Día 5

460 56 9
                                    

Miércoles al medio día. La maestra Cotty había enfermado, por lo que tomamos su clase libre. Otro salón estaba fuera también, el profesor Meza era su esposo, lo que hizo que faltara también. Qué extraño, era raro que faltaran. Siempre los veía tomados de la mano por el corredor antes de cada clase.
Estaba hablando con Leyla. Era de las pocas chicas que me caían bien de esta clase, ella no era de ese tipo boba y superficial.

-¿Lograste ver el último episodio de Pretty Little Liars al fin? -pregunté recordando su serie favorita.
- No -hizo un puchero-. Me he quedado sin internet -confesó.
-Hoy estaré con mi madre, ¿quieres ir a mi casa a verla? -pregunté.
- ¿A la casa de Howard dirás? -bufó mi amiga.
-Es lo mismo -me encogí de hombros.
- Bueno, ¿crees que pueda irme contigo? -preguntó y asentí sin ninguna molestia. A mi madre no le molestaría.

Desde que se caso con ese tipo adinerado, parece que no importa nada de su vida. Howard, la consciente y le da todo lo que le pide. Era tan feliz. A comparación de mi padre, ella tenía bastante dinero. Mi papá se ganaba lo que tenía con su corazón y su sudor, mientras que ella sólo lo pedía. Pero los amaba a los dos. De niña ellos siempre cuidaron de mí y Azalea, fueron padres ejemplares, hasta que se dieron cuenta que el amor se fue y se divorciaron. Nada drástico.
Pero lo que más destruyó a mis padres fue cuando Azalea se fugó de la casa. Me lo dijo. Estaba embarazada de Jeremy. Mis padres nunca han sabido eso hasta ahora, tres años después. Jamás los había visto tan mal a ninguno de los dos.
Fue bueno tenerla aquí. Actualmente vive en el condado de Minnesota junto con Jeremy. Tienen una linda niña, Sophie. A veces vienen para navidad en casa de Howard. Y por muy extraño que sea, papá se lleva bien con él. Creo que fue bueno que conservara una amistad con mi madre. No me arrepiento de tenerlos como padres. Lo único es que, ahora que soy mayor, puedo ir de casa en casa con ellos. A veces duermo en casa de mi padre o a veces en la de mi madre y Howard.

Pero estar en casa de mi padre implicaba atender a pacientes y servir como enfermera. En realidad no me molestaba, pero a comparación de mi madre, no haría nada.
Vi a lo lejos a Calum Hood... de nuevo. Estaba comprando algo en la máquina cerca del salón de clases. Vi que puso el dinero y esperó. Frunció el ceño y golpeó fuertemente la máquina enfadado. Me sobresalté. La máquina al parecer había tragado su cambio. Vi que sacó su refresco y caminó lejos de ahí. Miraba hacia todos lados como sí se sintiera observado. Bueno, aunque lo estaba siendo. Por mí.
Miré al suelo, esperando que no vea que lo había visto.
Se sentó en una banca y abrió su Coca Cola. Le dio un sorbo y después de saborearlo comenzó a buscar a alguien con la mirada. Me estremecí. Me provocaba tanta inseguridad verlo, sentía que con hacerlo, me estaba poniendo la soga al cuello.
Pero... De alguna manera, quería acercarme a él y hacerle tantas preguntas. ¿Por qué siempre estaba solo? ¿Por qué no hablaba con nadie? ¿Por qué de pronto siento que él es la única persona que me rodea? Mierda, ¿y sí él quiere ser mi amigo y yo no lo estoy dejando? Soy una mierda. Tal vez por eso me hablaba, tal vez quería congeniar con otras personas. Ugh. Me levanté.
Mordí un poco mi labio y suspiré cuando sentí que estaba más cerca de él.

Volteó a verme y su mirada me penetró. Era tan dura. Sus ojos eran tan oscuros y su expresión tan... Fría. Me senté a su lado y miré mis manos. ¿Qué le diría?

-Hola -lo saludé.
Él sólo me miró de reojo y bebió de la lata.
-Lamento haber sido una perra -susurré.
- Já -bufó.
-¿Cuál es tu problema? -le pregunté.
- La pregunta aquí Wilde es... ¿Cuál es el tuyo? -respondió.
-Me disculpé -le recordé.
- Una disculpa que claramente yo no pedí -respondió y fruncí el ceño.
-¿Acaso te he hecho algo malo? -le pregunté.

Él se me quedó mirando fijamente. Mis labios comenzaron a temblar, simplemente su mirada me intimidaba tanto que no podía siquiera sostenerla.
-Sigo sin entender qué hice -me levanté y lo miré bien.
- Y yo -respondió-. Sólo te di tu bolígrafo.
-No seas rencoroso, ya te pedí disculpas -fruncí el ceño.
- No estoy enojado Wilde -me miró-. ¿Qué te hizo pensar que debías venir aquí a hablar y pedir disculpar por nada?
-Te traté mal, Calum, dije "lo siento" por eso, ¿Qué tiene de malo? -negué con la cabeza.
Él me observó rápidamente y miró hacia adelante.
- Bien.

¿Bien? ¿Eso que significaba?
-¿Tienes algo más que decir? -pregunté.
- Tu fuiste la que viniste a hablar -terminó su soda y con su propia mano apretó la lata haciendo que se doblara y el aluminio cortara un poco la palma de su mano. Noté que una gota de sangre cayó al suelo y abrí grande mis ojos. Se giró-. ¿Tienes algo qué decir?
-No -dije.
Abrió su mano y dejó caer la lata al concreto. Noté su corte y apreté mis dientes.
- Excelente -dijo poniéndose de pie para darse la vuelta.

Me quedé petrificada. Dios mío.

Haunted » c.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora