2015
La segunda vez en que Violeta participó en una conversación sobre almas gemelas fue cuando tenía 14 años. Después de que Jasmine le explicara cómo funcionaba, no quiso saber más. No es que el resto del mundo estuviera de acuerdo; después de todo, en la escuela el tema siempre surgía entre sus compañeros. Aparte, claro está, de Chiara. Su mejor amiga parecía completamente fascinada por la hazaña del destino y nunca perdía la oportunidad de charlar sobre ella. Hódar prácticamente se había aprendido de memoria las frases de la joven: que quería encontrar a su alma gemela, que quería entender cómo el mundo podía ser más colorido de lo que ya era, todas las confabulaciones sobre dónde se conocieron, bla, bla, bla...
Violeta nunca escuchó y prácticamente dejó a Oliver hablando sola. En primer lugar, porque el tema ya era repetitivo. Todo el mundo hablaba de ello a todas horas. ¿Cuál era esa fijación? En segundo lugar, porque seguía pensando que todo eran tonterías. El mundo ya era colorido. Aumentar el brillo de los colores solo conduciría a la ceguera, estaba segura. Y en tercer lugar, porque no le importaba. No le importaba. No le importaba. Le parecía absurdo que la gente no pudiera elegir a sus almas gemelas. ¿Dónde estaba el libre arbitrio? Quería ser dueña de sus propias decisiones.
Así que solo se involucró cuando, sorprendentemente, su abuela sacó el tema.
Estaba concentrada en sus deberes de matemáticas en la mesa del salón. La radio estaba encendida y su abuela estaba sentada en el sofá. Sin prestar mucha atención al contexto, porque estaba intentando entender qué hacer con todos esos números, sus oídos solo identificaron al locutor pronunciando las dos palabritas: almas gemelas.
Cuando era más pequeña, su abuela apagaba la radio en cuanto salía el tema. Como a Violeta tampoco le interesaba, nunca intentó averiguar por qué. Cuando se hizo mayor, empezó a hacerse la tonta cada vez que se mencionaba la expresión. Por eso se sorprendió cuando notó que su abuela se acercaba y se sentaba en la silla de al lado.
- Vio, ¿sabes lo que son las almas gemelas?
Y, verás, Violeta había oído que los niños siempre temían la conversación con sus padres (o, en su caso, con su abuela), pero estaba bastante segura de que el tema de esta infame conversación era el sexo. No la broma pesada del destino. En cuanto oyó la pregunta, deseó de verdad que fuera sobre sexo. Ya lo había estudiado en la escuela, no podía ser peor. Sería mejor que hablar de almas gemelas.
Por unos instantes, Violeta se planteó evitar el tema y continuar con sus deberes. Sí, matemáticas. Hasta ahí llegaba su desprecio por las almas gemelas: más que por los cálculos y los números. Sin embargo, sabía que no sería muy cortés hacerle eso a su abuela, y difícilmente la haría desistir.
- Sí, abuela - dijo al fin, derrotada, dejando caer el lápiz sobre el cuaderno.
- ¿Y tú qué sabes? — insiste ella.
- Sé que es una broma de mal gusto del destino hacer que cada persona tenga una pareja predeterminada incluso antes de nacer.
Su respuesta quizás podría haber sido un poco menos amarga. Sin embargo, ya que iba a hablar de ello, al menos allí, con alguien en quien confiaba inmensamente, no tendría que ocultar sus pensamientos.
- Hablas igual que tu madre - todo lo que dijo tras un largo suspiro. Al parecer, no solo era un tema difícil para ella.
- También sé que, al parecer, empiezas a ver los colores después de besar a tu alma gemela por primera vez - continuó - Lo cual no tiene ningún sentido, porque yo ya veo colores. Todos. Y muy bien.
Otro suspiro. Empezaba a preocuparse por la salud de su abuela. Vio a través de su visión periférica cuando se llevó la mano a la frente. Parecía muy nerviosa.
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SoulMates
RomanceVioleta siempre había sido escéptica y nunca había entendido esa historia del destino y las almas gemelas; ¿cómo iba a colorear su mundo si ya lo veía en color?