capítulo O7.

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Habían decidido que hoy sería día de picnic. 

La familia entera estaba sentada en una de las partes llanas que rodeaba la casa principal, habían colocado un bonito mantel de cuadros rojos para salvaguardarse de posibles insectos y diferentes platos reposaban sobre la misma.

Lisa mantenía sus ojos cerrados mientras disfrutaba del sonido de los animales a lo lejos. Respiraba hondo cada pocos segundos, llenándose los pulmones de aire fresco y puro, todo lo contrario a lo que solía respirar en sus años Gangnam Style. Podía sentir las manitos de Danielle posadas sobre su pecho, dónde la tenía recostada tomando una siesta, y las risitas de su cachorra mayor siendo perseguida por Rosé.

Sin embargo, toda tranquilidad se vio opacada cuando un repentino llanto hizo que su loba se alertara. Abriendo los ojos de golpe, captó como las facciones de Natty se deformaban hasta terminar en un prominente puchero y posteriores lágrimas.

Rosé la cargó entre sus brazos, dirigió su cabecita hacia su glándula aromática y besó entre sus cabellitos, todo esto mientras se acercaba a paso tranquilo.

—¿Qué sucedió, alfa? —inquirió preocupada.

—Tranquila, amor, Natty lastimó su dedito. —rodó los ojos con algo de diversión por el escándalo que una simple cortada podía provocar.

—Dámela.

Y no tuve que pedirlo dos veces porque la misma cachorrita prácticamente se lanzó a sus brazos, teniendo cuidado de no aplastar a su hermana en el proceso.

—Duele, mami... —sollozó con fuerza.

—Lo sé, amor, pero tranquila, mami curará tu dedito. —liberó su aroma amielado en un vil intento de calmar la situación.

—¿Quieres que sostenga a Danielle? —ofreció Rosé ya sentada a su lado.

—Por favor, alfa.

Rosé tomó en su regazo a la menor, meciéndola un poco para que no despertara de su siesta, aunque la niña no lo haría a menos que el mundo realmente se estuviese acabando.

Lisa, ahora con los brazos libres, apresó a la cachorra de cabello azabache contra su pecho. Al sentirla más serena, examinó el dedito que Natty le mostraba. En el índice podía apreciarse apenas una cortadita, era mínima, pero por supuesto que para una niña de tres años ardería y dolería cantidades abismales.

Sin mucho tiempo que perder, se guío por sus instintos, llevando el falange a su propia boca y lamiendo un poco la cortada. El suspiro de alivio que abandonó los labios de su hija le hizo saber que había tomado el camino correcto, por lo que repitió la acción un par de veces más. Luego, se puso de pie, le avisó a Rosé que iría a la casa principal por el botiquín, recibiendo un "ordenamos aquí y las alcanzamos" a cambio y se encaminó.

—Ya, mi amor, pronto te sentirás mejor, te lo prometo.

—Ya no duele muchote, mamá. —murmuró la alfita mientras sorbía su nariz.

—Eso es bueno, aunque debes saber que a mami siempre podrás decirle cuando algo duela.

—Sé, mami, pero soy alfita fuerte. —intentó gruñir como su papi hacía cuando jugaban, aunque terminara siendo un mero intento.

Lisa la sentó en la mesa de la cocina y le sonrió con amor.

—Por supuesto que eres mi alfita fuerte, pero el que demuestres dolor no te hace serlo menos, te hace ser humana. —instruyó antes de dejar un suave besito en la punta de la nariz solo porque adoraba ver cómo se arrugaba, tal como la de su Rosie.

the family's farm ଓ chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora