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Cuando Violeta abrió los ojos, lo primero que vio fue un par de esferas esmeraldas justo delante de ella. Una fuerte luz de fondo le hizo daño en los ojos, por lo que volvió a cerrarlos de inmediato. Nada tenía sentido. Sintió un malestar en la cabeza y tardó unos instantes en volver a ser consciente de su cuerpo. Se sentía como si hubiera corrido una maratón, tan cansada se sentía. No tenía ni idea de cuánto tiempo había tardado su cerebro en procesar toda aquella información, solo se sentía aturdida. Y dolorida.

- ¿Vio? ¡Vio! - su nombre se repetía en susurros como un mantra cuando consiguió abrir los ojos de nuevo. Aquellas esferas esmeralda eran en realidad los orbes verdes dueña de aquella voz

- Kiki - murmuró, aún sin fuerzas.

- Vio. Ah, no puedo creer que estés despierta - sintió que una mano cálida envolvía la suya. Todavía estaba demasiado confusa para seguir todos los movimientos a su alrededor. - Quédate aquí, llamaré al médico.

Apenas se dio cuenta de que Chiara salía por la puerta de la habitación. Volvió a cerrar los ojos y respiró hondo. La cabeza le pesaba y sus pensamientos parecían envueltos en la niebla. Estaba claro que estaba en el hospital y recordaba haberse golpeado la cabeza. No podía creer que se hubiera desmayado. Su abuela debía de estar muy preocupada. Iba a matarla, eso seguro.

Al poco rato, su mejor amiga regresó acompañada de un hombre con bata de laboratorio. Llevaba un estetoscopio al cuello y empujaba un pequeño carrito metálico con algunos objetos.

- Violeta Hódar, ¿verdad? - preguntó el médico después de comprobar algo en un portapapeles. - Soy el doctor Alex Márquez. ¿Cómo se encuentra?

- Cansada y dolorida.

- Bien, es normal. Por lo que me ha dicho Chiara, te has dado un fuerte golpe en la cabeza. - La niña siguió con la mirada al doctor, que buscaba un termómetro. - Pero no hay por qué preocuparse. Te hemos hecho un TAC y todo está bien. Creo que podemos decir que tienes la cabeza muy dura.

- ¡Alex! - regañó Chiara a pesar de la ligera curvatura de labios que hizo su mejor amiga y de la risa del médico.

- Oye, solo intento aligerar un poco el ambiente - se volvió de nuevo hacia la paciente antes de continuar. - Parece que es la policía del humor.

Antes de que pudiera darle la razón al médico, el más joven volvió a intervenir.

- ¿No vas a hacer tu trabajo?

Violeta sintió que sus ojos se abrían de par en par. Qué falta de respeto. Esa no era forma de hablarle a un médico. Sobre todo cuando podía estresarse y quién sabe qué podía salir mal y herir involuntariamente a Violeta. Chiara pareció darse cuenta de que había sonado grosera, así que murmuró:

- Lo siento, Alex...

- Sé que estás preocupada por tu amiga, Kiki, pero no pasa nada - Alex mantuvo una sonrisa tranquilizadora en el rostro. Era muy guapo y vestido todo de blanco, parecía un ángel. - Voy a revisarte, ¿vale, Violeta?

Ella se limitó a asentir. Estaba demasiado cansada para articular palabras. El médico le tomó la temperatura, le auscultó el corazón y le tomó la tensión. Mientras tanto, Hódar no apartaba los ojos de Chiara. No porque estuviera nerviosa, aunque lo estaba y era agradable ver una cara conocida cerca, sino porque la menor parecía necesitar tratamiento. Tenía una expresión que Violeta nunca había visto en su rostro. No podía descifrar qué era, pero no tenía buena pinta. Se mordía el labio inferior compulsivamente, sus dedos tamborileaban en el lateral de la camilla del hospital y sus ojos estaban inquietos.

Solo desvió la atención de su mejor amiga cuando Alex le pidió que siguiera con la mirada los movimientos de su dedo índice. Ella siguió el dedo del doctor de un lado a otro unas cuantas veces y el médico pareció satisfecho. Luego cogió el brazo derecho de Violeta para examinarlo y la chica se fijó en los vendajes que tenía. Sintió pequeñas punzadas de dolor, a pesar de la delicadeza del médico. Contó siete puntos en la cara interna de la muñeca derecha. Su abuela se iba a poner furiosa.

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