Lisa despertó desorientada cuando un súbito escalofrío le recorrió de arriba a abajo. La finca estaba tranquila, los animales en sus corrales y las cosechas protegidas, así que no entendía muy bien que era lo que inquietaba tanto a su loba.
Poniéndose de pie apresuradamente, tomó su bata y la colocó sin cuidado sobre sus hombros. Se calzó las pantuflas como pudo y terminó por recoger todo su cabello en un pequeño moño.
Siguiendo sus instintos llegó a la habitación de las cachorritas y ahí estaba la gran revelación a su problema. Natty se retorcía en el nido que su papá le había construido tiempo atrás. La pequeña murmuraba entre sueños y apretaba sus manitos en puñitos cuando el sudor perlaba su frente.
No perdió tiempo antes de acercarse mientras liberaba feromonas en un intento de apaciguarla Cuando se arrodilló a su lado, Natty apenas entreabrió los ojitos, que para ese punto estaban a rebosar de lágrimas.
—Mami... —sollozó a la vez que intentaba sentarse entre las mantas.
—Oh, mi cachorrita... ¿Qué sucede, bebé? —la tomó entre sus brazos y verificó lo que se veía de lejos. La alfita tenía fiebre.
—Duele, mami, mucho. —continuó llorando con su carita enterrada en la fuente de aroma de la mayor.
—¿Dónde duele, Natt? Señala para mamá, ¿Sí?
La pequeña, sin despegarse de su escondite, tocó con la punta de su dedo índice su garganta y luego un poco más abajo. Tosió sin poder evitarlo y el llanto incrementó en varios niveles.
Lisa no sabía que hacer. Hace tiempo que sus hijas no enfermaban, más que nada por estar en un espacio natural, con aire puro y comida de primera calidad y libre de pesticidas y agroquímicos. Sin embargo, cuando los síntomas se presentaban la hacían de manera aguda y notable.
Se puso de pie cuando el llanto de Danielle también la tomó desprevenida. Con la mayor entre sus brazos y sintiendo sus piernitas abrazarse a su torso, se encaminó a la cuna y sobó de arriba a abajo sobre la barriguita.
Danielle extendía sus bracitos y clamaba por su calor, pero se le era imposible tomar a los dos juntas. Cada vez estaban más grandes y uno de sus mayores miedo, el cual era nunca más poder volver a cargarlas, empezaba a materializarse.
Sintiendo que estaba a punto de ponerse a llorar como sus hijas, la presencia de su alfa se sintió en el cuarto.
Natty empezó a gimotear y jadear con potencia cuando el aroma de su papá le llegó a su irritada naricita. Rosé, sabiendo de sobra que las enfermedades de sus hijas muchas veces eran menos alarmante de lo que aparentaban, se acercó a su omega y le solicitó a la niña. Lisa no dudó en entregársela, y ahora con sus manos libres pudo cargar a la menor de la casa.
—Ya, mi amor, papá está aquí —Rosé la meció de un lado al otro mientras lamía sus lágrimas y la marcaba con su aroma—. ¿Estás enfermita?
—Chi.
—Oh, mi vida... Lamento oír eso. Papá irá por ayuda y pronto estarás mejor, ¿Sí? —susurró, sintiendo como su hija se relajaba bajo su toque—. ¿Qué te duele, Natty?
—Aquí. —señaló su garganta.
—Abre la boca, por favor, déjame ver qué sucede. —le indicó y cuando la cachorra lo hizo notó el conducto irritado y en una tonalidad rosa oscura y pequeños puntitos blancos. Probablemente amigdalitis en su primera etapa.
—¿Muy feo, papi?
—No, mi amor. Estarás bien. ¿Quieres ir al nido?
Natty asintió cuando la dejó en el suelo luego de besar su frente varias veces.
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the family's farm ଓ chaelisa
Diversos❝Rosé y Lisa se conocieron años atrás en una circunstancia demasiado diferente a la de hoy en día. Sin embargo, ahora, siendo alfa y omega, se establecieron en una bonita granja a las afueras de la ciudad mientras cuidan de sus dos cachorritas. ¿Po...