capítulo O6.

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—¿Qué hacen, mis amores? —Lisa se acercó a padre e hija, ambos arrodillados con expresión de concentración y manos laboriosas.

Rosé alzó la vista cuando sintió a Danielle removerse en brazos de su madre. Limpió rápidamente sus manos en el overol de mezclilla que llevaba puesto y tomó a la pequeña cachorrita.

—Natt, ese no, amor —llamó la atención de la niña cuando divisó su manito cerca de lo que parecía ser lechuga, pero sin despegar sus ojos de Danielle—, debes cortar las malitas y esa está bien.

Lisa rio con ternura cuando los cabellos de la alfita rebotaron en su frente al asentir. De igual manera, tomó la gomilla que descansaba en su muñeca en caso de querer recogerse el cabello, y armó una pequeña coletita. Habían intentado cortar el cabello de Natty, más que nada para la comodidad de la niña, pero se había negado, alegando que quería tenerlo tan largo y bello como el de su mami.

—¡Huerta con papi, mami! —chilló entusiasmada.

—Eso veo, amor. ¡Lo están haciendo muy bien!

—Papá dijo: ¡Sacar las malitas! y luego, me dio esto. —elevó una palita amarilla con punta triangular, demasiado afilada a ojos de la omega.

—Alfa, no debería estar cerca de algo tan puntiagudo.—le recriminó a la mayor.

—Omega, si no la dejamos tocar y sentir ¿Cómo va a aprender? Además, prometo que la estoy vigilando. Debe hacer las cosas por si misma.

Lisa sonrió en grande ante la declaración, su loba aullando dentro de su pecho por la increíble alfa y padre que tenían.

—Tienes razón —besó su frente y labios para luego dejarse caer de rodillas a un lado— ¿Puedo ayudarlas?

—¡Mami ayuda! —gritó entusiasmada Natty. Sin embargo, su ceño se frunció de manera repentina cuando la manito de su hermana se apretó sobre las hojas de una zanahoria—. Esa no, Danielle... Papi dijo malitas.

—Creo que debes enseñarle a tu hermana cuáles son las malitas, cachorra. —intervino Rosé una vez más, cambiando la expresión de la niña por completo.

—¡Sí! Mira, hermanita, las malitas tienen color cafecito, así como el cabello de papi. Esas ya no viven.

—Bien, cachorra.

Danielle no le tomó demasiada importancia a lo que Natty decía, más bien se entretuvo con el colgante de cruz de su madre. Rosé, en cambio, siguió instruyendo a la mayor de sus hijas en horticultura.

Entre las cuatro, más bien tres, pero se apreciaba el apoyo de Danielle entre balbuceos, cortaron la hierba mala, transplantaron algunas plantitas y sembraron nuevas semillas.

Natty terminó llena de tierra húmeda, de pies a cabeza, sin su sombrerito amarillo que Lisa le colocaba cada vez que salía de la casa, y pies descalzos. La alfa mayor no estaba muy alejada, con suciedad hasta debajo de las uñas y cabello enmarañado. La único que había terminado medianamente bien había sido Danielle, ya que se había quedado dormida sobre el pecho de su mamá.

—Vayan a darse una ducha, apestositas —Lisa rio cuando las vio intentar ingresar a la cocina de esa forma—, haré algo rico para almorzar y cuando estén limpias y relucientes, comeremos.

Rosé se carcajeó cuando Lisa rehuyó de sus labios. La omega nunca le negaría un beso, pero realmente estaba muy sucia. Se conformó con un suave toque de caderas y marchó escaleras arriba con su hija.

Tiempo después, y mucho tallado con esponja, bajaron a tropezones. Ninguna de las dos quería estar más tiempo lejos de las otras dos integrantes de la familia. Lisa se puso de rodillas en el suelo y abrió sus brazos. Rápidamente Natty se estrelló contra su pecho y luego fregó su frente de un lado a otro en la fuente aromática para llenarse del aroma de mamá.

Rosé no se quedó atrás, apresando a la más joven entre sus brazos para llenarse y llenarla, a la vez, de su esencia. Gruñó quedita cuando se separaron, pero sus hijas terminarían arrancándole un brazo si no eran alimentadas en un tiempo reducido.

Lisa susurró algo así como "solo espera que se duerman" y se desplazó a la cocina con una sonrisita coqueta. No se avergonzaba de admitir que luego de tantos años su omega seguía atrayendole en la misma o incluso mayor magnitud.

Devoraron la lasaña, receta secreta del linaje de la omega, en menos de lo esperado. Las tres con expresiones satisfechas y pancitas hinchadas.

—Yo me encargó de los platos, omega. —decretó Rosé.

—Está bien, iré a acostar a las niñas para que tomen su siesta. Nos vemos en el nido.

Besó una última vez sus labios y desapareció con ambas cachorras.

Estaba tan enamorada de esa mujer.

El plan de que algo más sucediera en el nido se vio frustrado cuando en un ataque repentino de mamitis, como solían denominar el momento en que las niñas se negaban a separarse de Lisa, atacó sin previo aviso.

Natty no pensaba salir del calor y reconforte que el bonito nido de su mamá le daba, ¡Incluso obtenía besitos en la frente! Por lo que Rosé se tuvo que conformar con besitos esporádicos y suaves caricias.

Cuando cayó la tarde, Lisa tuvo la magnífica idea de preparar un pastel de zanahoria con las cosechas de la mañana. Se colocó su bata y cuando estaba por salir de la habitación escuchó un pequeño:

—¿A dónde vas, mami?

—A la cocina, amor, prepararé un pastel.

—¡Voy contigo!

Natty saltó de entre los brazos de su papá y rápidamente estaba tomando la mano de la omega. Lisa sonrió con cariño mientras reía apenas por el gruñido adormilado de Rosé.

—Esperenos... También vamos con ustedes. —murmuró Rosé para luego pasar ambas manos por su rostro intentando quitar todo rastro de sueño.

Imitó la acción de las otras dos personas al ponerse de pie para luego tomar a Danielle entre sus brazos. La chorrita se desperezó un poco, pero con aún atisbos de energía.

Ya en la cocina, la omega se encargó de colocar todos los ingredientes necesarios sobre la mesada de granito, desde harina, huevos, zanahorias, azúcar y demás. Natty no entendía demasiado que debía hacer, aunque se mantenía firme sobre su banquito a un lado de su mami.

—Bien, debemos colocarnos nuestros delantales y gorritos —exclamó Lisa con alegría, porque sí, la omega había mandado a hacer delantales y gorritos de chef personalizados para toda la familia, incluso para la cachorrita menor.

—¿Qué sigue, omega? —inquirió Rosé con una sonrisita de lado por el entusiasmo.

—Primero mezclamos los sólidos, ten Natt, tú puedes encargarte de eso. ¡Así es, muy bien! —le pasó la cuchara de madera—. Luego los huevos, la zanahoria rallada y el azúcar con el aceite.

Todas se pusieron en sus tareas. Terminó siendo una actividad muy entretenida de realizar en familia y realmente apreciaba esos momentos con su lobita llenandose de regocijo. Sin embargo, al rato terminaba llorando entre los brazos de su alfa al pensar que pronto sus cachorras se irían de casa. Rosé solo besaba su frente y susurraba: "omega, tienen tres y un año, falta demasiado tiempo para eso" pero en el fondo su lobita no se convencía de nada.

Metieron la mezcla al horno y se sentaron las cuatro frente a la puerta transparente. Natty y Danielle cayeron dormidas rápidamente, con el estómago lleno de bocadillos que Lisa había preparado en el proceso.

Definitivamente había sido un día agitado.

Definitivamente había sido un día agitado

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