Tener doce años era una experiencia extraña. Chiara era todavía demasiado joven para ser considerada adolescente, pero ya era demasiado mayor para ser una niña. Un limbo de edad en el que no encaja perfectamente en ningún lugar. además, su cuerpo estaba pasando por transformaciones extrañas. Tenía granos esparcidos por su cara, más a menudo de lo que le gustaría, y estaba casi seguro de que sus brazos y piernas estaban empezando a crear su propia voluntad, porque no era posible ser tan torpeasí. También había otros cambios que ella no podía explicar, pero estaba segura de que estaban sucediendo. Solo se sentía rara. Extraña. Diferente. Nadie parecía haberse dado cuenta, o se dio cuenta, nadie comentó, pero el sentimiento permanecía allí.
Sin embargo, ninguno de esos cambios físicos la afectó tanto como cuando escuchó del médico que necesitaría empezar a usar gafas. ¿Cómo sus ojos pudieron traicionarla así? Ella ya había notado que, dependiendo de la distancia del objeto, no podía ver con tanta claridad, pero pensó que era normal. Después de todo, somos humanos, tenemos limitaciones. no hay necesidad de ver todo con 100% de nitidez todo el tiempo, ¿no?
Desafortunadamente, parecía que sus padres, su oftalmólogo y el resto del mundo no estaban de acuerdo. Ella estaba devastada.
Consiguió ignorar con éxito la noticia durante los días que tardaron en estar listas las gafas en la óptica. Sin embargo, aquel viernes, cuando su madre llegó a casa, fue imposible seguir ignorándolo. Había ido al centro a comprar algunas cosas y Chiara se había quedado en casa con Violeta. Estaban jugando a un juego de cartas que Chiara tenía en casa y la mayor aún no estaba segura de estar jugando bien. Las reglas parecían un poco confusas.- Violeta, ¡no puedes jugar esa carta! - Debía de ser la milésima vez que la niña repetía la misma frase. - Tienes que jugar una carta azul o una carta con el número 7.
Señaló el pastel de cartas desechadas en el suelo del salón, como si eso lo explicara todo. La niña mayor seguía teniendo sus dudas.
- Estás robando. - acusó, aun sin pruebas. ¿Cómo podía ser tan complicado un juego de cartas?
- ¡No estoy robando, Vio! Eres tú la que no sabe jugar.
La discusión se vio interrumpida por el sonido de una llave que abría la puerta principal. Su madre entró con los brazos llenos de bolsas. Las dos chicas se levantaron inmediatamente para ayudarla a llevar la compra al interior.
- Muchas gracias, chicas - a pesar de llevar todo aquel peso, su respiración seguía siendo rítmica y tranquila. - Creo que me dejé llevar en el mercado.
- ¿Lo ponemos todo en la encimera de la cocina, mamá?
-Sí, por favor, Keeks. Menos... - sus ojos empezaron a recorrer las bolsas en las manos de las chicas hasta que se posaron en una bolsa más pequeña que sostenía Hódar. - Menos está, Violeta. Deja que esté conmigo. Esta se rompe.
Chiara ni siquiera se paró a examinar la bolsa, porque la compra que llevaba era demasiado pesada. Su madre era muy fuerte, ya que lo había llevado todo ella sola desde la parada del autobús, sin depender del coche de su padre. Pero oyó claramente cuando la niña mayor le preguntó qué era eso tan frágil. Oliver esperaba que la respuesta fueran huevos, pero no podía estar más equivocada.
- Son las nuevas gafas de Chiara.
Inmediatamente, abrió mucho los ojos. Maldición, maldición, maldición. Hasta había olvidado ese detalle. No pensaba decírselo a Violeta, de hecho, no pensaba decírselo a nadie. Su plan era utilizarlo solo en casa y durante las clases, cuando necesitara copiar lo que los profesores escribían en la pizarra. E incluso entonces, solo pensaba utilizarlo en esas situaciones porque sabía que su madre se pelearía con ella y no quería malgastar el dinero de sus padres.
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SoulMates
RomanceVioleta siempre había sido escéptica y nunca había entendido esa historia del destino y las almas gemelas; ¿cómo iba a colorear su mundo si ya lo veía en color?