Capítulo 13

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-Mucho gusto -dijo ella -. Me llamo Rosario, aunque también debo ser.la bruja malvada, ¿no?.

Es difícil hablar con una persona que parece tener todas las respuestas antes de que uno pueda abrir la boca, así que no dije nada.

Entonces ella me miró a los ojos. Tenía ojos super claros, casi transporte.
-Cuídala-dijo bajito.

No me animé a preguntar si se refería a Eliana o a la batería.
-¿Quiere que la guardemos? -Pregunté como manera de averiguar de que estamos hablando.

-No, déjenla ahí que yo me ocupó-contestó, por lo que supone ella quería que cuidará a Eliana y que, por lo tanto, sabía que yo y la hija teníamos algo aunque yo todavía no supiera que.

Salimos en silencio, ella cerro la puerta.

El resto de la noche me pase en casa esperando que Eliana llamará.

-¿Qué te pasa?-me preguntó mi madre que siempre se daba cuenta de mi estado de ánimo.

-Nada -contesté como de costumbre. El teléfono seguía sin sonar.

Y siguió sin sonar todo el jueves, en el que fui al liceo solo para saber si ella había ido. Pero estaba cerrado por el asunto de la huelga. Solo estaban los del gremio haciendo peajes y pintando carteles.

Ese día suspendimos el ensayo. Esperamos horas para ver si Eliana venía. Ninguno se animó a llamar. Sentimos que habíamos metido la pata a lo grande, que le habíamos armado tremendo lío con la madre y que a lo mejor hasta tenía que dejar el grupo.

Todo se venía abajo. Esa noche, cuando estaba cenando con mi padre, apenas si logré comer un poco.

-¿Estás nervioso por lo del sábado?- preguntó mi viejo.

Dije que si y él me largo uno de sus discursos acerca de cómo había que encarar el asunto de tocar y todo, mientras mi vieja me observaba callada. Ella sabía - ella siempre sabe-, pero no es de hablar mucho.

Entonces, el viernes sucedió lo inesperado.

SONÓ EL TELÉFONO. Era ella.

-¡Me dejó! -Gritaba la voz de Eliana -.¡En serio, me dejó!

-¿La batería?

-¡Sí!

Eso si que era un cambio en la situación.

-Pero, ¿que pasó?

-¡Uf! Es todo una historia; anoche discutimos, después lloramos y estuvimos hablando horas y ante de irse a trabajar, me dejó una nota.

-¿Y que decía?

-Muchas cosas, más bien era como una carta, pero no importa, el asunto es que puedo usarla.

Yo quería saltar, darme la cabeza contra el techo. Eliana no dejaría la banda y además tendríamos batería, una de verdad. Cuando nos despedimos, me imaginaba el festival, toda la gente ahí y nosotros tocando por primera vez.

Esa tarde ensayamos como nunca. Había una cosa, no sé, una energía especial que hacía que todo pareciera mejor que nunca. Después, cuando la acompañe hasta la casa,nos quedamos un rato en una esquina. Ya estaba oscureciendo y estuvimos un rato juntos. El mundo volví a ser un lugar lleno de posibilidades increíbles.

Pequeña ala de Roy BerocayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora