Día 28: Un Gesto Dulce

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Era temprano por la mañana y la brisa fresca de aquel día llenaba sus pulmones mientras conducía hasta el departamento de su prometido. Esa última semana el frío de otoño se hizo notar cada vez más, y sumado a unos días de trabajo arduo, Colt terminó cayendo enfermo. Se trataba de esos resfriados comunes pero fuertes que te debilitaban hasta los huesos y no te permitían seguir tu día con normalidad. Bull ya estaba al tanto de que el pelirrojo se tomaría esa semana debido a esto, sin embargo, no se sentía conforme con la idea de que se quedara solo en su departamento recuperándose, por lo que decidió ir y cuidar de él hasta que se recuperara.

Dejó su moto junto al casco en la pequeña zona de estacionamiento del condominio, entró y tomó el ascensor. No le había avisado iría, pero tampoco es que fuera muy necesario, después de todo, ya eran prácticamente familia. Ese pensamiento lo hizo esbozar una sonrisa, miró el anillo en su dedo corazón, el cual no había retirado desde aquella noche en que le fue colocado junto a la promesa de una eternidad para ellos dos. Sus bellos recuerdos fueron interrumpidos por el sonido de las puertas del elevador abriendose. Buscó de forma automática el número que pertenecía al pelirrojo y sacó de su bolsillo la copia de sus llaves.

El departamento estaba en completo silencio, algo desordenado, pues seguramente Colt no había tenido energías para limpiar y era entendible. Ingresó con pasos suaves, por la hora y la quietud del lugar presentía que el susodicho estaría aún durmiendo, y terminó por confirmarlo cuando al cruzar junto a su habitación oyó unos suaves ronquidos a través de la puerta. Sonrió y silenciosamente se dirigió a la cocina para descargar todas las provisiones trajo en su mochila. Consistían en algo de comida y medicamentos, guardó cada cosa en su lugar. Aún era temprano para cocinar, por lo que se dedicó a ordenar y hacer la limpieza para que Colt no tuviese que hacerlo. Colocó ropa a lavar, trapeó los pisos, sacó la basura; mantenimiento sencillo del hogar, pero que en el estado en el que su pareja se encontraba se volvían tareas muy pesadas. Miró la hora en su celular, no faltaba mucho para llegar al mediodía. Volvió a la cocina para poner la cafetera y preparar unas tostadas con mermelada de fresa, la favorita del sheriff.

Pasados unos minutos, le extrañó que aun no se hubiese levantado, por lo que fue hasta su habitación y con cuidado de no hacer ruido, entró. Una despeinada cabellera roja sobresalía de entre ese desastre de cobijas, se acercó a paso lento y pudo ver su rostro durmiente con claridad. Sus párpados estaban algo hinchados y su nariz roja por los pañuelos que usó, respirando a través de su boca entreabierta.

Bull acarició suavemente su mejilla y acomodó algunos mechones de cabello que caían en su frente. Aun estando enfermo y desarreglado seguía siendo hermoso, no cabe duda de que quería pasar el resto de su vida junto a él, tanto por quien era, como también por lo que le hacía sentir. Se inclinó para depositar unos suaves besos en sus mejillas y frente, su rostro estaba caliente, seguramente tendría algo de fiebre. El pelirrojo comenzó a removerse en la cama, despertando poco a poco de su descanso profundo ante la sensación de cosquillas que le provocaban esos labios.

—Mmh... ¿Mami...? —Susurró entre sueños, con una voz ronca y queda. Bull sonrió ampliamente y continuó besándolo con mucho cariño.

—No, pero puedes decirme papi si quieres. —Dijo suave sobre su oreja. Al oír aquellas palabras, el pelirrojo terminó de despertar, y lentamente se incorporó en el lugar, tallando sus ojos.

—¿Bull?, ¿qué haces aquí cariño? —Interrogó somnoliento, mientras intentaba acomodar un poco su rebelde cabello. 

—No pretendías que te dejara sólo en estas condiciones por una semana entera, ¿o si? —El contario sonrió aun medio dormido, aquella expresión le pareció a Bull lo más bello del mundo.

—Supuse que tarde o temprano vendrías, pero no quiero que estés mucho tiempo cerca de mi, ¿y si te enfermas también? —Permaneció sentado en la cama y con su mano buscó la caja de pañuelos. 

—Relájate, no me he enfermado en años, tengo el sistema inmune de un toro. —Comentó sacándole una risilla débil a su prometido, a la vez que se levantaba para ir por algo a la cocina. —Quédate en cama, enseguida vuelvo.

El sheriff aguardó unos segundos, intentando corregir algo su apariencia en el ínterin; no era de su agrado mostrarse ante otros con esas pintas, menos aún tratándose de su pareja, pero también entendía que no necesitaba verse bien todo el tiempo junto a él, pues sabía bien que era amado más allá de cómo luciera. El más alto regresó, trayendo consigo una humeante taza de café en una mano, y en la otra un plato con abundantes tostadas, sus ojos se iluminaron ante esa imagen, ese hombre debía ser fácil la criatura más hermosa sobre la tierra. Dejó su desayuno sobre la mesa de luz y volvió a sentarse en la cama junto a él. Colt tomó la taza entre sus manos, y a pesar de que no podía sentir su aroma por el resfriado, el sabor amargo y cálido del café provocó una sensación descontracturante en su malestar; era el mismo que bebía cada mañana, pero en ese momento, de la mano de su amado, juraba que sabía mejor que nunca. 

—Eres una ternurita, ¿lo sabías? —Acotó el pelirrojo con una sonrisa plena, a la vez que tomaba ansioso una tostada del plato.

—Lo sabía, pero no me molesta que me lo recuerdes. —El azabache disfrutaba de ver como el contrario parecía recomponerse física y anímicamente con cada bocado que daba.

—Lamento que te hayas encontrado el departamento hecho un caos, no he tenido las fuerzas ni las ganas como para hacer los quehaceres estos días. —Suspiró y siguió comiendo. 

—No te preocupes, lo imaginé. Ya me encargué de eso de la limlieza, y también te traje algunas cosas. —Volvió a levantarse en dirección a la cocina. Colt permaneció desayunando con una expresión confundida mientras analizaba lo que dijo, ¿había limpiado su apartamento y le trajo el desayuno a la cama? Una sensación agradable ocupó su pecho, solo Bull podría hacerlo sentir como un adolescente enamorado una y otra vez. El susodicho apareció por la puerta con una bolsa plástica de farmacia entre sus manos, se sentó en la cama y sacó unas cuantas cajas rectangulares ante sus ojos. —Ésta es para la fiebre, debes tomar una cada que sientas temperatura. Ésta otra es para bajar la congestión, es una cada mañana con la comida. Y esto es sólo té, pero te ayudará a recuperar fuerzas... 

—Bull. —Llamó su atención para mirarlo a los ojos directamente, se sentía sumamente conmovido por las molestias que se había tomado. Colt apretó la taza entre sus manos, quería saltar sobre él, abrazarlo hasta dejarle sin aire y llenarlo de besos por todas partes, pero su condición no se lo permitiría. Mordió su labio y suspiró pesadamente, dedicándole una sonrisa sincera. —No sé qué haría sin ti, aún no nos hemos casado y ya eres el mejor esposo del mundo. 

—¿Tu crees?, yo siento como si ya tuviésemos un matrimonio de años. —Le confesó, y la verdad es que el sentimiento era mutuo. Llevaban más de un año juntos, pero la confianza y el amor que construyeron a lo largo de todo ese tiempo eran tan fuertes, tan especiales, que podrían compararse a esas relaciones que solo se consiguen con el paso de los años. 

—Te a... —Sus palabras fueron interrumpidas por un cosquilleo detrás de su nariz. Por suerte, alcanzó a tomar un pañuelo y estornudó en él unas cuantas veces. Bull sólo lo miró atónito, esperando a que terminara. —mo...

El pelinegro se rio audiblemente mientras Colt extraía una de las pastillas que su prometido le trajo para tomarla ya mismo. La fiebre y la congestión le hacía sentir mareado, pero a pesar de ello, su corazón se mantenía enérgico gracias a la presencia de más alto, que iluminaba todos sus días con amor y cariño. A su lado, no había nada que pudiera con él; a su lado, estaba completo.

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30 Days (BullxColt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora