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Violeta casi había finalizado su trabajo en la heladería del señor Ruiz. Había estado muy ocupada porque el verano estaba cada vez más cerca, lo que la asustaba mucho, ya que la llegada del verano significaba para ella el fin del colegio. Había estado aplazando lo más posible el pensar en ello y, esta vez, estaba consiguiendo su objetivo. Algo más seguía resonando en su mente.

El timbre sonó en la tienda para anunciarle una agradable sorpresa.

- Hola, Vivi – Chiara sonreía de pies a cabeza. Sus pendientes brillaban al reflejar la luz artificial del interior de la tienda.

- Hola – respondió ella con una pequeña sonrisa - ¿Qué haces aquí?

Sus dientes se cubrían con su boca rosada, aunque la mirada de la joven dejaba claro que no estaba ni mucho menos ofendida o molesta por la pregunta. La pelirroja sospechaba que le molestaba más el hecho de no poder acercarse lo suficiente debido al balcón que las separaba.

- ¿Por qué cada vez que vengo me tratan así?

Una risa sin humor escapó de los labios de la mayor.

- No es verdad. La semana pasada, incluso te di un helado, Kiki – incluso esbozó una pequeña sonrisa para complementar su actuación de mejor amiga, pero Oliver mantuvo su expresión neutra. Entonces se dio la vuelta para terminar de limpiar las máquinas. Tras unos segundos en silencio, añadió – Tengo curiosidad por saber a qué debo tu ilustre presencia aquí.

No es que a Chiara no le gustara visitarla en el trabajo ni nada por el estilo, solo que la hora casi siempre coincidía con los entrenamientos del equipo de voleibol. Si quedaban después de clase, siempre era después del trabajo y del entrenamiento, es decir, hacia el anochecer. Y casi siempre era en casa de cada una, porque ya estaban demasiado cansadas del ajetreado día.

- Hoy no he entrenado porque el entrenador ha tenido una urgencia - por fin apareció la explicación. – Así que decidí recogerte del trabajo porque soy una buena alma gemela.

Cuando Violeta se dio la vuelta, la chica de ojos verdes ya estaba sentada, casi estirada, en la hilera de taburetes de la tienda, observándola mientras terminaba de poner orden. Se quitó el delantal, ya sucio y sudoroso, sin mucho cuidado Demasiada cansada para detalles como aquel.

- ¡Qué honor, venir a rescatarme de esta tortura! – Observó cómo sus ojos verdes se cerraban perezosamente. - ¿Estás lista para irte o quieres quedarte un poco más?

Chiara solo emitió un gruñido como respuesta. Mientras la más joven se armaba de valor para abandonar la cómoda posición en la que se encontraba, prácticamente tumbada, llegó el momento de que Hódar se dirigiera a la parte trasera de la tienda para despedirse del señor Ruiz y regresar.

Ahora que no había ningún mostrador entre ellas, la más joven se inclinó para depositar un casto beso en su mejilla. Todos estos años, Violeta siempre había sabido que era cariñosa, pero era una sensación diferente ser el objetivo de tantas muestras de afecto más íntimas. Se sentía tan bien.

- Hola – susurró con una sonrisa en la cara.

- ¿Nos vamos? – preguntó Oliver.

La mayor asintió como respuesta y se atrevió a coger la mano blanca y envolverla con la suya. El contacto físico entre las dos siempre había sido natural, pero ahora lo parecía aún más. Su cuerpo actuó antes de que su cerebro pudiera tomar la decisión conscientemente.

- ¿No vamos a tu casa? – preguntó Chiara en cuanto giraron a la izquierda para salir de la tienda.

Es un hermoso día de primavera, el aire estaba caliente y pesado, a pesar de la ligera brisa refrescante del anochecer. - ¿Nos quedamos un rato en la plaza?

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