Violeta disfrutaba del sol de media estación besando su piel. Tenía los ojos cerrados para concentrarse en la sensación de piel caliente. Tenía la espalda apoyada en el banco de la plaza y las manos sobre las rodillas. Era agradable sentir la brisa de la tarde en la cara. Le gustaba el tiempo así, el sol caliente, pero con suficiente viento para que nadie se derritiera por el calor. Le daba una sensación de vivacidad y quizá incluso de libertad. No la misma libertad que encontraba en la fotografía y en el abrazo de Chiara, era diferente.
Probablemente, porque esta vez era una libertad física. No es que antes hubiera estado atrapada o atada, en absoluto. Sin embargo, después del pequeño incidente con el coche de los Oliver meses antes, estaba bajo vigilancia constante. Todo el tiempo. De casa al colegio, del colegio a la heladería y de la heladería a casa. ¡Ay de ella si llegaba cinco minutos tarde a casa…! Era su abuela la que le hablaba al oído sin parar. Sí, la chica había cumplido 18 años hacía poco más de tres meses, pero eso no significaba nada para ella. Mientras viviera bajo el techo de sus padres, sabía que tenía que respetar sus normas. Incluso los castigos.
Ni siquiera Chiara, que conducía a pesar de ser menor de edad y había cogido el coche de sus padres sin permiso, recibió un castigo tan largo. La menor solo recibió un largo sermón y estuvo castigada un mes. Aunque la culpa que sintió al ver a Hódar en el hospital y el hecho de que tuviera que perderse dos semanas de entrenamiento por los puntos que le habían dado fueron castigo más que suficiente. Se había sentido miserable durante ese periodo. Al menos. Siguieron viéndose todos los días en la escuela y, cuando terminó el castigo de la menor, fue a visitar a la mayor a su prisión particular.
- Eres la mayor, Violeta, deberías haber actuado con responsabilidad - eso decía tu abuela. Y ella sabía que no se equivocaba. Sobre todo porque aún se sentía culpable por haber asustado a Chiara y haberla hecho pisar el freno demasiado rápido.
Lo peor de todo era que toda aquella situación le impedía ir al estudio del señor Capdevila. Hacía meses que no cogía una cámara. Se sentía muy triste. Cada escena bonita que veía en la calle la desanimaba. Deseaba tanto poder hacer fotos, aunque fueran las aburridas fotos de 3x4 que hacía en el estudio. Solo quería volver a utilizar una cámara.
Sacudió la cabeza, intentando no pensar en ello. Durante su detención, intentó concentrarse en otras cosas. Como, por ejemplo, el hecho de que solo le quedaban unos meses para graduarse en la escuela. No podía creer que estuviera tan cerca. Pero intentaba evitar pensar demasiado en el futuro, porque su futuro estaba lleno de más incertidumbres que certezas.
Hacía casi una semana que había recuperado la libertad. Casi una semana en la que no tenía que informar a su abuela de cada paso que daba, ni estar encerrada en casa el fin de semana. Así que estaba decidida a aprovechar al máximo cada momento, por sencillo que pareciera, incluido el de disfrutar del soleado sábado sentada sola en la plaza.
Se alisa la gorra. Su pelo, por primera vez en su vida, estaba teñido de naranja y cortado a una longitud drástica. Lo consideraba un pequeño acto de rebeldía. No era tan corto, pero ahora podía sentir las pequeñas puntas rozando su hombro. Abrió los ojos cuando sintió que algo frío le tocaba la mano
- ¡Hola, chiquitín! - Saludó al cachorro que tenía el hocico apoyado en su mano.
Era un mestizo de pelaje oscuro. Tan mono y dulce. Violeta ya lo conocía porque el animal siempre rondaba por el barrio. No tenía dueño oficial, pero lo cuidaban la mayoría de los vecinos. Frotó el costado de su carita con las yemas de los dedos, la caricia fue aceptada con gran placer. El perro se acurrucó aún más, apoyándose en la cicatriz que le había dejado el accidente. Una línea fina, casi imperceptible, en el costado de su muñeca.
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SoulMates
RomanceVioleta siempre había sido escéptica y nunca había entendido esa historia del destino y las almas gemelas; ¿cómo iba a colorear su mundo si ya lo veía en color?