cruzando los brazos, de cerca podía apreciar como su chaqueta de cuero negro se ceñía a su fornido cuerpo, lucía muy bien. Bull ignoró su pregunta, lo recorrió de arriba abajo con una mirada, y sin emitir palabra alguna, le dedicó una media sonrisa.

—Nada mal, —Se dio la vuelta y montó el vehículo. —pero llevo veinte minutos esperándote, la próxima te avisaré con una semana de antelación. Sube.

—¿Eh?, ¿cómo que próxima? Espera... ¿Para qué quieres que vaya contigo? —No podía encontrar ningún motivo razonable para su accionar.

—Relájate, sólo vamos a pasear por ahí, estás en día libre y yo también, ¿eres alérgico a descansar acaso? —Colt le dio un breve vistazo a la moto de su compañero, era una linda máquina con mucha potencia y él, un fanático empedernido de las motocicletas, jamás se perdería un paseo en semejante bestia, aunque en el fondo sólo estuviese buscando una excusa para aceptar la invitación.

—Bien... Pero no habrá próxima, sólo será esta vez. —Titubeante, se posó detrás del pelinegro y aseguró sus manos en la parte trasera del vehículo.

—Eso dices ahora. —Sin más que decir, Bull arrancó y se encaminaron sobre la avenida.

Colt seguía ocupado en averiguar cómo y por qué había permitido que las cosas se dieran de esta forma, no estaba molesto con el contrario, estaba molesto consigo mismo porque parecía evadir constantemente lo que sentía, era incapaz de aceptar la razón por la que su corazón latía acelerado ante el sólo roce de sus piernas con la cintura ajena, aquella repentina invitación a salir y las diversas interacciones que ya habían tenido le daban mucho en qué pensar, debía estar loco por tan sólo imaginar la posibilidad de que el muchacho frente a él tuviese mayores intenciones de las que aparentaba.

—Deja de verme la espalda, te estás perdiendo de la vista. —El sheriff salió de su trance ante las palabras de su acompañante, quien le dio una fugaz mirada por el espejo retrovisor antes de volver su vista al frente, instintivamente levantó su cabeza y miró a los alrededores, tomaron la carretera que daba al desierto desde una meseta, la tarde poco a poco se convertía en noche, tiñendo el cielo de lila, el cual era adornado por nubes de un suave color crema; aquello sumado al viento fresco en su rostro le dio una sensación de calma y plenitud incomparable, amaba andar en moto por estas experiencias, pero en este momento la compañía le añadía un sentimiento especial al paisaje, un sentimiento que le pesaba en el pecho.

—No tengo idea de por qué querías que viniera contigo, pero te lo agradezco. —Por breves instantes hacían contacto visual a través del espejo.

—Y aún nos falta la parada. —Eso le dio a entender que planeaba llevarlo a algún lugar, pero no le hizo más preguntas y se limitó a disfrutar del resto del viaje con sus manos pasando a rodear el cuerpo del más alto.

Luego de unos cuantos minutos llegaron a la playa, el pelirrojo se sorprendió por el destino al que arribaron, pero una vez que Bull estacionó el vehículo y se bajaron, comenzó a caminar pidiendo que lo siguiera.

—Sonará tonto, pero nunca antes había venido a la playa tan tarde. —Caminaban descompasados por los médanos, Colt no despegaba su mirada del horizonte que comenzaba a tomar un cautivante color rosa.

—Pues te perdías un espectáculo, el anochecer aquí se ve grandioso. —Respondió con la vista al frente, en busca de un punto en particular.

—No creí que fueras un amante de los hermosos paisajes. —Comentó risueño, viendo como el contrario se dio la vuelta un segundo para mirarlo de frente, sin dejar de caminar.

—Sé apreciar la belleza cuando la tengo delante. —¿Eso había sido una indirecta?, no supo qué contestar, aún si no tenía ningún significado aparte, sus nervios lo atacaron para robarle las palabras. Avanzaron un poco más en silencio, hasta que la voz del azabache volvió a sonar. —Aquí es.

Se encontraban en el punto más alto de la playa, allí tenían una imagen perfecta del sol escondiéndose detrás del basto mar; el aroma del agua salada, arena húmeda y viento primaveral alojaron un cálido sentimiento en su vientre, no pudo evitar esbozar una sonrisa, ese momento era muy especial como para perdérselo por un conflicto estúpido consigo mismo.

—Esto es maravilloso Bull, no tenía idea de que conocieras un lugar así. —Dio algunos pasos al frente, dejando que la brisa marina lo despeinara.

—Es muy pacífico, ¿verdad? Suelo venir aquí cuando estoy muy agobiado. —El pelinegro avanzó también para permanecer a su lado.

—No puedo imaginarte estando agobiado, todo el tiempo te ves con mucha confianza. —Colt desatendió las bellas vistas para centrarse en el muchacho junto a él.

—Tengo mis momentos. Últimamente te he notado muy estresado en el trabajo, así que se me ocurrió que te haría bien venir aquí. —Sostuvo su mirada incrédulo, aquella confesión tras el gesto que tuvo hoy con él lo conmovió, nunca esperó recibir tal consideración de alguien como Bull, si tan sólo supiera que la razón de su angustia no era otra sino él. Le mostró una de sus mejores sonrisas y acortó la distancia entre ambos, sus hombros se rosaban.

—Te lo agradezco mucho, siento que mi mente está más clara ahora. —Ambos escondieron sus manos en los bolsillos, la brisa comenzaba a helar un poco, pero eso no los ahuyentaría, al contrario, los acercó más al otro. —¿Sabes?, ya no me caes tan mal.

—Una lástima, era divertido hacerte enfadar. —El pelinegro rodeó al contrario con uno de sus brazos, acercándose aún más si es que eso era posible. —Pero admito que es agradable verte tranquilo.

No tenía frío, tampoco estaba confundido, ya no, lo único que sentía era el latir desenfrenado de su corazón fusionarse con el calor que el cuerpo del más alto le transmitía. Apasible, se atrevió a recostar su cabeza en el hombro ajeno, y no fue rechazado. Ambos disfrutaban de la vista con la mejor compañía que podían tener, en ese instante que les pertenecía sólo a ellos y a nadie más.

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30 Days (BullxColt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora