Día 6: Usando la Ropa del Otro

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La brisa fresca de tarde-noche acariciaba su rostro mientras que velozmente se acercaba a su destino. Ese día había quedado con Bull para salir a dar un paseo en motocicleta, cada quien con la suya; casi siempre se movilizaban en la del pelinegro, por lo que poder sacar a relucir su más preciada posesión y presumirla ante el más alto le generaba gran emoción.

Justo sobre el horario de cierre del restaurante a nombre de Bull, estacionó fuera e ingresó como ya se le había hecho costumbre, esperaba verlo haciendo la limpieza o acomodando los asientos, pero en su lugar fue recibido por la neutral mirada de una muchacha que se hallaba trapeando cerca de la entrada.

—Buenas noches Bibi. —Saludó cordial como era usual en él.

—Noches sheriff, llega temprano. Bull está bañándose. —La chica no tenía una muy cercana relación con el pelirrojo, pero aún así ella lo respetaba solo porque parecía ser una buena compañía para su primo.

—Vaya, ¿otra vez cerró temprano? —Se adentró más al local, cuidado de no pisar la porción de suelo que ya había sido limpiada.

—Siempre lo hace cuando van a salir. —Bibi se recargó en el trapeador mientras conversaban. —Crow y yo nos encargamos de la limpieza hoy, puedes ir a esperarlo en su habitación mientras terminamos. —Se inquietó un poco ante aquella sutil orden de parte se la muchacha, claramente no quería estorbar mientras ellos hacían el aseo, pero no podía evitar sentirse algo cohibido, jamás había estado en su habitación antes.

—Em... Claro, ¿por dónde es? —La zona del restaurante era solo una parte del gran establecimiento, pues del otro lado, fusionado al local, se encontraba el hogar del trío de azabaches.

—Ve hasta la parte de atrás y cruza el primer pasillo, es la segunda puerta a la derecha, te darás cuenta cuando la veas. —Haciendo lo posible por retener esa información, le agradeció y fue directo por donde le había indicado, no sin antes saludar con un gesto sensillo a Crow quien estaba tras la barra.

La residencia era oscura y silenciosa, pero aún así logró orientarse y dar con la puerta a la habitación de Bull, fue fácil reconocerla por la llamativa calavera de toro que colgaba de ella. Tímido, se abrió paso y al instante fue invadido por la esencia del mayor, dejó escapar un suspiro al ser envuelto por su aroma de pies a cabeza. Se tomó el tiempo de observar todo con atención, no estaba ni muy ordenado ni muy desastroso, había algunas cosas regadas por el suelo, pero la cama estaba hecha, y no halló un sólo rastro de polvo o suciedad.

Todo en aquella recamara gritaba "Bull Blanco", desde las diversas estanterías con adornos y revistas varias, hasta los añosos muebles con stickers pegados que seguro, fueron obsequios de su prima. El cuarto era levemente iluminado por una sutil luz de noche en una pequeña cajonera junto a la cama, y sobre ella, dilucidó unas muñequeras negras, algunas colonias de hombre y un peculiar peine fino color escarlata que él mismo le había obsequiado hace poco, sonrió al ver que si parecía darle uso.

Luego de aquella breve inspección, decidió sentarse sobre la cama a esperar, se sentía algo ansioso por encontrarse a Bull en su propia habitación sin que él estuviera al tanto de que se encontraba allí, pero seguro no se enfadaría si se ponía algo cómodo. Reposó su espalda en el mullido colchón y giró su cabeza hacia los pies del lecho, un conjunto de prendas de ropa llamaron su atención: una playera bordó lisa, junto a unos jeans desgastados y su característica chaqueta de cuero negro, aquella que solía usar bastante seguido. Tomó ésta última ente sus manos para inspeccionarla con detalle, tenía algunas marcas de uso cotidiano y unos pocos rayones.

Una curiosa idea pasó por su mente, seguido de una sonrisa maliciosa. Se levantó de la cama y caminó hasta el espejo en la puerta de su armario mientras se colocaba la chaqueta con impaciencia, debía apresurarse si no quería ser descubierto. Una vez efectuado el crimen, se admiró en el reflejo desde distintos ángulos, le quedaba considerablemente grande debido a la evidente diferencia de tallas entre ambos, pero incluso eso era un punto a su favor, pues la holgada prenda sobre su esbelto y bien moldeado cuerpo resaltaba con creces sus mejores atributos. Le fue imposible resistir el impulso de jalar del cuello plegado hacia afuera y hundir su nariz en él para aspirar con detalle el aroma del pelinegro, el mismo que secretamente lo enloquecía.

En ese preciso instante, el sonido de la puerta abriendose de par en par lo hizo palidecer, como si lo hubiesen descubierto cometiendo un delito. Sin voltearse, pudo ver desde el reflejo como Bull lo había encontrado in fraganti, ocupando su habitación sin su permiso y para colmo, vistiendo sus ropas descaradamente. Pero no fue sólo la vergüenza de haber sido atrapado lo que lo petrificó en el lugar, sino que también, la imagen del trabajado cuerpo del más alto siendo cubierto únicamente por un par de ajustados boxers negros, hizo que su pulso se disparara.

—Vaya vaya... No sé si me encontré un ladrón o un intruso. —El azabache se acercó hasta él, manteniendo el contacto visual por el espejo, Colt no se movió ni un centímetro. Fue tomado por los hombros y obligado a darse la vuelta para enfrentar a su compañía, quien lo analizaba con una sugerente sonrisa. —Quizá ambos.

—Yo... Um... Bibi me dijo que podía pasar mientras te bañabas... —Desvió su mirada cuando unas robustas manos se alojaron en su cintura, presionando sus cuerpos juntos, sentía su rostro arder de vergüenza ante el cálido contacto de aquella figura en paños menores.

—Ya veo, ¿y también te dio permiso de usar mis cosas? —Con una mano sujetó su mentón para regresar su mirada hasta él, su rostro lucía sereno y a la vez atrevido, de su cabello aún húmedo caían algunas gotas que terminaban en su prominente pecho, el sheriff se sostuvo de las muñecas contrarias porque de tocar cualquier otra zona de ese cuerpo semidesnudo terminaría desmayandose.

—No... Pero aún así luce genial en mi. —Tomó valor para ponerse a la altura de la sensualidad que el contrario exudaba en cada poro.

—Estás en lo cierto, de hecho luces tan bien que no sé si quitarte la ropa o dejártela puesta. —Sus rostros estaban a centímetros de distancia y la tensión podía sentirse pesada en el ambiente, Colt tembló ante aquellas palabras que, a pesar de sus indecentes intenciones, sonaron dulces como el chocolate.

—Yo no estoy seguro de querer que te vistas... —Acalorados, terminaron por unir sus bocas con ansiedad, inseguros de si sería mejor hacer un cambio de planes para esa noche, pero su nube de provocaciones fue interrumpida por unos rusos golpes en la puerta.

—¡Bull!, ¡ya terminamos, cierra con candado cuando salgan! Nos vamos a dormir. —Sonó del otro lado la voz exhausta de la chica, seguido de un corto "buenas noches" por parte de Crow.

—¡Bien! —Respondió malhumorado, volvió su atención a Colt y suspiró resignado. —Bueno... Me temo que será en otra ocasión. —Depositó un casto beso en los labios del pelirrojo antes de separarse y comenzar a vestirse. Colt aclaró su garganta con nerviosismo y le dio la espalda en un intento de disimular su vergüenza.

—En fin, de todas me veía mejor con esto puesto. —Bull rio al verlo posar delante el espejo mientras buscaba su cinturón.

—Pues dejatela puesta, yo buscaré otra. —Secó un poco más su cabello para colocarse la camisa.

—¿De verdad me la prestas? —El sheriff lo miró con ilusión y el contrario sólo le sonrió a la vez que se posicionaba a su lado para arreglar su caótico pelo con el dichoso peine escarlata en mano, Colt le devolvió la sonrisa, acompañada del alocado latir de su corazón. —Eres todo un encanto.

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30 Days (BullxColt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora