El universo se creó en medio de un hermoso paisaje caótico de explosiones. Cada partícula se dividía en dos y luego se perdían unas a otras. El polvo de estrellas se dispersó por todas partes. El paisaje estático terminó y hubo movimiento. Aparecieron colores fascinantes y era imposible apartar la mirada. La escena más bella que existe. Orden a partir del caos. El destino observaba todo en silencio, maravillado.
Cuando los colores empezaron a desvanecerse, el destino se entristeció. Deseaba poder contemplar aquel hermoso cuadro para siempre. No parecía justo que un acontecimiento tan deslumbrante sólo ocurriera una vez. No era justo. Entonces el destino tuvo una idea: como sería imposible juntarlo todo por sí solo, uniría cada partícula que flota en el universo a un alma. Y así surgió la vida.
Los seres humanos han llegado a ser portadores de la mitad de una partícula de polvo de estrellas. Y durante el minúsculo periodo de la vida de una persona, cada partícula busca a su otra mitad. Cuando se encuentran, la explosión de colores vuelve a producirse y el destino puede admirar una y otra vez su paisaje favorito.
A este fenómeno se le llama almas gemelas.2008
En cualquier caso, su amistad nació sin pretensiones. Se basaba en unos principios sólidos y verdaderos, como debe ser todo lo duradero. El origen es siempre un punto importante en cualquier situación y no podía ser diferente entre las dos. Esta amistad comenzó con un tema de crucial seriedad y pertinente discusión: los dulces.
El verano de 2008 fue atípicamente caluroso. Por supuesto, una estación así es de esperar, pero fue demasiado. No es que le importara a Violeta, que estaba más que contenta con la temperatura porque significaba que podía pasar más tiempo al aire libre. A la altura de sus siete años, corría arriba y abajo por la plaza mientras intentaba esquivar los chorros de agua de la fuente. Su cara sudorosa y enrojecida y sus blusas empapadas de agua parecían ser el uniforme de todos los niños que jugaban allí. Y el lugar estaba abarrotado. Ningún niño quería perder su tiempo libre en casa.
- ¡Ven aquí, Vio! - volvió a llamar su abuela.
Se acercó, con las mejillas enrojecidas y la piel caliente, por la exposición al sol. Sus manitas intentaban secar las gotas de sudor que le corrían por la frente.
- ¿Te ponemos la gorra, mi amor? - La voz tranquila de su abuela no se correspondía con la agilidad con la que le puso la gorra azul en la cabeza. - El sol es muy fuerte, tienes que protegerte.
- Pero abuela, no quiero. Me molesta cuando corro.
Sus cejas se fruncieron y sus labios se apretaron en señal de protesta. ¿Cómo era posible que su abuela no entendiera que la gorra era un estorbo? Los otros niños no la llevaban. Es más, su forma estropeaba la imagen de su sombra en el suelo, así que no podía hacer sombras bonitas. Sus manos agarraron el ala de la gorra para quitársela de la cabeza.
- Ay, Vio, qué pena. Entonces tendré que darle estas balas que compré a alguien que quiera la gorra...
- ¡No! - gritó y soltó el ala de la gorra. - Me la quedaré, abuela.
Isabel metió la mano en el bolso y sacó un puñado de golosinas de distintos sabores. Violeta estiró sus manitas en forma de concha para cogerlas todas. Sus ojitos brillaban. Su abuela era realmente increíble, ¡mira cuántos dulces!
- ¿Cómo se dice, Vio?
- Gracias, abuela.
La señora sonrió cariñosamente a su nieta y le entregó los dulces. Al mismo tiempo, Violeta salió a la plaza. Contó ocho golosinas en total. No sabía los nombres de los sabores, pero eso no importaba porque todos estaban deliciosos. Dos morados, tres verdes, uno amarillo, uno naranja y uno rojo. ¿Cuál debería comer primero? Quizá debería sentarse en un rincón antes de elegir. Miró a su alrededor en busca de un lugar donde disfrutar de sus dulces, antes de volver la vista a su mano. Dejó de saltar. ¿Le faltaba uno? Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Volvió a contar. Faltaba su favorito. El único cuyo sabor conocía: fresa. Estaba segura de haber visto el envoltorio rojo cuando su abuela repartía los caramelos.
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SoulMates
RomanceVioleta siempre había sido escéptica y nunca había entendido esa historia del destino y las almas gemelas; ¿cómo iba a colorear su mundo si ya lo veía en color?