capitulo O2.

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El sol brillaba sobre su cabeza con los rayos calientes sintiéndole calar hasta los huesos. Si su omega estuviera ahí, la obligaría a ponerse la camisa, un gorro y protector solar; pero hacía demasiado calor.

Rio cuando la carita enfadada de Lisa se presentó en su cabeza mientras elevaba una vez más el hacha sobre su cabeza y la dejaba caer con fuerza sobre un tronco.

Los músculos de sus brazos, piernas y abdomen se marcaban con fuerza. Se estiraban y saltaban cada vez que un movimiento nuevo se producía. Estaba cubierta de sudor y realmente necesitaba algo fresco pronto o terminaría por deshidratarse.

Continuaba sumamente concentrado en su tarea, cuando un gritito agudo llamó su atención.

—¿Natt? ¿qué sucede, amor? —respondió en el mismo tono a la vez que llevaba una mano sobre sus ojos para intentar ver más nítidamente a través de la nebulosa soleada.

—¡Mami hizo lemonada! —chilló la niña.

—¿Puedes decirle a mami que me traiga un vaso, por favor?

Vio a su hija asentir antes de correr de nuevo dentro de la casa. Poco después, su bonita omega caminaba en su dirección. El hermoso vestido blanco ondeaba por el movimiento y un gorrito de paja cubría sus rizos, haciéndola lucir más hermosa que de costumbre. Para nadie era un secreto lo que Rosé amaba los vestidos en Lisa.

—Ten, alfa. —le tendió el vaso con una sonrisa que pronto mutó a una mueca.

—Gracias, mi vida. —murmuró para después beber un sorbo. Gimió por el gusto, definitivamente su omega hacía las mejores limonadas.

—¿Qué te he dicho de estar en blusa y sin bloqueador a esta hora, Chaeng? Ya estás poniéndote rojita. —Lisa llevó sus manos a su cadera y frunció el ceño, justo cómo solía hacer cuando le llamaba la atención a sus hijas.

—Ya casi acabo, bonita. —la tomó por la cintura y besó su nariz, frustrando por completo la faceta seria.

—Apúrate, quiero que las niñas se bañen un poco en la piscina antes de comer. Hace demasiado calor.

—Claro, en un segundo las alcanzo.

Volvió a besar sus labios castamente, la marcó con su aroma y la dejó ir.

Lisa se fue contorneado las caderas, riendo apenas cuando escuchó el gruñido de su alfa.

Tiempo después, cuando por fin había acabado con toda la leña, regresó los metros necesarios que conectaban ese sector de la granja con la casa principal.

—¡No quiero! —fue lo primero que escuchó al ingresar, haciéndola adoptar una faceta de confusión, dado que en su casa nadie gritaba.

—Cachorra, entiendo que estés frustrada en este momento, pero no por eso debes gritarle a mamá —Lisa instruyó siempre con ese tono maternal que tanto amaba Rosé—, si quieres salir a la piscina debemos usar bloqueador, ¿Prefieres que lo ponga primero en tus brazos o en tus piernas?

—¡En ninguno!

Rosé estaba tentando a ingresar a la escena, tomar a su hija del brazo como solían hacerlo sus padres con ella, y dejarla en la esquina de la habitación por unos minutos. Pero estaba consciente de que los castigos no funcionaban para nada, es más, empeoraban la situación. Además, nunca se perdonaría que su hija llegara a temerle por alguna acción precipitada, por lo que optó por encaminarse lentamente.

Se acuclilló a un lado de Lisa, quién observaba desde ese ángulo a su hija sentada en el sofá con los brazos cruzados.

—Mira, Natty, yo le pondré protector solar a mami, luego ella a mi y a ti, ¿Te parece correcto? —intentó negociar.

the family's farm ଓ chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora